PEDRO CHAMIJO, DE DELINCUENTE ANDALUZ A INCA
DEL TUCUMÁN
Por:
Roberto Antonio Lizarazu
Cuadro de situación
El
sorprendente caso del andaluz Pedro Chamijo que llega a convertirse en Inca
Hualpa, solamente podría haberse dado en las inusuales circunstancias políticas,
geográficas y sociales que presentaba la gobernación del Tucumán de mediados
del siglo 17. Estamos hablando de un territorio de 700.000 kilómetros
cuadrados de extensión, conformado por las actuales provincias de Jujuy, Salta,
Tucumán, Catamarca, La Rioja ,
Santiago del Estero y parte de Córdoba y Chaco.
Nos
precisa el doctor Lizondo Borda que: De
acuerdo a los censos de la época,
había 700 españoles contando solamente los individuos de sexo masculino. De
éstos, 350 a
400 eran habitantes o vecinos, llamados también encomenderos o feudatarios,
gente establecida en las distintas ciudades y poseedora de grandes latifundios
poblados por aborígenes, que les había sido otorgados en reconocimiento a sus
méritos como conquistadores de nuevas tierras para la corona o como defensores
de éstas, una vez conquistadas. Los restantes eran moradores, o gente de paso
por la gobernación, tales como funcionarios o comerciantes.
Si al número de habitantes
varones se agrega el de sus familiares, resulta que la población estable de
sangre española, y muchas veces mestiza, alcanzaba a unas dos mil o dos mil
quinientas almas. El número resulta irrisorio si se considera que ese grupo
trató de imponer, y finalmente impuso, un nuevo sistema de vida en tierra
extraña, irradiando desde sus ciudades y estancias, diminutos trasplantes
europeos en la inmensidad de esa gobernación. Se calcula que los habitantes originarios del
sector oscilarían entre 40 y 50 mil almas. Los grupos más numerosos y definidos
eran: Los pulares, los calchaquíes y los diaguitas.
El escenario donde se representa
esta charada –cronicón lo denomina acertadamente Roberto Payró-, es el que
describimos, el de la gobernación del Tucumán del siglo 17, que dependía
administrativamente al Virreinato del Perú. El primer actor es Pedro Chamijo un granadino
nacido en Arahal en 1602 y fallece ejecutado el 3 de enero de 1667 en Lima. De
cuna humilde morisca o mudéjar, de tez
morena y pelo negro, logró aprender a leer y escribir junto a los jesuitas en
Cádiz y embarcó a la Tierra Nueva escapando a la
rigurosa ley hispánica del momento por algunas raterías menores. (1)
La actuación de Chamijo ocurre
entre 1620 que desembarca en Pisco, Perú;
y 1667 que es ejecutado en Lima. Los autores no se ponen de acuerdo con
precisión en como llega Chamijo a radicarse en el Virreinato del Perú.
Presentan varias posibilidades. Pero la versión más documentada es que a los 18
años desembarcó en Pisco en 1620, atraído por la promesa de riqueza fácil y con
un conveniente cambio de nombre da comienzo a sus fabulosas aspiraciones.
Previamente en Chunchos (2) contrajo un oportuno matrimonio con Ana Bonilla,
quien era hija de padre zambo y madre indígena que le facilitó el ingreso
social y étnico al sector de su interés.
Su suegra era dueña de un extenso
latifundio que él manejaba como propio.
A
partir de su matrimonio, ya existen
mayores precisiones documentadas de sus andanzas y adopta el nombre de Pedro
Bohorquez, tomado de un sacerdote español ya fallecido en ese momento.
