PARTE DE
SAN MARTIN SOBRE LA BATALLA DE
CHACABUCO
Por: Roberto
Antonio Lizarazu
Los
distintos biógrafos de nuestro Libertador tienen dudas y polemizan entre ellos,
en relación a cual fue la acción militar más notable de San Martín. Las
opiniones son diversas y fluctúan entre el Cruce de los Andes, Chacabuco,
Maipú, y otras notables acciones militares. Comparando entre ellas las diversas
tácticas utilizadas, con las que otros genios militares podrían haber usado,
porque eran habituales entre ellos.
Todas
las comparaciones y elucubraciones teóricas están muy bien, pero evidentemente
Chacabuco fue algo muy especial para San Martín. Personalmente me atrevería a
afirmar que Chacabuco fue su
batalla. Si alguien interesado en el tema desea saber que pasó en la batalla de Chacabuco, no tiene que leer ningún libro de historia, solamente tiene
que leer el parte oficial de San Martín al respecto. Detallado al máximo, con
todas las personas que intervinieron mencionadas y usando una cronología de los
hechos digna del mejor historiador. Ningún parte de batalla del Libertador
mereció tanta dedicación y esmero en los detalles como éste. Se nota al leerlo
que San Martín disfrutaba al redactarlo, como si estuviese contando a la
posteridad su obra de mayor gloria. Personalmente opino que Chacabuco fue su
hijo predilecto.
En
el parte por el que San Martín envió un detallado informe al gobierno, en ese
momento el Director de Estado Juan Martín de Pueyrredón (09.07.1816 al
09.06.1819) relacionado a la campaña culminada en Chacabuco, al referirse a
este glorioso hecho de armas, acaecido el 12 de febrero de 1817, después
de informar que en la noche del 7 de febrero el enemigo abandonó las posiciones
en el Aconcagua y Curimón, dejando municiones , armas y pertrechos,
recostándose sobre la Cuesta
de Chacabuco, San Martín continúa narrando: “En
su consecuencia me resolví a marchar sobre ellos y la capital, con toda la
rapidez posible y atacarlos, en cualquier punto donde los encontrase, no
obstante no haberme llegado aún la artillería de batalla.
En la madrugada del 9 hice restablecer el puente del río
Aconcagua; mandé al comandante Melián marchase con su escuadrón sobre la cuesta
de Chacabuco y observara al enemigo. El ejército caminó en seguida y fue a
acampar en la boca de la quebrada con la división del coronel Las Heras que
recibió órdenes de concurrir a este punto.
Desde este momento las intenciones del enemigo se manifestaron
más claras, la posición que tomó sobre la cumbre y la resolución con que
parecía dispuesto a defenderla, hacían ver estaba resuelto a sostenerse.
Nuestras avanzadas se situaron a tiro de fusil de las del enemigo y durante los
días 10 y 11 se hicieron los reconocimientos necesarios, se levantó un croquis
de la posición y, en su consecuencia, establecí el dispositivo de ataque para
la madrugada del día siguiente.
Al señor brigadier Soler di el mando de la derecha que, con el
núm. 1 de cazadores, compañías de granaderos y volteadores del 7 y 8, al cargo
del teniente coronel don Anacleto Martínez; núm.11, siete piezas, mi escolta y
el 4º escuadrón de granaderos a caballo, debía atacarlos en flanco y
envolverlos. Mientras que el señor brigadier O’Higgins, que encargué de la
izquierda, los batía de frente con los batallones núms. 7 y 8, los escuadrones
1º, 2º y 3º y dos piezas.
El resultado de nuestro primer movimiento fue, como debió serlo,
el abandono que los hicieron de su posición sobre la cumbre. La rapidez de
nuestra marcha no les dio tiempo de hacer venir las fuerzas que tenían en las
casas de Chacabuco para disputarnos la subida. Este primer suceso era preciso
completarlo: su infantería caminaba a pie, tenía que atravesar en su retirada
un llano de más de cuatro leguas y, aunque estaba sostenida por una buena
columna de caballería, la experiencia nos había enseñado que un solo escuadrón
de granaderos a caballo bastaría para arrollarla y hacerla pedazos: nuestra
posición era, además, de las más ventajosas.
El general O’Higgins podía continuar su ataque de frente,
mientras que el brigadier Soler quedaba siempre en aptitud de envolverlos, si
querían sostener antes de salir al llano. Al efecto hice marchar al coronel
Zapiola con los escuadrones 1º, 2º y 3º para que cargase o entretuviera al
menos, interin llegaban las baterías núms. 7 y 8, lo que sucedió exactamente y
el enemigo se vio obligado a tomar la posición que manifiesta el plano. El
señor general Soler continuó su movimiento por la derecha, que dirigió con tal
acierto, combinación y conocimiento, que, a pesar de descolgarse por una cumbre
la más áspera e impracticable, el enemigo no llegó a advertirlo hasta verlo
dominando su propia posición y amagándole en flanco.
La resistencia que aquí nos opuso fue vigorosa y tenaz; se
empeñó desde luego un fuego horroroso y nos disputaron por más de una hora la
victoria con el mayor tesón. Verdad es que en este punto se hallaban sobre 1500
infantes escogidos, que era la flor de su ejército, y que se veían sostenidos
por un cuerpo de caballería respetable. Sin embargo, el momento decisivo se
presentaba ya.
