La publicación de estos apuntes sobre Historia Argentina, no tienen otra pretensión que prestar ayuda, tanto a estudiantes como a profesores de la materia en cuestión.

Muchos de ellos, simplemente son los apuntes confeccionados por el suscripto, para servir como ayuda memoria en las respectivas clases de los distintos temas que expusiera durante mi práctica en el Profesorado. Me daría por muy satisfecho si sirvieran a otras personas para ese objetivo.

Al finalizar cada apunte, o en el transcurso del mismo texto se puede encontrar la bibliografía correspondiente a los diferentes aspectos mencionados.

Al margen de ello invitaremos a personas que compartan esta metodología, a sumarse con nuevos apuntes de Historia Argentina.




Profesor Roberto Antonio Lizarazu

roberto.lizarazu@hotmail.com



jueves, 13 de noviembre de 2014


LA GUERRA ARGENTINO-CHILENA CONTRA LA CONFEDERACIÓN PERUANO-BOLIVIANA

Por: Roberto Antonio Lizarazu

Como esta es una guerra que no se enseña, y si se la menciona, se lo hace de manera deliberadamente confusa y sesgada, me imagino la expresión de asombro de más de un lector, al leer que Argentina y Chile fueron aliadas en una guerra contra Perú y Bolivia. ¿Pero cómo, no era que Chile siempre fue nuestro potencial enemigo y Perú y Bolivia nuestros aliados incondicionales? La historia nos enseña que no. En algunos manuales a esta guerra, con “declaración de guerra”, de ambas partes incluida, se la denomina “conflicto” con el objeto de minimizar los hechos. Habría que explicarles a los deudos de los miles de muertos en la misma, que no se preocupen, murieron en una guerra, que solo fue un conflicto.

Cuadro de situación en 1835-1836. Rosas como gobernador de la Provincia de Buenos Aires, ejerce la representación de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina. El objetivo primordial de su política interior era concretar la unificación de las provincias del norte a la Confederación, que fluctuaban con sus políticas secesionistas como ya había ocurrido con políticos afines al unitarismo en Salta, Jujuy y Catamarca.

Por otra parte, El presidente de Bolivia, el Mariscal Santa Cruz, tenía sus propias aspiraciones expansionistas y emular al mismo San Martín y a Bolívar, por medio de un “Gran Plan de Santa Cruz” que llevaría a cabo lo que los primeros no pudieron. La unificación de toda América del Sur, por supuesto bajo su mariscalato. Andrés Santa Cruz, Mariscal de Zepita, había nacido en La Paz, Bolivia, el 5 de diciembre de 1792 y fallece exiliado en Versalles el 25 de septiembre de 1865. Sus comienzos en la milicia boliviana fueron durante la Guerra de la Independencia. Por supuesto enrolándose en las filas realistas. Santa Cruz fue Presidente de Perú en 1827, Presidente de Bolivia desde 1829 a 1839; y Supremo Protector de la Confederación Peruano Boliviana desde 1836 a 1839.

Como no podía ocurrir de otra manera, Francia e Inglaterra meten sus narices y sus uñas en el conflicto. Obtienen concesiones comerciales beneficiosas para su comercio y apoyan al Mariscal contra la Confederación. Todo un clásico de nuestra historia latinoamericana.
Pero volvamos al conflicto. Ya en el mensaje que en 1834 Santa Cruz da en pleno Congreso Boliviano en carácter de presidente, manifiesta lo siguiente: La República Argentina, dividida en tantas fracciones soberanas e independientes cuantas son las provincias que la componen, presenta en su estado actual dificultades insuperables para formar pactos expresos, por falta de un centro de autoridad con quien estipular lo conveniente a nuestros recíprocos intereses. El gobierno de la Provincia de Buenos Aires no puede garantizar la observancia de compromiso alguno que toque a los otros, con quienes estamos en contacto más inmediato. Finaliza su discurso con un agravio a las autoridades de la Confederación disfrazado de halago a su pueblo. “Por lo demás, mantenemos relaciones amigables con aquel pueblo, tan heroico como desgraciado.”

