La publicación de estos apuntes sobre Historia Argentina, no tienen otra pretensión que prestar ayuda, tanto a estudiantes como a profesores de la materia en cuestión.

Muchos de ellos, simplemente son los apuntes confeccionados por el suscripto, para servir como ayuda memoria en las respectivas clases de los distintos temas que expusiera durante mi práctica en el Profesorado. Me daría por muy satisfecho si sirvieran a otras personas para ese objetivo.

Al finalizar cada apunte, o en el transcurso del mismo texto se puede encontrar la bibliografía correspondiente a los diferentes aspectos mencionados.

Al margen de ello invitaremos a personas que compartan esta metodología, a sumarse con nuevos apuntes de Historia Argentina.




Profesor Roberto Antonio Lizarazu

roberto.lizarazu@hotmail.com



domingo, 28 de septiembre de 2014

Ricardo E. Sagarzazu

COMIENZO DE LA INMIGRACION EN MONTE CASEROS

Por: Roberto Antonio Lizarazu

En razón de la importancia que tiene para el conocimiento de la conformación de la sociedad montecasereña,  reproduciremos el texto del discurso pronunciado por Ricardo E. Sagarzazu el 10 de octubre de 1957 ante el Rotary Club de Monte Caseros conmemorando el 464 aniversario del Día de la Raza. (1)

Una de las contribuciones más destacadas de esta alocución es que Sagarzazu enumera decenas de apellidos de inmigrantes que conformaron las familias que residieron en Monte Caseros en las décadas siguientes y muchas de ellas hasta la actualidad.

Especialmente nombra las personas de  las colectividades italianas, españolas y vascas, que son las más numerosas y que originariamente dieron mayor impulso al incipiente poblado.

En 1870 que es cuando Sagarzazu comienza a detallar su exposición, Monte Caseros es nada más que eso, un incipiente poblado, de menos de tres lustros de antigüedad  desde la refundación decretada por Pujol; y con una población urbana en ese momento menor a las  dos mil almas.

“Comparte esta noche la mesa rotaria tres invitados cuya presencia nos honra: el Intendente Municipal Don Marcial Ezcurra, el Agente Consular Honorario de España, Don José Sánchez y Don Juan Roteta.  En nombre de Rotary, les doy cordial bienvenida, deseándoles un grato momento como grata nos es su visita cuando vamos a recordar la gesta del Descubrimiento.

Rememoramos hoy en Rotary la más grande hazaña de la hispanidad cuyo aniversario van a celebrar el Viejo y Nuevo Continente, dentro de dos días.

A 464 años de aquel alumbramiento, lejos de agotar el tema, hay sobre él cada vez más que decir. Colón, Fernando, Isabel, pero aún más arriba España. España que hizo posible todo eso. España múltiple hendiendo sus raíces en Grecia y en Cartago, en Fenicia y en Roma; España celtíbera, eúskara, gótica, árabe. Ella estuvo en todas partes: en África, en las dos Sicilias, en el Caribe; en Filipinas y Florida; en California, las Carolinas, Tahuantisuyu, las Marianas y en el Plata.

Y acaso unos de los hechos que menos nos conmueven sea el que más de cerca nos concierne: España estuvo y está también aquí, en este suelo que hoy ocupan nuestra ciudad, su ejido y sus campos. Algo de eso quiero decir como homenaje a la Raza.

El primero comprende los siglos XVII y XVIII y se caracteriza por la presencia del conquistador y del jesuita. Pero el conquistador , ya en esa época casi nunca es peninsular, sino criollo, y el jesuita, mensajero de alguna tradición hispánica, es con frecuencia italiano o alemán y trabaja elemento humano guaranítico. La falta de españoles nativos en esta región, determinó más diferenciada de la peninsular que, por ejemplo,la que se desarrolló en Méjico, Lima, Chuquisaca, Córdoba o Salta. Sin embargo, la perspectiva cultural de España estuvo presente. Lo estuvo en los primeros navegantes del río que empezaron a recorrerlo, en estas latitudes, hacia 1618. También en la influencia de la Compañía de Jesús, en paulatino pero constante aumento entre los años 1624 y 1767, cuando fue expulsada por orden de Carlos III. La expedición del Maestre de Campo Don Francisco Piedrabuena contra los indios yaros y charrúas que aún vivían en esta zona, llevada a cabo en noviembre de 1715, tiene todas las características de las antiguas expediciones españolas; la prolija crónica que de ella hace el P. Policarpo Duffó nos permite conocer, además, interesantes aspectos de estos lugares hace casi dos siglos y medio. La apertura en 1740 del camino de Yapeyú a Paraná fue también obra de inspiración hispánica; viniendo del norte el camino entraba al territorio que hoy ocupa el Departamento de Monte Caseros por el Paso de las Piedras, en dirección sudoeste para continuar al sur exactamente por donde ahora corre la Ruta 14 que hasta hace pocos años era denominada “camino real” (camino del rey) por la gente de campo. Hacia 1750, ya desalojados los charrúas, el jesuita comenzó a fundar estancias, aquí; hizo el doblamiento con elementos guaraníes traídos de Yapeyú; junto con el guaraní comenzó a hablarse el español y a predicarse la fe católica, fundamentales elementos de la cultura peninsular. En junio de 1768 los pobladores del lugar, ya en proceso de mestización, vieron posprimera vez a una alta jerarquía española: era el gobernador de Buenos Aires, Don Francisco de Paula Bucarelli y Ursúa quew venía a consumar la expulsión de los jesuitas; la expedición de Bucarelli contaba con unos 1500 hombres que se trasladaron en 184 carretas; el cortejo era imponente y los vecinos del Timboy se reunieron en su rivera para tributar homenaje a quien los visitaba en representación del Rey. 21 años más tarde, exactamente el 15 de octubre de 1789 visitaba estos lugares un geógrafo vasco, Don Andrés de Oyarbide,  Piloto de la Real Armada de España que regresaba de las misiones. Oyarbide se detuvo en las cachueras, hizo noche en las barrancas de la costa y al día siguiente, reabastecido con comestibles procedentes de la Estancia del Mocoretá, donde estuvo cuatro días: este Piloto hizo las primeras marcaciones geográficas en lo que hoy es nuestro departamento.