El bravo brigadier O’Higgins reúne los batallones 7 y 8, al
mando de sus comandantes Crámer y Conde, forma columnas cerradas de ataque, y
con el 7 a
la cabeza carga a la bayoneta sobre la izquierda enemiga. El coronel Zapiola
frente a los escuadrones 1º, 2º y 3º, con sus comandantes Melián y Molina,
rompe su derecha; todo fue un esfuerzo instantáneo. El general Soler cayó al
mismo tiempo sobre la altura que apoyaba su posición; ésta formaba su mamelón (1)
en un extremo; el enemigo había destacado 200 hombres para defenderlo, mas el
comandante Alvarado llega con sus cazadores, destaca dos compañías al mando del
capitán Salvadores que, atacar la altura, arrollar a los enemigos y pasarlos a
bayonetazos, fue obra de un instante. El teniente Zorria, de cazadores, se
distinguió en esta acción.
Entre tanto, los escuadrones mandados por sus intrépidos
comandantes y oficiales, cargaban del modo más grave y distinguido. Toda la
infantería enemiga quedó rota y deshecha, la carnicería fue terrible y la
victoria completa y decisiva.
Los esfuerzos posteriores se dirigieron sólo a perseguir al
enemigo que, en una horrorosa dispersión, corría por todas partes sin saber
donde guarecerse. El comandante Necochea, que con su 4º escuadrón y mi escolta
cayó por la derecha como denota el plano, les hizo un estrago terrible. Nuestra
caballería llegó aquella tarde hasta el Portezuelo de Colina: toda su
infantería pereció. Sobre seiscientos prisioneros con 32 oficiales, entre ellos
muchos de graduación; igual o mayor número de muertos, su artillería, su parque
y almacenes, considerables y la bandera del regimiento de Chiloé, fueron el
primer fruto de esta gloriosa jornada."
Se
debe prestar atención en el párrafo del parte de batalla que sigue a
continuación, porque en ninguna historia argentina se menciona lo que San
Martín narra. A veces pienso que las gloriosas acciones de nuestra
independencia, las deben haber escrito personas muy mal informadas en la
materia, o simplemente partidarios políticos de nuestros circunstanciales
enemigos.
"Sus consecuencias han sido aún más importantes. El Presidente
Marcó, en medio del terror y confusión que produjo la derrota, abandona la
misma noche del 12 la capital, se dirige con su resto miserable de tropa sobre
Valparaíso, deja en la cuesta de Prado toda su artillería, teme no llegar a
tiempo de embarcarse, corre por la costa hacia San Antonio y es tomado
prisionero con sus principales satélites por una partida de granaderos a
caballo al mando del arrojado capitán Francisco Aldao y el patriota Ramírez (civil chileno). Mañana se espera el regreso de todos en esta capital.
Todos estos sucesos prósperos son debidos a la disciplina y
constancia que han manifestado los jefes, oficiales y tropa, dignos todos del
aprecio y la consideración de sus conciudadanos.
José de San Martín"
La captura de Marco del Pont por el capitán Francisco Aldao.
Enterado
del resultado de la batalla, el Presidente de Chile, Francisco Casimiro
Marcó del Pont, salió de apuro de Santiago rumbo a Valparaíso, dispuesto a
embarcarse en el buque San Miguel rumbo
a España. Llegó tarde el San Miguel
había zarpado poco antes cargado de fugitivos realistas.
Marcó
del Pont, su comitiva y los bienes que podían cargar, siguieron hacia el Norte
confiando encontrar algún otro buque en que embarcarse. El 15 de febrero, al llegar
a la hacienda de Las Talas, despachó a un hombre del lugar a averiguar si
Valparaíso seguía en manos de los realistas y si había navíos en la bahía.
Francisco Ramírez (patriota chileno) le avisa de la situación al capitán de
granaderos Francisco Aldao, quien al mando de su piquete los toma prisioneros a
todos en la mañana del 16 de febrero. Marcó del Pont, el teniente coronel
Francisco Cacho, al inspector del ejército el coronel Ramón González
Bermejo y al fiscal general Prudencio Lazcano. Todos fueron conducidos
prisioneros por Aldao a Santiago.
Llegados
a Santiago Marcó del Pont rindió su espada a San Martín, quedando detenido en
el edificio del Consulado. El 16 de abril de 1817 fue enviado a Mendoza a las
órdenes de Toribio de Luzuriaga, quien lo confinó en San Luis. Finalmente en
1819, por encontrase enfermo, es trasladado a Luján. Marcó del Pont fallece ese
mismo año en los calabozos del Cabildo de Luján.
Observación personal. Cuando leo este parte de batalla, sistemáticamente me pregunto
¿De qué material humano estaban construidos estos ignorados patriotas, muchos
de ellos correntinos? En razón de que el grueso de la tropa de los escuadrones
de Granaderos a Caballo, incluida la escolta personal de San Martín estaba
integrada por correntinos. Es verdad que a las principales figuras, de vez en
cuando se las recuerda y reconoce. Pero ¿alguien conoce en nuestro país alguna
ciudad, algún pueblo, una avenida, una simple calle en algún lado que lleve los
nombres, por ejemplo de Salvadores, de Melián, de Molina, de Zorría, de
Anacleto Martínez, de Aldao y miles de anónimos héroes que nos regalaron la Independencia de
nuestra patria a costa de sus vidas en esta y en una treintena de acciones más?
¿O acaso suponen los lectores que a nuestra patria la hicieron los
Rivadavia, los García, los Agüero, los Rodríguez Peña, los Florencio Varela y
tantos otros polítiqueros burócratas que hacían de la difamación y la intriga,
su razón de estado más trascendente. Ya nos pasamos de visión sesgada,
directamente somos bizcos o algo mucho peor.
(1)
Colina baja en forma de pezón.
Anexo arriba: Portada de la publicación realizada en la Imprenta de Niños Expósitos, sobre el parte de la Batalla de la Cuesta de Chacabuco
redactado por San Martín.