NO NOS QUITEN LA BANDERA
Los símbolos tienen su gran importancia, y por representar valores superiores o incluso supremos, deben ser respetados por extraños, así como cabe la férrea defensa por quienes nos sentimos identificados, comprendidos e incluso cobijados por la sumatoria de esencialidades que resumen.
Bastante trabajo, luchas y sangre costó definir y mantener la enseña patria, cuyo diseño tuvo variaciones sobre la idea básica creada por la inspiración patriótica de ese grande que fue Manual Belgrano.
En aquellos tumultuosos años en los que se forjaba la identidad argentina enfrentando ataques desde afuera y de adentro; con mucha lógica Don Juan Manuel de Rosas, le adosó una franja transversal en diagonal, de fuerte rojo punzó, como símbolo del federalismo, que el posterior triunfo de los unitarios portuarios logró no solo eliminar, sino también borrar de los libros de historia del mitrismo academicista. Algunos con cerradas anteojeras o escasos conocimientos históricos, le asignan significados “subversivos” a alguna bandera de la Confederación Argentina , de aquellos años rosistas, que por ahí aflora de tanto en tanto, con su desafiante rojo punzó federal, que sobrevive en algunas banderas provinciales.
No hace mucho se borró la absurda diferenciación, que prohibía o limitaba a civiles y particulares, tener en los hogares o en sitios no públicos, la bandera completa, sin el esplendoroso sol de múltiples rayos que es el hermoso detalle central de nuestra bandera.
Hace relativamente poco tiempo, el escritor marxista José Pablo Feinmann, tuvo la –cuanto menos- muy desafortunada idea de proponer cambiar el sol radiante por el pañuelo de las madres de Plaza de Mayo. Por suerte ese “globo de ensayo” no obtuvo repercusión favorable, y parece que fue relegado, esperemos que definitivamente.
Recientemente, por iniciativa del Consejo Escolar, en Almirante Brown, provincia de Buenos Aires, se dispuso que junto a la enseña patria argentina, se alce también la bandera llamada whipala, que representa a los llamados pueblos originarios, además de otras representaciones que se le adosan al mismo símbolo. Incluso en forma tal vez casual, en varios medios fue distribuida una foto, en la cual el símbolo del divisionismo (que en verdad es el rol de la whipala), se ubica muy por encima de nuestra Bandera Nacional. ¡Y se sabe que simbólicamente, lo que se ubica arriba, es lo que se considera principal, o más importante! Cuanto menos muy desafortunadas acciones, sin duda.
Por eso, no solo es redundante utilizar otra bandera, pues el sector que dice representar (el de los “originarios”) está claramente incluido en el todo argentino.
Por otra parte, ¿dónde estaría el supuesto “límite” entre “originarios” y “no originarios”, si –afortunadamente- el crisol de razas que es Argentina posibilitó un mestizaje casi infinito, que por cierto continúa entremezclando nuestros orígenes, en un proceso sin castas ni odiosas separaciones. ¿Cuántas “damas paquetas” de la vetusta oligarquía –clasista y muchas veces absurdamente racista-, se horrorizarían si una prueba de ADN demostrara que corren pizcas de sangre africana por sus venas; y cuantos fanatizados ultra indigenistas no se detienen a analizar que varios de ellos no solo portan apellidos hispánicos –de los que tanto reniegan-, sino también seguramente en sus orígenes se entremezclan fuertemente criollos –descendientes de españoles- o tal vez incluso nórdicos de antepasados no solo bárbaros, sino también incoherentemente racistas?
Mucha gente inocente y bien intencionada, honestamente dolida por las injusticias sociales que marginaron social y económicamente a muchos argentinos, se suman voluntariosamente al fervoroso indigenismo, que tan rápidamente está tornando a violentas posiciones ultras, con lo cual terminan siendo agentes de odios infinitos y promotores de tajantes divisiones sociales y culturales de Argentina.
Ese mensaje de instauración de odios “al sistema” y de fogoneos de resentimientos sin límites, lamentablemente es transmitido por mensajeros del anarquismo más ultramontano, que se entremezcla con preconceptos y metodologías marxistas y gramscianas, con lo cual los esfuerzos de los bienintencionados pasan a ser usados por los activistas de la división nacional.
Lamentablemente, muchos que no solo aceptan sino que impulsan al indigenismo a ultranza, el cual adquiere caracteres de insidioso divisionismo cultural y de instauración de un muy particular “racismo al revés”, con el cual en vez de integrar efectivamente a todos, respetando culturas pero incluyendo a todos en la impronta de la argentinidad, se busca profundizar cerrados grupos cargados de odios hacia “los no originarios”, sembrando las condiciones que de profundizarse crearán profundas divisiones internas, en un accionar que no solo es muy afín a los intereses del Grupo de los Siete (G 7), y en particular de Gran Bretaña, sino que también es fogoneado y financiado por el vetusto pero agresivo imperio, que hasta promueve grupos “indigenistas” con sedes e integrantes británicos, como por ejemplo Mapuche Nation, con base en Bristol.
Para incautos o no avisados, puede parecer alarmista o excesivo, pero las metodologías de las guerras blandas, utilizan intensamente a ONGs de diversos tipos, a las que no curiosamente se pliegan con fervor muchos militantes del neomarxismo y otros “odiadores sociales crónicos” que encuentran allí donde canalizar sus corrosivos sentimientos, codo a codo con mercenarios, e infaltables colaboradores de buena fe que no se percatan de ser usados.
A los que consideren con desdén la importancia de afirmar la Bandera Nacional sin símbolos que la menosprecien o desnaturalicen, adviértase que no es casual en tantas películas de EEUU que nos instalan en la TV , siempre aparece muy visiblemente el símbolo de barras y estrellas, como parte de la reafirmación cultural planetaria del “Tío Sam”.
Y a quienes minusvaloricen los símbolos, les propongo pensar cuan ofensivo sería por ejemplo, para un cristiano, un judío o un musulmán, que menosprecien o les prohíban usar la Cruz , la Estrella de David o la Medialuna Islámica , respectivamente.
Respeto, integración y tolerancia, e incluso amor fraterno; pero rigurosa reafirmación única en su ámbito, de los Símbolos Nacionales Argentinos.
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