Otro actor que considero gravitante es la sociedad misma, que heredera de los conquistadores y
colonizadores, se encontraba abocada a la adquisición de rápidas riquezas con
poco trabajo, que permitieran regresar
al viejo continente con el mítico sueño del regreso triunfal. El siglo 17 se
caracterizó por esta aspiración y una de las maneras más factibles de llevarlo
a cabo, fue participar en el hallazgo de la fabulosa Ciudad de los Césares,
que como veremos más adelante presentó múltiples variantes en denominaciones y
ubicaciones. Esto explicaría la aceptación casi generalizada que lograría Chamijo
en sus diferentes maniobras y sin la cual hubiese sido imposible sus proyectos y
acciones. Autoridades virreinales y judiciales, religiosos, financistas, caciques
y otros, se prestaron para esta tragicomedia que finaliza de la peor manera:
Con nuestro primer actor en la picota.
En este mismo sentido, contó con
la aprobación, y ayuda económica de un numeroso grupo de sacerdotes jesuitas.
Bohorquez usó dos argumentos muy convincentes: Primero que bajo sus órdenes los
indígenas se convertirían al cristianismo masivamente y luego los dividendos
que eso representaría. Estos sacerdotes en algunas ocasiones actuaban en
oposición a sus respectivas autoridades y otras con su beneplácito. Los que me
conocen saben lo penoso que me resulta escribir estas referencias.
Hasta principios del siglo
pasado, la mayor responsabilidad de los sucesos se le atribuía, además del
reo, al gobernador del Tucumán don
Alfonso de Mercado y Villacorta. A quien se le responsabilizaba, de por lo
menos, ser inoperante, cómplice y algunos autores sugieren que fue financista de Chamijo. Ahora con nuevas
interpretaciones sobre el particular, las responsabilidades son compartidas por
más actores que permanecieron sin aclarar por diferentes razones.
Sus
malogradas aventuras como explorador
Pero antes de su período de líder de las revueltas calchaquíes,
por 1639, Chamijo estaba ocupado por encontrar la Ciudad de los Césares, y
cuando el marqués de Mancera, Pedro de Toledo y Leiva, es nombrado Virrey del Perú, consigue
autorización para hacer una expedición a las fuentes del río Marañón, donde se
aseguraba que estaba ubicado el país legendario llamado Gran Paitití. La
expedición termina de muy mala manera y los que la financiaron perdieron sus
inversiones.
En 1647 el Conde de Salvatierra,
García Sarmiento de Sotomayor y Luna asume el cargo de Virrey del Perú. Sorprendentemente Chamijo repite la solicitud
hecha al virrey anterior. Sotomayor y Luna acepta que haga una nueva expedición
a las fuentes del Marañón, la que termina como era previsible, con el mayor de
los fracasos y con nuevas deudas a los financistas que invirtieron en la misma.
De este tipo de expediciones, en
el siglo 17, se pueden contabilizar, además de las de Chamijo, un par de
decenas de intentos frustrados. Las Crónicas de Lizarazu, de 1635, se
refieren, entre otras cosas, a varias de
ellas. (3)
En 1650 por denuncias de algunos que habían invertido en él, y como resultado de estos fracasos y de todas
las deudas impagas de importes realmente altos,
Chamijo es apresado y deportado al fuerte-presidio de Valdivia en el sur
chileno. Huye de Chile en 1656 y entra por Mendoza para seguir camino hacia el
Tucumán. A fines de ese año ya se encuentra en Pomán y en diciembre en San Miguel del Tucumán.
Para marzo de 1657 entra en los valles calchaquíes y se instala en la región de
Tolombón, actualmente provincia de Salta.
Luego de estos intentos expedicionarios, de su prisión y de su
fuga, recién viene el período de inca libertario.
