La publicación de estos apuntes sobre Historia Argentina, no tienen otra pretensión que prestar ayuda, tanto a estudiantes como a profesores de la materia en cuestión.

Muchos de ellos, simplemente son los apuntes confeccionados por el suscripto, para servir como ayuda memoria en las respectivas clases de los distintos temas que expusiera durante mi práctica en el Profesorado. Me daría por muy satisfecho si sirvieran a otras personas para ese objetivo.

Al finalizar cada apunte, o en el transcurso del mismo texto se puede encontrar la bibliografía correspondiente a los diferentes aspectos mencionados.

Al margen de ello invitaremos a personas que compartan esta metodología, a sumarse con nuevos apuntes de Historia Argentina.




Profesor Roberto Antonio Lizarazu

roberto.lizarazu@hotmail.com



lunes, 2 de julio de 2012



 CAUSAS ESTRUCTURALES DEL DÉFICIT COMERCIAL CON BRASIL

Por: Contador Carlos Andrés Ortiz 
Tema de recurrente mención, es el saldo fuertemente negativo para Argentina, del comercio bilateral con Brasil. En los años anteriores, de mucha bonanza, el tema pasaba poco advertido. Al llegar los coletazos de la descomunal crisis que hoy afecta a Europa, pasó a ser motivo de debates. Y como siempre suele suceder, prima la superficialidad y las opiniones casi de compromiso.
Eso no es casual, pues a poco de profundizar en el tema, se advierten las gruesas responsabilidades y las evidencias fuertemente culposas, del establishment ultra conservador de Argentina, tan aferrado a esquemas productivos simplistas y perimidos; como añorante de realidades socio políticas de exclusiones masivas y de prebendarios privilegios para algunas “castas” de la vieja oligarquía vacuna, así como de la “patria financiera” que se enriqueció a pura especulación, mientras el país se desarmaba por los cuatro costados, en aquellos terribles años del neoliberalismo salvaje (1976-2001).
Básicamente la balanza comercial de Argentina con Brasil es muy difícil de equilibrar, pues en muchos rubros importantes, somos importadores netos, como consecuencia directa de las (des) políticas nocivas de anti industrialismo activo, practicadas durante el muy nefasto cuarto de siglo neoliberal (1976-2001), que tan terribles consecuencias trajeron aparejadas.
Es de recordar que en los hechos, los sectores político – económicos que se adueñaron del poder en Argentina en aquellos años, buscaron de hecho promover las desindustrialización forzosa de nuestro país, a la par que achicaron brutalmente los institutos creadores de tecnología; todo ello mientras desde los aparatos institucionales de comunicación masiva, se machacaba constantemente acerca de las presuntas “ventajas” que resultarían de la “especialización” (léase primarización forzosa) que se pretendía forzar como “modelo” económico y supuesta única alternativa posible.
Esa primarización forzosa de la economía implicaba retroceder –con brutalidad impiadosa- medio siglo atrás, volviéndose a un esquema cerrado y excluyente, solamente basado en la producción de materias primas. Era la vuelta a la falsa “Argentina próspera” de comienzos del siglo XX, aquella de estancieros llenos de riqueza, en un marco de peones de “pata’l suelo”, con el agregado de una clase media devaluada y mendicante, dependiente de escasos y mal pagados trabajos, básicamente en el achicado Estado, o en alguna que otra actividad comercial o de servicios.
En ese marco opresivo, con baterías de medidas de desaliento a la industria y a las actividades tecnológicas, las consecuencias negativas fueron muchas. Cierres de plantas industriales, aumento de la desocupación, apertura indiscriminada del mercado interno argentino (rápida y persistentemente inundado con productos industriales y tecnológicos de manufactura extranjera), sobrevaluación de nuestra moneda (que favorecía más aún las importaciones y dificultaba las exportaciones), supresión de las políticas activas de promoción de exportaciones, y otras de similares nocivas consecuencias.
Casi nadie recuerda que después de los interminables años de desguace económico que significaron “el proceso”, la tibieza anómica del alfonsinato (con una caída del PBI de casi diez puntos en la década), y la tremenda corruptela destructiva del menemato; en el afortunadamente corto pero muy nocivo delarruato se aceleró la fuga de establecimientos industriales que cerraban sus puertas en Argentina, para trasladar sus producciones a Brasil.