Estas provocativas declaraciones, negando la capacidad al gobierno de Buenos Aires de contar con la aptitud de manejar las relaciones exteriores de la Confederación, con el agregado de declarar que Bolivia mantenía mejores relaciones con varias provincias que con Buenos Aires, constituían un abierto desafío personal a Rosas. Éste comprendió de inmediato el nuevo flanco que se avecinaba. Era esencial cuidar la frontera boliviana, y una de las razones de enviar al general Quiroga para establecer normas de paz entre las provincias del norte fue consecuencia de la importancia que dio a las manifiestas aspiraciones expansionistas bolivianas. Esta tarea fue continuada más tarde por el general Alejandro Heredia.

Existe una carta de Rosas a Heredia de fecha 30 de mayo de 1835, que por razones de espacio no transcribiré. En cambio resumiré la misma al máximo para explicar la situación creada en el norte por las pretensiones bolivianas. Rosas previene a Heredia en el sentido de los ataques llevados a cabo en Tucumán, Salta y Catamarca por parte de unitarios que habían salido de Bolivia con el apoyo de Santa Cruz. Uno de estos enfrentamientos fue el de Javier López, quien es derrotado por tropas de Quiroga en el combate de Monte Grande. Los prisioneros capturados confesaron que habían actuado de acuerdo con un plan trazado por el gobierno boliviano, con la intervención del general Rudesindo Alvarado y con la promesa de apoyo del gobernador de Salta Fernández Cornejo.

¿Por qué entra Chile en el conflicto aliada de la Confederación?
Con motivo del alzamiento de Rivera en la Banda Oriental, luego del combate de Carpintería, Oribe encuentra papeles reservados de Rivera e informa a Rosas sobre los mismos. En ellos se descubre la existencia de relaciones secretas entre Santa Cruz, Rivera, los unitarios argentinos y liberales chilenos, quienes apoyados por Inglaterra y Francia tienen por objetivo la caída de los gobiernos federales de la Confederación y el chileno. Al frente de toda esta nueva nación quedaría Santa Cruz. Por otra parte el gobierno chileno obtiene información coincidente por otro medio. La goleta boliviana “Yanacocha” (en ese momento Bolivia tiene salida marítima) que se dirigía de Valparaíso a Arequipa, es requisada por navíos chilenos y se encuentra numerosa correspondencia de liberales chilenos dirigida a Santa Cruz donde se registra material coincidente con los planes de Santa Cruz que tenía Rivera en su poder. Sorprendentemente también se encuentra correspondencia de nuestro Juan Galo de Lavalle, poniéndose a las órdenes del Mariscal boliviano. En honor a la verdad la correspondencia atribuida a Lavalle no lleva firma alguna, pero la mayoría de los autores son coincidentes en que él es el autor de las mismas, por la caligrafía y el estilo de redacción utilizado. (1)

Ataque simultáneo de los complotados en la Banda Oriental y el norte chileno.
La simultaneidad del ataque del general Freyre sobre Chile y el alzamiento de Rivera en la Banda Oriental, no fue ninguna coincidencia. Ambos hechos tuvieron lugar en la primera quincena de julio de 1836, y tenían por objetivos derrotar gobiernos de ideología federal, que flanqueaban por el este y el oeste a la federal Confederación Argentina.

Comienzo de las hostilidades. En febrero de 1837, oficialmente Rosas rompe relaciones con la Confederación Peruano Boliviana y en mayo de ese año, de común acuerdo con Chile, se declaró la guerra. Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán, fue designado comandante en jefe de las tropas de la Confederación Argentina y Diego Portales Palenzuelos, que era Ministro de Guerra y Marina del presidente chileno José Joaquín Prieto, se puso a cargo de las tropas chilenas.

En relación a las tropas argentinas se había organizado como un ejército de operaciones, constituido en su mayor parte por milicianos jujeños, avanzó hacia el norte a mediados de Junio.

Se debe tener en cuenta que la provincia de Tarija cuya indefinición de sus límites era una piedra en el zapato de las autoridades nacionales y sobre todo de las provinciales jujeñas desde 1820, estaba aún sin definir.

Las tropas de la Confederación Peruano Boliviana, no ofrecieron nunca un combate definitivo y se limitaban a ofrecer encuentros parciales y luego reagruparse. Es verdad que estos enfrentamientos parciales les redituaron muy buen resultado ya que casi siempre, por diferentes circunstancias, como el apoyo de la población por ejemplo, les fueron favorables. Felipe Herrera le explica a Rosas lo complejo que le resultaba esta metodología de lucha y los inconvenientes que encontraba. El 21 de octubre escribía lo siguiente: “El gobierno de Bolivia ha trabajado sigilosa e infructuosamente durante tres años, halagando la idea ilusoria de que algunas Provincias Argentinas se agregasen voluntariamente a sus Estados, cansados de las disensiones civiles que las han agitado; sin advertir que el noble orgullo de los verdaderos Argentinos los haría elegir en cualquier circunstancia la muerte, antes de humillarse al Tirano más ambicioso que ha podido ver el suelo americano.

