Cristóbal Colón |
INDIGENÍSTICAMENTE
INCORRECTO
Por: Contador Público
Nacional Carlos Andrés Ortiz. Investigador de temas económicos y geopolíticos.
Más allá de la visión
eurocéntrica del descubrimiento, antes el 12 de octubre era llamado “el día de
la raza”, y ese concepto por cierto es no solo hermoso por lo integrador y
positivo, sino también acertado.
Efectivamente, de la unión del
español trasplantado a América, y la mujer nativa, surgió una nueva tipología
racial, que en sus infinitas variantes básicamente conforma las mayorías
étnicas numéricamente predominantes en la mayoría de nuestra naciones íbero
americanas.
Ese proceso de mestizaje
poblacional (concepto sin pizca de peyorativo, y a la vez claramente
descriptivo), tal como sucede con toda la historia de la humanidad, sigue su
curso sin solución de continuidad, vivo como la vida misma.
Por supuesto antes se sumaron
al mestizaje otras corrientes étnicas, como las del África Subsahariana y
pequeñas cantidades de europeos no ibéricos; para luego integrarse con enormes
cantidades de europeos, árabes, judíos de la diáspora, etc.; luego diversas
corrientes asiáticas, además de las migraciones entre poblaciones de nuestras
naciones.
Bienvenidas esas infinitas
mezclas poblacionales, que nos integran y que conforman y enriquecen nuestra
cultura, y que en tal sentido son uno de los mejores reaseguros contra siempre
perniciosos procesos de segregación, racismo y otros patológicamente corrosivos
esquemas de disolución social.
Una
de las cosas que no dicen los ultraindigenistas, derivados en detractores de
España y por añadidura del catolicismo, es que la colonización española no solo
toleró bien el mestizaje con nativas americanas, sino que llegó a ser Política
de Estado para favorecer la integración; e incluso un descendiente del inca,
Dionisio Inca Yupanqui formó parte de las Cortes de Cádiz, en los complicados
días de la destitución de Fernando VII.
También
se soslaya que antes de los Borbones, los americanos eran considerados súbditos
en pie de igualdad con los peninsulares; que en la América Colonial
fueron creadas Universidades y otras instituciones; ni menos aún se dice que la
evangelización cristiana logró terminar con prácticas aberrantes de las
religiones americanas pre existentes, como los sacrificios humanos.
Ninguno
de esos hechos marcadamente positivos, se dieron en otros procesos coloniales,
como los de británicos y franceses en América del Norte –que directamente
buscaron el exterminio de los nativos; o las políticas de extracción de
riquezas sin ninguna consideración cultural o humana, de diversas potencias
colonialistas en África y Asia.
Lamentablemente,
muchos opinantes sesgados omiten esas necesarias comparaciones, y por cierto
que detrás de esos sesgos anti hispanos y anti católicos, pueden advertirse
ciertas improntas sutiles (o no tanto) en las que se unen como en otros
procesos de colonización cultural, sectores ultra liberales anglófilos, con los
respaldos “progresistas” de ciertas “izquierdas” funcionales, con sus pelotones
de odiadores seriales y de “humanistas” descolgados de la realidad.
Como
expresión más virulenta de esa instauración de odios insanables, en los últimos
años se instaló una prédica dura y persistente, que resumida en el
“indigenismo” en realidad está prefabricando profundas divisiones culturales,
sociales y política, como pasos previos a nuestra disolución nacional. No por
casualidad detrás de ese proceso de inoculación de rencores y divisiones, se
advierte el accionar de “Fundaciones” y ONGs anglosajonas (de Gran Bretaña y
EEUU), incluso existiendo la
ONG Mapuche Nation…con sede en Bristol…¡claro que los
enfervorizados “progres” parecen ignorarlo, ni demuestran que pueda
importarles!
En
contra de muy nefastos discursos y prédicas de ese peculiar racismo invertido,
que es el ultra indigenismo, es interesante constatar que posiblemente resulte
imposible realizar una separación tajante entre “originarios” y no originarios,
habida cuenta de esas benditas mezclas de etnias, que ante estudios de ADN
seguramente provocarían más de una sorpresa, por la difusión mucho mayor que la
visible a simple vista, de genes originarios, africanos y otros, en nuestras
poblaciones.
Por
supuesto no se desconocen muchas acciones negativas perpetradas por las
corrientes colonizadoras en Íbero América, antes de nuestras independencias; ni
tampoco la altanería de las monarquías europeas, que intentaron reinstaurar el
colonialismo en el siglo XIX. ¡Ni tampoco podemos dejar de lado el
neocolonialismo económico, montado sobre los muy corruptos procesos de
“privatizaciones” –verdaderos saqueos desenfrenados- del reciente noventismo
exacerbadamente neoliberal; en todo lo cual la actual España “comunitaria” fue
parte muy activa y vergonzosamente agresiva; actitud en la que persiste –con el
peso de la Unión
Europea-, al pretender castigarnos cortando de cuajo nuestras
exportaciones de biocombustibles a la
UE , como clara represalia neocolonialista por la soberana
acción de recuperación de nuestra petrolera estatal YPF.
Pero
aquellos errores e incluso tropelías de los colonizadores de los siglos XVII,
XVIII y XIX; ni las soberbias actitudes neocoloniales de las actuales
oligarquías españolas, no nos deben hacer olvidar que los tres grandes factores
de unidad de nuestra Íbero América, son claras herencias que nos legó la vieja
y hoy injustamente vilipendiada Madre Patria: idioma en común, religión en
común, e historia en común. Todos ellos formidables vínculos de fortaleza
geopolítica; los mismos que los ultra indigenistas y otros factores de
disolución social, hábilmente manipulados como instrumentos anglosajones de las
guerras blandas, pretenden destruir.
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