Sus aventuras libertarias
Roberto Payró lo
define como: Un mentiroso compulsivo. Pedro Chamijo
convenció a gobernadores y al virrey de su habilidad para encontrar los
fabulosos tesoros que todo español esperaba hallar. Y su desvarío encontró en
la desesperación de los indios y en la de los gobernantes de la corona terreno
abonado para lanzarse a un precipicio de luchas y contradicciones. Dicen que
sus orígenes eran muy humildes, que pudo haber sido morisco, o mudéjar, que
estudió en los jesuitas de Cádiz y que fue en esa ciudad donde se sintió
atraído por el ajetreo del comercio con las Indias. Probablemente embarcó allí
mismo para pasarse años vagando por trabajos sin importancia por el virreinato del Perú. Pedro aprendió quichua con la soltura
de un nativo, estudió el glorioso pasado local y prometió a los Calchaquis la
llegada de un gran rey Sol con el que derrotar al ejército español.
Simultáneamente a las gestiones de
Chamijo ante variadas autoridades coloniales, en las montañas, diferentes
grupos indígenas, los pulares, los
calchaquíes y los diaguitas, hervían de indignación por los impuestos a los que
los sometían los conquistadores. Chamijo los convenció que por sus venas corría sangre de Manco Capac
y Mama Ocllo y los calchaquíes, que ya se encontraban embarcados en su tercera
gran guerra, (4) más por necesidad de
encontrar aliados que por otra cosa, aceptaron las pretensiones del intruso que
había sufrido una notable metamorfosis:
Se vestía como ellos, hablaba como ellos -la lengua kakán-, se casó con una mujer indígena y su aspecto
físico tenía todas las características necesarias que realmente parecía salido
de un grabado de Manco Capac.
Como resultado, el granadino, que también era conocido como
Pedro Bohórquez, entre los españoles, como ya mencionamos apellido usurpado a un sacerdote y que deja adivinar un pasado tumultuoso, se
convirtió en el mayor soberano de los indígenas. Chamijo, o Bohórquez, o Inca
Hualpa, aglutinó a las tribus de la región y contó con un importante ejército a su servicio.
En Choyas le rindieron vasallaje los jefes de todas las
etnias y lo aceptaron como Titaquín, Hijo
del Sol. El granadino remontó sus orígenes al mismísimo Atahualpa. Habrá calculado
que para mentir hay que hacerlo a lo grande. Desplegó su labia de charlatán y
terminó siendo aceptado como su particular generalísimo. En el pequeño pueblo
de Tolombón construyó una fortaleza con cañones de madera y se sumergió en el
disparate de representar a un señor todopoderoso.
En esta presentación en Choyas,
Inca Hualpa al pretender ser el descendiente directo de Atahualpa, a sus pies
debieron arrodillarse caciques y curacas de los Diaguitas, los Escalonis,
los Quilmes, los Acalianes y otros muchos pueblos unidos por el odio al invasor
español. Inca Hualpa subió entonces a la categoría de Hijo del Sol, Titaquín, para los iniciados, el heredero del trono
del antiguo reino del Perú. Como buen Inca, hablaba el más fluido quechua y su
tez morena y su pelo negro no dejaban adivinar su verdadero origen ni su verdadero nombre. En esta oportunidad nombró como su lugarteniente al cacique Pedro
Pinguanta, quien lo acompañó en parte de su campaña.
Hay que reconocer que no todos
los Calchaquies se creyeron el cuento
pero lo mismo se producen varios ataques y saqueos a poblados, destacamentos,
haciendas y robos varios que pretenden afianzar la posición de fuerza de
Chamijo y sus aliados.
Por
los documentos confiables que han
llegado hasta el presente, se puede sostener que nunca los
diaguitas-calchaquies le creyeron ser descendiente de los incas, por más que
fuera de tez morena y se pareciera a ellos. Los diaguitas no aceptaban como
soberano a un inca, pero en
las circunstancias sí admitieron el liderazgo de alguien que quizás podría
librarlos del dominio español. De ellos obtuvo noticias de los yacimientos
locales, asegurándoles que si se los revelaban utilizaría todas las fuerzas a
su disposición para expulsar a los colonizadores. Se podría afirmar que ambas
partes se usaron mutuamente mientras las circunstancias lo permitían. Después
veremos que se traicionaron entre sí.
