Por: Roberto
Antonio Lizarazu
En el
comentario anterior, en esta misma fecha, Blogger Google tuvo la amabilidad de
publicarme una nota en relación a la
Muerte del Gato Moro
a manos de la policía de Monte Caseros en 1889. En sus primeros parágrafos pedí
por favor que no se confundiera a ese Gato
Moro, que era el seudónimo de Alberto Zárate, un bandolero correntino que
es muerto en Monte Caseros, con el Gato
Moro de Santa Tecla, que es el seudónimo de Don Ernesto Ezquer Zelaya.
Aclarando que esa confusión me acarrearía las iras de mi hermano mayor Carlos
Antonio Lizarazu quien es un ferviente admirador de la notable obra literaria
de Ezquer Zelaya.
Don Ernesto
Ezquer Zelaya, El Gato Moro de Santa Tecla,
nace en Corrientes hace 109 años, el 21 de noviembre de 1904, en la estancia
propiedad de su familia “Santa Tecla”, ubicada entre Ituzaingó y Posadas
sobre el Río Paraná frente a la isla Talavera. Hoy en día la mayor parte de
este paisaje ha sido cambiado en nombre del progreso. Esa Isla Talavera (hay
otras del mismo nombre, Paraguaya) quedó sumergida por el agua de la Represa de Yacyretá-Apipé.
Fallece, el
12 de abril de 1952, en la misma Santa Tecla donde había nacido, habiendo sido
hasta pocos meses antes, Agregado Cultural en la Embajada Argentina
en Asunción del Paraguay. A pesar de sus diferencias políticas con el gobierno,
fue el propio gobernador de Corrientes de ese momento el General Filomeno
Velazco, quien promovió su nombramiento.
Además de
numerosos artículos publicados en varios medios, sus obras mas reconocidas son:
De 1938 “Sucedió”; publicado en 1940 “Poncho Celeste, Vincha Punzó”; y en
1943 publicó “Puñado Yohá”, “Payé” y
“Cartas Correntinas y otras yerbas”.
En un
ejemplar de “Poncho Celeste, Vincha Punzó”
que cuento en mi poder y fuera reeditado en 1956, en el prólogo que escribiera
el señor Justo P. Sáenz (hijo), resume a mi criterio, perfectamente lo que el
autor expresa. “Trasuntan en sus páginas
el Corrientes actual y el de hace cuarenta años. El Corrientes que la
generalidad desconoce, aunque intuye, por la leyenda sangrienta que siempre lo
aureoló. El Corrientes de las divisa partidarias, con sus policías
omnipotentes, estancieros vengativos, mariscadores, matones, capangas,
contrabandistas, gauchos alzados, bandidos brasileros o paraguayos, otrora bajo
la ley del facón y el naranjero y hoy gozosos de sentir suplantada por la del
revolver Colt y el Winchester 44” .
En otro
párrafo, continúa Justo P. Sáenz “El
Corrientes del varón homicida y leal; sumiso con quienes se ganaron su afecto y
feroz con al adversario; cuatrero a menudo, pero ladrón casi nunca. Tierra
gaucha del caballo, el alarido, el culero, la polca y el acordeón. Yberá (sic) legendario con sus montes, lomadas y esteros. Querencia aún de
matreros, donde todavía se oye rugir al tigre en alguna noche de agosto y
encandilan ciervos los faros del
automóvil; y los yacarés, dormitando en el agua barrosa, semejan leños a la
deriva”-
Conviene
recordar que el señor Justo P. Sáenz (h) se encuentra entre los
autores gauchescos más importante de las décadas de 1940 y 1950 y sus
reconocidas obras como, “Baguales”, “Equitación Gaucha”, “Los Crotos”, “Blas
Cabrera”, “El Pangaré de Galván”
y otras obras, pero siempre dentro del mismo género gauchesco, lo
convierten a Saénz en un autor fundamental de ese género. Que Justo P.
Sáenz haya prologado obras de Ezquer Zelaya marca la dimensión exacta, de su alto
nivel literario.
La pasión
política del paisanaje, que despierta conflictos irresueltos desde siempre, y
que reacciona ante la menor provocación que se sugiere, constituye el mayor de
los ejes de la narrativa de Ezquer Zelaya. El mismo lo dice que “En la Provincia
de Corrientes (década de 1940) subsiste
un fenómeno pintoresco de la historia argentina, en cuanto a colores de divisas
se refiere. Se nace liberal o autonomista, como se nace rubio o trigueño”.
En realidad
es la propia pasión política de Ezquer Zelaya la que el refleja en sus
personajes. Don Ernesto era un liberal declarado y confeso y hacía un culto de
esa circunstancia transformándola en determinante. Al mismo tiempo señala en
sus personajes tanto la férrea voluntad de trabajo como la
demostración a flor de piel de coraje, rebeldía y violencia de los paisanos y
su natural reacción ante la menor circunstancia que contradigan su libertad de
acción.
Respecto a
sus condiciones de patrón de estancia, las aguas están divididas. Algunos lo
ven como un déspota medieval y otros como un precursor del modernismo
patronal. Los segundos le reconocen el haber publicado su propio diario
interno llamado “Vinchas”, de
distribución gratuita en donde se reproducían material literario gauchesco,
como versos del Martín Fierro,
de su propia Cartas Correntinas y
Otras Yerbas y diverso material de otros consagrados autores.
Vinchas fue probablemente el primer House Organs de nuestra provincia.
Además
había organizado un servicio escolar, que como no podía ser de otra
manera, era rigurosamente obligatorio y gratuito, con maestras contratadas
de manera privada, que enseñaban a leer y escribir a los hijos de su personal,
incluso a muchos adultos que así lo deseaban, tanto de Santa Tecla como de
campos vecinos.
Los
Reglamentos. Don
Ernesto había redactado varias normas que reglaban las actividades laborales en
Santa Tecla. He leído algunos autores modernistas que sin considerar el momento
y el lugar en que sucediera, critican por retrógrados estos reglamentos
internos para Santa Tecla. Es lo mismo que si quisiéramos analizar las Instrucciones para el Estanciero de José
Hernández, con los conocimientos, la normativa, y la
mentalidad actual.
Los
Ezquerceros. Don
Ernesto contaba con un permanente grupo de seguidores que no eran precisamente
fans literarios. Muchos de ellos peones de la propia Santa Tecla y de de otros
establecimientos vecinos, llamados “los
ezquerceros” que constituían su tropa personal. Incluso había varios ezquerceros que eran oriundos de
Posadas y se sumaban a la tropa cuando Don Ernesto viajaba desde Santa Tecla al
Hotel Savoy en Posadas. Cuentan algunos memoriosos que cuando se encontraban en
el Savoy, los ezquerceros y sus
cabalgaduras ocupaban prácticamente toda la calle frente al hotel.
Don Ernesto
tenía un cuento que él hacía a sus amigos invitados no correntinos a Santa
Tecla. Les decía: Tené cuidado con estos, señalando a los ezquerceros, mirá que estos no saben bailar el tango. Ante
esa afirmación los invitados se veían obligados a preguntar ¿Cómo, por qué no
saben bailar el tango? Y Don Ernesto les aclaraba: Por que no saben dar el paso atrás.
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