A pesar de esta conducta, abiertamente hostil del Presidente de Bolivia, no se ha hecho hasta ahora por ninguna de las Provincias de esta República, la más leve represalia, guardándose todas las consideraciones que se merece un Gobierno amigo.”

Esto no se trataba de exageraciones de Felipe Herrera. A fines de 1836 el caudillo boliviano Marciano Vázquez reunió una considerable fuerza muy bien armada e instruida militarmente y atacó Mojo, Talina y Tupiza y tomó directamente el territorio jujeño de la Puna. Luego el general británico al servicio de Bolivia, Francisco Burdett O’Connor atacó y tomó Orán, despojando de sus tierras a los pobladores argentinos para ponerlas en manos de ciudadanos bolivianos. En septiembre de 1836 una fuerza boliviana destacada en persecución del coronel Arraya, de las tropas de Heredia, quien huía para refugiarse en territorio argentino violó la frontera una vez más, llegando hasta cercanías de Jujuy.

Las tropas chilenas al mando del General Manuel Bulnes Prieto (futuro presidente chileno) tuvieron mejores posibilidades y demostrando un alto grado de profesionalidad, el 20 de enero de 1839, al presentarles el mismo Santa Cruz un frente de batalla para enfrentarlos, en la Batalla de Yungay, sufrió una categórica derrota que finalmente sería el determinante para el pedido del restablecimiento de la paz. Luego de este pedido de paz por parte de Santa Cruz, los mismos bolivianos produjeron un levantamiento armado que finalizó con el mariscalato y con la confederación con Perú, derrocándolo del gobierno y obligando al exilio de Santa Cruz a Francia. No fue un exilio muy sufrido, pasó sus últimos veinticinco años alternándose entre París, El Havre y Versalles, donde fallece en 1865.

Como ya mencionamos que después de la Batalla de Yungay, Bolivia pide la paz, irónicamente la mediación diplomática para ese logro, estuvo a cargo de Inglaterra y Francia. Las mismas naciones que alentaban a Santa Cruz a segregar provincias argentinas y combatir a la Confederación, ahora eran los responsables de las tratativas de paz. En ocasiones es arduo poder seguir la línea de los hechos históricos sin perderse en el intento.

Detalle del Combate de Yungay que determina el final de la guerra
Como todo enfrentamiento armado que se precie, sobre todo cuando varias naciones participan de él, tiene distintos partes oficiales. Este caso no escapa a esa característica, y como de las cuatro naciones participantes  Chile es la de mayor gravitación, termina siendo el parte oficial  chileno el que genéricamente se utiliza para explicar la batalla (para otros autores combate) de Yungay. (2)

Este resumen está tomado de uno de los partes chilenos, del redactado por el Estado Mayor del General Bulnes Prieto. Después del combate de Puente Buín, el General Manuel Bulnes Prieto prosiguió su retirada durante la noche y, a mediodía del 7, llegaba al campamento de San Miguel delante de Caraz. Se reunió allí al grueso del Ejército y se realizaron enseguida los reconocimientos de la posición enemiga, que también hacía lo mismo y los trabajos de fortificación consiguientes. Mientras tanto, los guerrilleros acechaban por todos lados, dificultando el aprovisionamiento de las tropas. Se pensaba que el Mariscal Andrés de Santa Cruz Calahumana no atacaría, sencillamente porque no necesitaba hacerlo. También se estaba consciente que era imposible mantenerse en San Miguel por muchos días y que la retirada o él reembarco, constituirían un desastre mayor. Los chilenos entonces se mostraron resueltos a pasar al ataque. Gamarra y los demás jefes peruanos, aun cuando reconocían la imposibilidad de mantenerse a la defensiva, se manifestaron más reservados.