Los intentos de evangelización llevados reiteradamente a cabo por misioneros jesuitas habían resultado infructuosos, puesto que los diaguitas (calchaquíes) se mostraban reticentes a técnicas empleadas con éxito con otros grupos de la zona que sí eran más asequibles en materia dogmática.
Entre los escasos resultados de estos
se contaba un vago rumor de que los calchaquíes les habrían comentado que conocían la ubicación de prodigiosos
yacimientos de metales preciosos, vacantes desde el desmoronamiento del Imperio incaico.
Muy poco logro para tanto esfuerzo.
Ocurridos los hechos de Choyas, inmediatamente la noticia llega a
Lima. El Virrey y en Lima ya se tenían noticias del falso Inca y las más altas
instancias exigieron al gobernador de la provincia que mandara la cabeza fresca
del traidor que osaba levantarse contra la Corona. Mientras
su fama llegaba a todos los rincones, Chamijo se enredaba en una espiral de
rituales que trataban de convencer al pueblo, o más bien a sí mismo, de la
veracidad de sus ancestros. Al mismo tiempo, se desparramaba en orgías y
grandes comilonas, señoreado como estaba de la zona. Empujado por las
circunstancias, Bohórquez se puso al frente de sus milicias y plantó cara a los
españoles pero sus pocos conocimientos del arte de la guerra, y su poco seso en
general, dieron con sus huesos en retirada, y los indígenas, diezmados a pesar
de su superioridad numérica, sintieron deseos de eliminarlo más que de
utilizarlo.
Volviendo a Payró, ahora en su obra Chamijo, (Ver Bibliografía General) el proyecto del cuentero tenía como máxima aspiración, nada más ni
nada menos, que conocer la ubicación de
los tesoros escondidos y que aún se suponían en poder de los incas. Ya
mencionamos
que Payró lo describe en El falso Inca, como un mentiroso compulsivo y en su libro Chamijo no ahorra adjetivos para
calificarlo: Avaro, por la avaricia y pertinaz traidor. Chamijo
jugó con fuego y se quemó al poner al corriente de sus planes al gobernador
español en un ataque de culpabilidad por alzarse contra sus paisanos. Los jefes
de las tribus tampoco se quedaban atrás y jugaron con el granadino a su antojo,
preparando la revuelta a sus espaldas. Chamijo fue incapaz de percibir la magnitud
que adquiría su mentira, la que terminaría
haciendo rodar su cabeza, continuó
representando el papel de rey inca mientras la región se alistaba para la
guerra.
Reitero
que todo este proceso merece un análisis más severo en relación a los motivos,
no ya de Chamijo, que es evidente y manifiesto, sino de la numerosa y
calificada aceptación que obtiene de las más altas autoridades virreinales,
judiciales, religiosas, muchas de ellas jesuitas; y apoyos financieros para
intentar sus fabulosas empresas. Por supuesto todas frustradas.
Otro
actor destacado de la trama, fue el Conde de Chinchón, Luís Gerónimo de Cabrera
y Pacheco, Virrey del Perú desde 1629 hasta 1639. Cabrera y Pacheco lo recibe a
Chamijo, quien venía recomendado por, nada más ni nada menos, que el Alcalde de
Corte y Presidente de la Sala
del Crimen, don Dionisio Pérez Manrique, quien le había facilitado cartas de recomendación
para el Virrey. (5)
Casi la única oposición a las fábulas de Bohórquez, provino del obispo del Tucumán, fray Melchor de Maldonado y Saavedra, quien no creyó la historia. Sin embargo, Bohórquez pudo mantener la situación durante más de dos años, mientras asentaba un gobierno fuerte y militarizando en los valles contra los españoles. De este modo llegó a establecer la capital de su reino en Tolombón (6) pequeña localidad estratégicamente ubicada a la cual hizo fortificar, e incluso hizo dotar de una artillería defensiva compuesta por cañones hechos con madera dura (que solo soportaban 2 ó 3 tiros). La técnica de construir cañones de cuero y madera la había adquirido de un carcelero en Chile.
