LA CAMPAÑA DEL
DESIERTO REALIZADA POR JUAN MANUEL DE ROSAS
Primera parte
Por: Carmen Itatí Bonpland
La emprendió luego de renunciar a su primer
gobierno, nada tuvo que ver con internarse en regiones desérticas sino con la
ocupación de fértiles pampas en poder de los indios para su explotación por las
estancias bonaerenses.
“Un esfuerzo más y quedarán libres para
siempre ", había
convocado cuando todavía era gobernador, “y
quedarán libres para siempre nuestras dilatadas campañas y habremos establecido
la base de nuestra riqueza pública”.
Los detractores acusan a don Juan Manuel de haber enriquecido aún más a sus
protegidos y amigos no solo extendiendo sus posesiones sino también
adjudicándoles los jugosos contratos de aprovisionamiento de uniformes,
animales, alimentos, armas, etc.. A su
favor puede decirse que siempre fue enemigo de emplear la violencia contra los
indios y en cambio privilegió -cuando
fue posible- los acuerdos, regalos, sobornos, marcando una diferencia con la
que se emprendió medio siglo después.
Sabiendo que los malones no se debían a
una maldad intrínseca sino a las privaciones que pasaban los indios, su
política fue proveerlos de aquello que necesitaban ganándose la voluntad de los
caciques haciendo que fuesen ellos quienes repartieran entre los suyos los
alimentos, bebidas, yeguarizos, ponchos, con que los asistía el gobierno de
Buenos Aires.
Para la recuperación de las cautivas Rosas acudía a los argumentos que se desprenden de la carta enviada a un cacique "amigo", Santiago Llanquelen, el 10 de diciembre de 1834.
Para la recuperación de las cautivas Rosas acudía a los argumentos que se desprenden de la carta enviada a un cacique "amigo", Santiago Llanquelen, el 10 de diciembre de 1834.
“Mi
estimado Santiago:
Habiendo sabido que entre los indios de tu pertenencia está una cristiana hermana del miliciano Gabriel Yrusta llamada Candelaria que la llevaron del Salto hace muchos años, he dispuesto que vaya su hermano para que se le hagas entregar como corresponde y si hay entre tus indios algunos otros cristianos varones o mujeres debes avisarme para pasar por ellos porque están tus indios bajo mi amparo por lo que no es bueno que haya entre ellos cautivos cristianos sin haberlos entregado.
Al indio que la tenga le daré de regalo los artículos siguientes, lo que debes advertirle para que vaya por ellos ala Guardia del Monte donde se
los entregará Dn. Vicente González. Pero decile que no es compra de la cautiva
que le hago porque ellos tienen la obligación de entregarlas sin paga, que es
solamente un regalo que le hago por considerarlo pobre”.
Habiendo sabido que entre los indios de tu pertenencia está una cristiana hermana del miliciano Gabriel Yrusta llamada Candelaria que la llevaron del Salto hace muchos años, he dispuesto que vaya su hermano para que se le hagas entregar como corresponde y si hay entre tus indios algunos otros cristianos varones o mujeres debes avisarme para pasar por ellos porque están tus indios bajo mi amparo por lo que no es bueno que haya entre ellos cautivos cristianos sin haberlos entregado.
Al indio que la tenga le daré de regalo los artículos siguientes, lo que debes advertirle para que vaya por ellos a
Los
regalos fueron, catorce yeguas, dos pañuelos, dos cuchillos, dos camisa, dos
calzonsillos, una sabanita de poncho, un atado de cuentas, un par de espuelas
de fierro, una arroba de yerba, quatro
vasos de tabaco, quatro libras de harina, quatro libras de azúcar,
quatro libras de pasas (...) Deseo tu mejor salud y la de tu familia quedando
tuyo, afino. “General”.
Su sensibilidad por los marginales quedaba
evidenciada asimismo en la correspondencia que en 1833, en plena campaña,
mantenía con su esposa Encarnación, que le cuidaba las espaldas en Buenos
Aires: " ya has visto lo que vale la amistad de los pobres y por ello
cuanto importa sostenerla y no perder medios para atraer y cautivar voluntades
. No cortes pues sus correspondencias. Escríbeles con frecuencia, mándales
cualquier regalo sin que te duela gastar en esto. Digo lo mismo respecto a las
madres y mujeres de los pardos y morenos que son fieles. No repares, repito, en
visitar a los que lo merezcan y llevarlas a tus distracciones rurales, como
también en socorrerlas con lo que puedas en sus desgracias”.
A pesar de la distancia Rosas no descuidaba a quienes llegado el caso, podría ser la fuerza que lo devolviera al gobierno de Buenos Aires.
A pesar de la distancia Rosas no descuidaba a quienes llegado el caso, podría ser la fuerza que lo devolviera al gobierno de Buenos Aires.
En ese mismo año 1833 el joven Carlos Darwin,
científico inglés que con el correr de los años alcanzaría la celebridad con su
teoría de la evolución de las especies, emprende un viaje de exploración y
estudio de nuestra Patagonia. Todo indica que trabajaba para los servicios
secretos de su país, auscultando las condiciones para una ocupación británica.
Es este uno de los méritos no reconocidos de la expedición de don Juan Manuel:
la toma de posesión de un territorio ambicionado por Chile y por Inglaterra.
Darwin llega a Carmen de Patagones, entonces un miserable villorrio en medio de
un páramo interminable. Se entera de que el general Rosas, de quien mucho había
oído hablar, acampaba a orillas del río Colorado. Los escasos veinticuatro años
del naturalista le dan confianza y energía suficientes para atravesar los
desiertos que separan el río Negro del Colorado, guiado por baqueanos. "El campamento de Rosas" apuntará en su diario de viaje: "es un cuadrado formado
por carretas, artillerías, chozas de paja, etc., no hay más que caballería y
pienso que nunca se ha juntado un ejército que se parezca más a una partida de
bandoleros, casi todos los hombres
son de raza mezclada, casi todos tienen en las venas sangre negra, india y española, no tienen buena catadura”.
Le habían contado de ese gaucho rubio que
lanceaba indios en el confín del mundo, de sus grandes estancias y del
reglamento férreo con las que gobernaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario