EL GRAVOSO “IMPUESTO A LA DISTANCIA ”
Por: C.P.N. Carlos
Andrés Ortiz. Analista de Temas Económicos y Geopolíticos.
El costo de la distancia
es un pesado lastre, que frena el desarrollo de las “provincias periféricas” de
nuestro país, habida cuenta que los grandes centros de producción y consumo,
están concentrados en el área que se puede llamar “el país central”, que
configura la extensa franja del territorio continental argentino, que de este a
oeste incluye la riquísima Pampa Húmeda y algunas zonas circundantes (como el
centro-sur de Entre Ríos), Cuyo, y poco más.
A grandes rasgos,
excluidas la Patagonia
y el Norte Grande de esa privilegiada mega Región Central, los factores de
virtual exclusión son varios, siendo la distancia y sus costos (medibles en
moneda y en tiempo), uno de los principales.
Centrando el análisis en
la realidad de Misiones, dos factores –vinculados a la distancia geográfica-
inciden muy negativamente para restar competitividad a esta provincia,
manteniéndola atada al subdesarrollo de la economía primaria, con muy poco
desarrollo industrial. Sin desarrollo e industrialización no habrá trabajo bien
pago para las nuevas generaciones que año a año se incorporan al mercado
laboral en esta pequeña pero dinámica provincia, que pugna por crecer pese al
encorsetamiento de los costos de la distancia, y otros factores discriminativos
del unitarismo portuario aun vigente en Argentina.
Sin entrar en análisis
históricos, que podrán hacerse separadamente, los precios diferenciales mucho
más elevados, que pagamos por los combustibles, son un factor de inequidad que
lleva cuatro décadas largas de vigencia.
El otro factor que
atenta fuertemente contra la competitividad de la economía de Misiones, es la
dependencia monopólica de los muy costosos fletes del transporte carretero, que
ante la carencia de alternativas (falta el ferrocarril y el transporte fluvial)
y las grandes distancias que deben cubrirse en un país de dimensiones
continentales como el nuestro, y con los grandes mercados internos y centros
productores ubicados a grandes distancias, ese contexto encarece toda la
actividad económica en esta provincia.
Ambos factores de
sobrecostos están entre las principales causas del muy bajo nivel de
industrialización de Misiones, constituyéndose en limitantes estructurales que
atentan directamente contra el desarrollo, y por ende, contra el nivel de
empleo y de vida de nuestra población. Es conocido que el nivel de
remuneraciones en todo el Norte Grande es inferior al vigente en la gran Región
Central, y mucho menor que el promedio patagónico.
No solo el pobre
desarrollo industrial de Misiones es un indicador irrefutable (solo dos grandes
papeleras salen del esquema de pequeñas industrias de baja tecnología,
procesadoras de materias primas locales, como yerba y té, además de algunas
pequeñas fábricas casi artesanales); sino que un elemental análisis comparativo
demuestra en forma inobjetable, que el concepto “industria” es casi desconocido
en esta hermosa pero marginada provincia.
Es un concepto casi inhallable
en los discursos de campaña o en las pocas plataformas electorales presentadas;
y también es una rareza en las agrupaciones y planteos públicos de sectores
empresarios y gremiales.
Suele ser moneda
corriente que para los municipios, sus autoridades y candidatos a serlo, el
concepto de industria no vaya mucho más lejos que el de algún secadero de té o
procesadora de yerba mate, y lo digo con conocimiento de causa, después de
haber asistido invitado a disertar o participar en debates en varios municipios,
hace no muchos años.
Seguramente la poca
competitividad de la economía misionera, por los mencionados sobre costos de
los combustibles y los muy onerosos fletes de camiones, además de la
inexistencia actual de gas natural, son los factores principales que impiden el
necesario despegue industrial de esta provincia; situación de atraso crónico
que por otra parte, está muy bien vista por el muy activo ecoterrorismo,
siempre opuesto a toda iniciativa de desarrollo socio económico, y siempre
“ignorante” de los terribles efectos ambientales del subdesarrollo crónico.
La economía de Misiones
representa poco más del 2 % del PBI nacional. Si nuestro nivel de desarrollo
industrial fuese similar a la media que viene registrándose a nivel nacional,
esta provincia debería tener como mínimo el 2 % de los parques industriales
existentes en toda Argentina. A fines del año 2014, existían 371 parques
industriales en funcionamiento en el país.
Si tuviéramos el 2 % de
ellos radicados acá, Misiones debería tener 7 u 8 parques industriales. La
realidad contrasta severamente, apenas tenemos uno, que además no termina de
“arrancar”, con muy pocas inversiones concretadas, y todas de baja tecnología y
reducidos montos. Salvo que se haga calificar, a pequeños espacios comunales
(incluso de solo una ha.), de un terreno baldío sin mejoras, en los que se
instalaron incluso empresas comerciales –no manufactureras-, a los que algunos
municipios llegaron a declarar pomposamente como “parques industriales,
seguramente por desconocimiento del tema y voluntarismo puro de pobres efectos.
Es un tema que amerita
sobradamente ser considerado prioritario. Claro está que para un desarrollo
industrial en serio, necesitaremos mucha energía eléctrica adicional, segura,
confiable, y en lo posible económica. Las irracionales oposiciones a las
construcciones de nuevas –e imprescindibles- grandes centrales hidroeléctricas,
planificadas en esta provincia y su entorno cercano, son otras muestras de la
irracionalidad total, de los planteos repetidos y vociferados por ciertas
“dirigencias” que en los hechos no califican como tales. Los planteos
obstruccionistas, de corte cavernario, que son tan moneda corriente en esta
provincia, contrastan con la iniciativa, dedicación y espíritu progresista, que
por el contrario parecerían caracterizar a las dirigencias patagónicas.
Si no cambia la
mentalidad imperante (con pocas honrosas excepciones), perderemos el tren de la
historia. Así de simple…y preocupante.
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