Al día siguiente, Santa Cruz, ya al tanto de las resoluciones anteriores, ocupaba una posición en la zona de Yungay-río Ancash. Este río corre de este a oeste, al norte de la población de Yungay. A pesar de que su caudal no es considerable, constituye un obstáculo importante debido a la pendiente abrupta de sus riberas, especialmente la del costado sur. Al N.E. se yergue el cerro Punyán. Una estribación suya hacia el S.W. forma un montículo casi aislado, sumamente escarpado y conocido como cerro Pan de Azúcar. El terreno desciende, en general, hacia el N.W.

El día 16, una gruesa columna confederada se aproximó hasta unas tres cuartos de legua: se trataba de un reconocimiento dirigido personalmente por el Mariscal Santa Cruz. El enfrentamiento era inminente. En la mañana del 20 de enero, el Ejército Protectoral – 6.100 hombres – ocupaba la posición elegida. El general Anselmo Quiroz, con 5 compañías (600) se emplazaron en el cerro Pan de Azúcar (3 de ellas, en la pequeña plazoleta de la cumbre y las 2 restantes en las lomas vecinas de Punyán). La línea principal corría paralela al Ancash y estaba protegida por una barranca de 15 metros de altura que bordea su ribera sur y por la muralla de piedra y barro que había ordenado construir Santa Cruz. Formaba el ala derecha la división boliviana del general Ramón Herrera, apoyando su flanco derecho en los cerros de Ancash, con 2 batallones en primera línea y 2 en segunda línea. El ala izquierda estaba constituida por la división del general Tristán Mora, con dos y medio batallones en primera línea y uno en segunda. Su extrema izquierda tocaba en el río Santa, entonces invadeable. La caballería (600 jinetes) fue ubicada a la espalda de la infantería, en la planicie situada entre la ribera sur del Ancash y el pueblo de Yungay. Santa Cruz se ubicó atrás, en una loma que le permitía abarcar el desarrollo de la batalla y dirigirla.

A las cinco de la mañana del citado día, salió el Ejército Restaurador en dirección al Ancash.


Bulnes ordenó al comandante Pablo Silva, del batallón Aconcagua, que despejara las alturas y las laderas del Punyán. Las dos compañías que las ocupaban se replegaron sobre el Pan de Azúcar luego de un breve tiroteo. A su vez, Bulnes envió a una columna de 400 hombres, bajo el mando del coronel Jerónimo Valenzuela, en dirección al citado Pan de Azúcar. Los soldados emprendieron la dificilísima ascensión del cerro, con ayuda de su fusil, sorteando las piedras que rodaban desde lo alto y las descargas de fusilería de los bolivianos. Fuertemente diezmados, los soldados chilenos lograron llegar a la cima del Pan de Azúcar. En sus filas había marchado la cantinera Candelaria Pérez, que ese día se batió como el más intrépido de los soldados del Ejército Restaurador. Las compañías adversarias que defendían su posición, perecieron todas y con ellas, el general Quiroz que las mandaba, y sus oficiales.

Santa Cruz ordenó que el batallón N°4 cruzase el Ancash y atacase a las fuerzas chilenas por la espalda. Advertido de esta maniobra, Bulnes dispuso que le saliera al encuentro el Colchagua. El comandante Urriola guió a su gente al abrigo de unos matorrales, recibió al batallón enemigo con una descarga colectiva y eliminó la tercera parte de sus efectivos. El N°4 armó la bayoneta y cargó con tal ímpetu sobre el Colchagua que fue necesario reforzar a este último con 5 compañías del Portales. El batallón boliviano se vio obligado a retroceder y a lanzarse sobre las aguas del Ancash, mezclado con sus perseguidores hasta la ribera opuesta.

Envueltas por todos lados, las fuerzas chilenas debieron replegarse y repasar el río con grandes pérdidas. Capturado el Pan de Azúcar, el General en Jefe dispuso un ataque frontal a la posición. Los batallones Carampangue, Colchagua, Portales, Aconcagua, Valdivia, Cazadores del Perú y medio batallón Huaylas se precipitaron al cauce profundo del Ancash. Los atacantes, ya disminuidos en la difícil ascensión de la barranca del río, eran el blanco de las descargas de los fusiles enemigos apostados detrás de las tapias. 