En ese contexto, sin que se mueva un dedo en contrario, con el “Estado prescindente” que recomienda la ortodoxia liberal, cerraron sus puertas numerosas fábricas de autopartes, la mayoría de las plantas productoras de camiones (Chrysler, Ford, General Motors, Mercedes Benz), todas las plantas productoras de tractores, las productoras de material ferroviario, químicas, textiles, productoras de calzados deportivos, electrónicos, electrodomésticos, motocicletas, carroceras, etc.
Criminalmente perversa fue la medida de regalar –literalmente- nuestra participación (50 %) del por entonces promisorio proyecto CBA 130, encarado por nuestra Fábrica Militar de Aviones asociada con Embraer. Hoy ese proyecto domina el mercado mundial de aviones de pasajeros de corta y media distancia, y Aerolíneas Argentinas debió importar su renovada flota de cabotaje, en vez de sumar esos aportes a la industria aeronáutica argentina. Por supuesto que no es culpa de la reestatizada AA; eso fue consecuencia de la desindustrialización provocada adrede por el neoliberalismo salvaje.
Es redundante explicar la enorme importancia estratégica y el efecto multiplicador de la industria aeronáutica, de la cual fuimos líderes en América Latina, burdamente ofrendada en el “altar” pagano neoliberal.
En muchos de esos muy dinámicos rubros de producciones industriales, no solo se trasladaron empresas, sino que varias líneas de producción fueron transferidas a filiales brasileñas, en los casos de las automotrices, electrodomésticos, y otras.
También muchas nuevas inversiones concretadas en aquellos aciagos años para Argentina, fueron dirigidas excluyentemente hacia Brasil. Tales como el gigantesco polo automotriz levantado en Curitiba, con tres grandes plantas de Renault,  Volvo Camiones, General Motors y Volkswagen.
Pese a las numerosas inversiones concretadas en los últimos años, que hicieron renacer diversas ramas industriales en nuestro país, impulsando el fuerte incremento del PBI y los considerables crecimientos de los índices de ocupación de mano de obra; en los hechos el mercado argentino es cautivo de la provisión brasileña de camiones, chasis para ómnibus, automotores, autopartes, motores para electrodomésticos, motocicletas, tractores, maquinarias viales y diversas ramas industriales incluso de baja tecnología, como artículos de limpieza, higiene, textiles y otros; además de los citados aviones de cabotaje con sus repuestos.
Adicionalmente, influyendo en la Balanza de Pagos argentino-brasileña, debe computarse que muchas empresas emblemáticas de Argentina (como Quilmes, Loma Negra, la petrolera de Pérez Companc, etc.), han pasado a ser de propiedad brasileña.
No es un tema menor que el empresariado brasileño está consustanciado con el desarrollo tecnológico e industrial de su país y con su política de fuertes inversiones en obras públicas; mientras que en Argentina, sectores con importantes cuotas de poder –como la Sociedad Rural Argentina, grupos empresarios y fundaciones ultra liberales, entre otros- operan como grupos de presión que pugnan por hacernos retrotraer al perimido rol de economía primaria, sin desarrollo tecnológico e industrial, e incluso oponiéndose a la concreción de grandes e imprescindibles obras de infraestructura, sin las cuales nuestro desarrollo será imposible.
Incluso sectores fuertemente beneficiados con la orientación industrialista de la política económica de los últimos años (como algunas ramas dirigenciales de la minería, automotriz, profesionales especializados –hoy bien pagos y con trabajo abundante, e incluso industriales y comerciantes de PYMES que crecieron al amparo de la mejora del poder adquisitivo de la población, etc.-), siguen aferrados a absurdas y perversas ideas “librecambistas”; demostrando que la memoria histórica no funciona en sectores cooptados por la maraña mental de la colonización cultural…pero ese ya es otro tema.
Nivelar nuestro intercambio comercial con la hoy principal economía de Sudamérica, requiere sin duda continuar impulsando el desarrollo industrial y tecnológico de nuestro país. Un postulado progresista por cierto muy alejado de los focos del poder ultra conservador de nuestro país, curiosamente muchas veces respaldado por grupúsculos autotitulados “de izquierdas”, sectores ultra ecologistas, los medios de comunicación del establishment, sectores del academicismo ortodoxo insertados en las Universidades Nacionales, tecnócratas de segundas o terceras líneas de estamentos estatales, etc.




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