Además de los saqueos a poblaciones y estancias, los combates fueron cuatro, y quedan minimizados ante tanto preparativo y tantas expectativas creadas. El del Fuerte de San Bernardo, cerca de Salta, donde un par de centenar de indígenas son rechazados. En San Miguel de Tucumán, en Andalgalá y en Payogasta, poblado donde Francisco Arias es atacado por doscientos indios.
Casi la única oposición a las fábulas de Bohórquez, provino del obispo del Tucumán, fray Melchor de Maldonado y Saavedra, quien no creyó la historia. Sin embargo, Bohórquez pudo mantener la situación durante más de dos años, mientras asentaba un gobierno fuerte y militarizando en los valles contra los españoles. De este modo llegó a establecer la capital de su reino en Tolombón (6) pequeña localidad estratégicamente ubicada a la cual hizo fortificar, e incluso hizo dotar de una artillería defensiva compuesta por cañones hechos con madera dura (que solo soportaban 2 ó 3 tiros). La técnica de construir cañones de cuero y madera la había adquirido de un carcelero en Chile.
Además de los saqueos a poblaciones y estancias, los combates fueron cuatro, y quedan minimizados ante tanto preparativo y tantas expectativas creadas. El del Fuerte de San Bernardo, cerca de Salta, donde un par de centenar de indígenas son rechazados. En San Miguel de Tucumán, en Andalgalá y en Payogasta, poblado donde Francisco Arias es atacado por doscientos indios.
Trasladado a Lima, Bohórquez fue encarcelado y se
le mantuvo preso durante años como
compensación por sus delaciones. Delato a autoridades a sus financistas, a los
jesuitas, a los indígenas y a su propio hijo.
Pero, enterada del asunto la regenta María de Austria, tutora de un
Carlos III aún niño, ordenó la pena capital al traidor doble. Pedro Chamijo fue
ejecutado públicamente (7) mediante garrote vil, posteriormente ahorcado
y más tarde su cabeza separada del tronco y expuesta como advertencia en la Plaza Mayor de Lima o Plaza de
Armas; y luego trasladada al puente del limeño barrio de San Lorenzo. Por
supuesto todo esto último con fines pedagógicos.
Observaciones
(1) Arahal es una localidad de la provincia de
Granada, que a su vez integra la región de Andalucía. Hoy se denomina Comunidad
Autónoma de Andalucía.
(2) En Chunchos, sorprendentemente, había
vivido hacia 1615 Diego Ramírez, otro aventurero español, pero esta vez
castellano, que había hecho lo mismo que unas décadas más tarde hiciera
Chamijo. Hacerse pasar por hijo del Inca. Ramírez tuvo más suerte que Chamijo,
solamente terminó en galera.
(3) Juan de Lizarazu (1594-1644). Fue
Presidente entre 1635 y 1642, de la Audiencia y Cancillería Real de La Plata de los Charcas y
posteriormente Presidente y Capitán General de la real Audiencia de Quito entre
1642 y 1645. Juan de Lizarazu es el autor de Las Crónicas de Lizarazu, fechada
en 1635. En ellas, se detallan distintas campañas por el intento de encontrar el Gran Paitití.
El que escribe nunca pudo contar con el texto completo
de estas Crónicas por obvias carencias de numerario, pero de manera parcial,
gracias a investigaciones del antropólogo xenobés Yuri Leveratto, se pueden conocer importantes partes de la
crónica mencionada.