Con posterioridad a estos años, las invasiones portuguesas, la anarquía de los indios misioneros, privados de los centros civilizadores jesuíticos, las guerras de independencia y las contiendas civiles fueron factores que impidieron el contacto con España. Por momentos lo indígena parecía prevalecer, pero el español había dejado una lengua y una fe y ellas subsistieron a pesar de las deformaciones que ambas debieron necesariamente sufrir.
Con la Organización Nacional en 1853 y la fundación de Monte Caseros, dos años después, comienza el segundo período de influencia española. España se hacía otra vez presente, ahora con el inmigrante. La Madre Patria había cambiado: superada la época del absolutismo, orientada por Borbones en lugar de Austrias, esta vez no envió guerreros ni conquistadores sino hombres de trabajo; vascos de los caseríos, gente de los puertos andaluces y levantinos, castellanos empobrecidos y catalanes ansiosos de tentar suerte en el comercio. Todos venían pobres. España era pobre. Y sin embargo este fue el aporte más grande que la Madre Patria enviara a estas tierras.

Uno de los primeros españoles que se radicó en el pueblo fue su primer párroco, un vasco, el Padre Jerónimo Ibargallartu, que llegó en abril de 1859. Casi enseguida afincó Don Miguel Fernández Rodríguez, que llegó a ser fuerte comerciante pocos años más tarde; era hombre de méritos y poseía una clara inteligencia; sus hijos Leopoldo y Miguel tuvieron destacada actuación en Montevideo y Buenos Aires. Vivió también antes de 1870 Don Luís Miguel Caballero, gibralteño, hacendado de mucha figuración en su época.

En la década del 70 comenzó la radicación de vascos, elemento que en Monte Caseros, junto con el italiano, tuvo decisiva influencia en la evolución de este pueblo. Entre los que primero llegaron se cuenta mi abuelo, Manuel Sagaseta; vino al país en barco a vela ocho años después de la caída de Rosas; estuvo corto tiempo en Salto y allí formó un equipo de alambradotes que tendió los primeros alambrados en el noroeste uruguayo; así llegó hasta Santa Rosa, cruzando a Monte Caseros para alambrar los campos del fundador del pueblo, Doctor Juan Pujol; no se fue más. En 1875 era gerente de la casa Solari e hijos; luego tuvo panadería y más tarde hotel.

Entre los vascos de la década del 70 recuerdo a José Fermín Aguirre Atormin, Pedro Iparraguirre, José Chopitea, Pedro y Santiago Ordenabía, que tuvieron fábrica de ladrillos, Miguel Gogorza, uno de los primeros agricultores, Carmelo Iraburu, Manuel Arancegui, Martín Saralegui, Pedro Mutuberría, Bernardo Goyeneche, Juan Larrea.

En la década del 80 se radicaron, entre otros, Tomás Muniozguren, Martín Argoitia, agricultores, José Martirena; Pedro Oxarán, que tuvo una carpintería, los hermanos Erro, hacendados. Y años más tarde aparecen Agustín Ameztoy y Joaquín Arteaga, agricultores. Homobono Astarloa, viticultor, Eladio Zugarrondo, comerciante; Adrián Berasategui, panadero; los hermanos Berecoechea, hacendados de estación Naranjito; Joaquín Ezcurdia, hacendado al igual que Luís Garmendia; Esteban Martirena; Pedro Oria que estableció una línea de diligencias a Curuzú Cuatiá y que más tarde fue propietario de un hotel; Juan María Oria, que llegó a ser uno de los comerciantes más fuertes del sur de la provincia, formando una familia que por muchos años estimuló en toda forma el progreso local; Rufino Roteta, uno de los fundadores de la Panadería Española, institución que por más de medio siglo centralizó la mayor parte de la actividad comercial de la plaza; Ramón y Manuel Ubiría; Pedro Ugartemendía, los Ibarguren, Martín Marticorena, hotelero; Joaquín Alzugaray, comerciante; Juan Echeverri y José Miguel Irastorza, estancieros; Lucas Arteaga; los Inchauspe y Martín Ormazábal.