Los chilenos habrían sufrido un descalabro mayúsculo, a nos ser por la notable actuación de la artillería propia. Efectivamente, mientras los disparos adversarios pasaban por alto, los 5 cañones del coronel Marcos Maturana del Campo – emplazados en la altura del Puyán – demolían la pirca que servía de abrigo a la infantería enemiga. El otro cañón estaba en la extrema derecha, a las órdenes del general Castilla. A pesar de ello, las fuerzas adversarias no cesaron sus ataques, hasta que el batallón Portales, que llevaba más de 4 horas de extenuante lucha, empezó a ceder. Las demás fuerzas chilenas también sentían el agotamiento y se lanzaban al Ancash en medio de una confusión indescriptible. Pero justo en aquel momento, emergió la figura del general Manuel Bulnes, quien conservaba toda su presencia de ánimo y contaba con la caballería y con dos y medio batallones de infantería en la reserva. Junto a Bulnes, apareció el coronel Don Fernando Baquedano, que se destacó por su bravura y coraje en el campo de batalla. Ya hacia las cuatro de la tarde, la victoria chilena era total.

Observaciones

(1) En relación a esta correspondencia atribuida a Lavalle, el 17 de agosto de 1837, el mismo Santa Cruz, en ocasión de responder la declaración de guerra de la Confederación, intenta aclarar el tema y explica: “El general Lavalle -es preciso repetirlo- pudo escribir la carta de que tanto uso han querido hacer los dos gobiernos de Chile y de Buenos Aires, pero el jefe del gobierno de Bolivia no ha dirigido jamás carta alguna, ni comunicación escrita de ninguna clase al general Lavalle, ni a ninguno de los hombres que figuran en el partido unitario.” Un párrafo más adelante vuelve sobre el tema “Por último, cuanto a suponer en el gobierno de Bolivia el deseo que jamás ha abrigado de favorecer a los unitarios, no necesitaba asestar sus golpes a la larga distancia en que se halla colocado de Montevideo, teniendo en su poder tantos individuos de aquel partido, hallándose tan cerca de los focos de la revolución argentina y recibiendo continuas invitaciones -que siempre ha desechado- de las provincias argentinas próximas a sus límites, no ya pidiendo socorros para hacer la guerra, sino demandando su incorporación a una república que por tantos años ha estado gozando de las dulzuras de la paz.” Que razón tiene el refrán popular cuando dice: No aclares que oscurece. El principal argumento de los autores que sostienen que la correspondencia es de Lavalle, es precisamente esta aclaración de Santa Cruz donde afirma lo contrario.

(2) El suscripto conoce cuatro partes oficiales diferentes sobre este hecho. Además de seis crónicas de testigos presenciales que participaron del combate. Seguramente existe más documentación al respecto que escapa a su actualización. En este mismo sentido de  divergentes opiniones sobre el tema, es verdad que no se editan libros con las mismas, pero en Internet se puede encontrar, por ejemplo, que esta guerra fue un enfrentamiento entre peruanos-bolivianos contra chilenos-peruanos. Dando a entender que Perú dividió sus fuerzas entre la alianza con Bolivia y otra alianza con Chile y la Argentina no participó. Para que se entienda: En esta batalla, Perú facilitó tropas para ambos lados y la Confederación Argentina para ninguno.

Esta última interpretación, no deja de tener valederos argumentos, porque en ningún documento se registra la participación de tropas oficiales de la Confederación Argentina. Algunos autores sostienen que actuaron cuerpos armados vestidos de paisanos, pero no se registra oficialmente el nombre de ningún jefe ni oficial argentino participando de la misma. Todo muy extraño, porque se supone que una declaración de guerra efectuada por dos naciones cuando se participa en la batalla que sería definitoria y ese dato se conocía previamente a la misma, ambas naciones deberían haber aunado esfuerzos para su victoria.


Bibliografía General

Roberto O. Fraboschi. Rosas y las relaciones exteriores con Francia e Inglaterra. En Historia de la Nación Argentina, de la Academia Nacional de la Historia, Volumen VII (2ª. Parte), Buenos Aires, 1950.

Manuel Gálvez. Vida de don Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, 1972.

Adolfo Saldías. Historia de la Confederación Argentina. Buenos Aires, 1945.

Fuentes Documentales y Bibliográficas para el estudio de la Historia de Chile. Auspiciado por el Gobierno de Chile, Consejo Nacional del libro y la lectura y por la Universidad de Chile.

Carlos Contreras y Marcos Cueto. Historia del Perú Contemporáneo. Desde las luchas por la independencia hasta el presente. Editado por Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, abril 2000-


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