(4) Las denominadas Guerras Calchaquies, que en
opinión del suscripto deberían denominarse Guerras Diaguitas-Calchaquíes,
consistieron en grandes movimientos de rebelión ocurridos, el primero entre 1630 a 1635 y el segundo
ocupa poco más de una década, entre 1656 y 1667. Algunos autores a este
segundo levantamiento lo dividen en dos períodos, que conforman las tres
guerras que usualmente se estudian. La participación de Chamijo tiene
influencia en el segundo de ellos, entre 1656 y 1659.
(5 ) Chamijo que para ese momento debería
encontrarse prófugo de la justicia española, tiene cartas de presentación del
Presidente de la Sala
del Crimen, de la Audiencia
de Charcas para entrevistarse con el Virrey del Perú.
(6) Tolombón es una localidad situada en los
valles calchaquíes, en el sur de la actual
provincia de Salta, a pocos kilómetros de la frontera interprovincial de Catamarca y de Tucumán.
(7) Algunos autores señalan que el garrote vil
fue aplicado en secreto.
Virreyes que
gobernaron el Virreinato del Perú durante el período de actuación de nuestro
personaje.
Gerónimo Fernández de Cabrera (1628-1639)
Pedro de Toledo y Leiva (1639-1648)
García Sarmiento de Sotomayor y Luna
(1648-1655)
Luis Enrique de Guzmán (1655-1661)
Diego Benavídez y de la Cueva (1661-1666)
Presidentes de la Audiencia y Cancillería
Real de La Plata
de los Charcas, Las Audiencias son el poder judicial de los Virreinatos.
Martín de Egües
(1627-1632)
Juan de Carabajal y
Sande (mayo de 1632-1635)
Dionisio Pérez Manrique de Lara, marqués
de Santiago (1642-1647)
Francisco de Nestares
Marín (1647-1656)
Bartolomé de Salazar (1661-1663)
Pedro Vázquez de
Velasco (1663-1670)
Bibliografía
General
Roberto Payró. El Falso Inca (Crónicón de la Conquista ). Compañía Sudamericana de Billetes
de Banco, Buenos Aires, 1905.
Es preciso aclarar que Roberto Jorge Payró no era
un historiador. Era un destacado escritor y periodista que escribía novelas
históricas o crónicas históricas, pero sin el rigor científico que deberían
tener los historiadores. El tema de Pedro
Chamijo, fue para Payró un tema recurrente. El Falso Inca, es de 1905, Chamijo es de 1930; y aparece el personaje nuevamente
en Los Tesoros del Rey Blanco y Porque no
fue descubierta la Ciudad
de los Césares, de 1935.
Debemos coincidir
que es un personaje de novela. Para mejor comprender las aventuras de
Bohorquez, si siguiéramos solamente lo escrito por Payró, los sucesos cronológicamente
siguen este orden. Primero se debería leer Los
Tesoros del rey Blanco y Porque no fue
descubierta la Ciudad
de los Césares, que es la última publicada. Luego continuar con El falso Inca, y finalmente leer Chamijo. En ese orden.
Teresa Piossek Prebisch. La
Rebelión de Pedro
Bohorquez. El Inca del Tucumán (1656-1659). Relato histórico documental. Juarez Editor, Buenos aires, 1976.
Manuel Lizondo Borda. Historia del Tucumán. (Siglos XVII y XVIII). Universidad Nacional
de Tucumán, Departamento de Historia, Lingüística y Folklore, Tucumán,
Argentina, 1941.
Hernando de Torreblanca. Relación histórica de Calchaquí. 1696. Ediciones Culturales Argentinas,
Ministerio de educación y Justicia, Secretaría de Cultura. Edición ECA. Buenos Aires, 1984.
Torreblanca que
era sacerdote jesuita, fue uno más de los que creyeron y apoyaron a Chamijo en
sus delirios de riquezas y lo consideraba como auténtico nieto de Atahualpa.
Esta Relación Histórica, escrita en 1696 se conoce entre nosotros gracias a
investigaciones en el Archivo general de Indias por la
profesora Teresa Piossek Prebisch.
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