A fines de siglo la numerosa colectividad vasca recibió en su seno, por algún tiempo, a Don Carmelo Uriarte que estuvo aquí de paso para buscar a su amigo y paisano el ingeniero Enrique de Ibarreña, perdido en la selva tropical.

Entre los españoles de otras regiones ibéricas tengo referencias de Don Benito Fuentes, primer escribano público que hubo en el pueblo; de Manuel, Ceferino y Luís Pérez, comerciantes; Nicasio Méndez, Eugenio Labín, comerciante; Domingo Alonso, que tuvo manufactura de tabacos; Ángel Vidal; Eduardo Baeza, que instaló el primer cine; Antonio Meléndez, comerciante; Pedro Vives Mañé, comerciante; José Paz Orense; José Pallares, viticultor; el Padre Juan Vázquez y Amado, cura párroco.

En 1891 se fundó la Sociedad Española de Socorros Mútuos, prestigiosa institución que en pocos años alcanzó notable desarrollo. El 8 de mayo de 1892 la Sociedad celebra el primer aniversario de la institución con un banquete en el local de la Sociedad Italiana. A los brindis, Don Fortunato Marcerazo, secretario de la Sociedad Italiana, propuso que ambas instituciones invitaran a la población a levantar un monumento a Cristóbal Colón; faltaban cinco meses para la fecha del IV Centenario del Descubrimiento. Españoles e italianos aprobaron entusiastamente la idea y enseguida comenzaron a trabajar por la realización del proyecto; se movilizó toda la población; para el mes de julio estaba en pleno funcionamiento la Comisión Central presidida por el Doctor Leopoldo Fernández Rodríguez y sus seis subcomités, organizados por nacionalidades: el argentino que presidía Don Ismael Ramírez; el español, presidido por Don Ramón Morán; el italiano por Don Pedro Michetti; el belga-franco-suizo, por Don Alfredo Mestais; el anglo-sueco-alemán, por Don Daniel Ross y el uruguayo por Don Francisco Caballero. El 3 de agosto de 1892 se puso la piedra fundamental y el 12 de octubre se inauguró simbólicamente el monumento; se había concluido el basamento pero la estatua no llegó para aquella fecha, por lo que fue substituida por un busto de yeso; el basamento es obra de constructores italianos: Juan Bautista Gilardoni, Cipriano Téppani y los hermanos Gabardi; la estatua fue hecha por el escultor José Raffo, en Buenos Aires.

El 9 de abril de 1899 la Asociación Española inauguró la Plaza Española. Se hicieron festejos y actos de distinta índole, entre otros un banquete en el Hotel de Oria. A partir de entonces, las romerías españolas de Monte Caseros tuvieron resonancia en la región; se hacían manifestaciones callejeras, bailes populares, comidas en la Plaza Española y la cena en lo de Oria. La influencia de la colectividad hispana estaba en su apogeo, en nuestro medio, en los últimos años del siglo pasado y primeros del actual.

El 9 de julio de 1900 se inauguró la calle España. Nuevo motivo de fiesta. Y fiesta a la española: intensa y extensa; hubo nuevamente bailes, romerías y alardes. Y como siempre, junto a ellos, los italianos prestando su concurso y aportando su latino entusiasmo.

Sería interminable la nómina de los españoles que, a fin de siglo, constituyeron factores primordiales en la vida local. A todos los ya nombrados hay que agregar por lo menos, a Don Servando Ortega, periodista de larga actuación entre nosotros; al Dr. Núñez, al Padre Paz Fernández, a los hermanos Comas, comerciantes y agricultores, a Juan Ormazábal, Domingo Amorós, Carlos Rovira, José Antonio Jáuregui, Dr. Manuel Yacosa, fundador del Club Social y Gerente del Banco de la Provincia. A Tomás Cabot, José Urrutia, Esteban Camino, los hermanos Mendiburu, Niceto de San Miguel de Oñate, Felipe Fagoaga y, muy especialmente, a aquel exquisito, educador que fue Don Isidro Jubany; era maestro nato y por 25 años dedicó sua afanes a la enseñanza; lo hizo con vocación de apóstol y notable perfección; su vida misma fue enseñanza, lección y ejemplo. Monte Caseros debe todavía su homenaje a este distinguido maestro español.

Entrado el siglo XX los hombres de España continuaron siendo factor ponderable en el medio local. Mucho les debe el comercio, la industria, la sociabilidad, el agro. No voy a nombrarlos. Son contemporáneos nuestros.

Ya sin Virreyes, ni oidores, ni capitanes generales, la evocación de estos hombres de trabajo que protagonizaron una segunda conquista, mayor que la primera, es el homenaje que hoy rendimos a España en la mesa Rotaria.”




(1) Ricardo E. Sagarzazu. La Fundación de Monte Caseros y otros estudios. Colección las 4 estaciones. Ovejero Martín Editores, Impreso en Acquatint, Bv. Segui 828, Rosario. Agosto de 1998.