CUANDO LOS FERROVIARIOS
DERROTARON UN MALÓN
Por: Roberto Antonio
Lizarazu
Para
el ingeniero Juan Abel Angélico
Este suceso podría servir como
guión para una película dirigida por John Ford, pero integra esas extrañas
vicisitudes que nos regalan las crónicas históricas de nuestro país. Ocurrió al
sudeste del Chaco, en La Sabana ,
a pocos kilómetros del Paraná y de Empedrado.
Para 1885, siguiendo la
tendencia de la expansión de líneas ferroviarias, el gobierno de la Provincia de Santa Fe y
capitales privados, proyectan un ramal con una traza que una desde Rosario y
Santa Fe con el sur chaqueño. Los
motivos del proyecto son evidentes, la integración del noreste santafesino y el sur del, en ese momento, Territorio
Nacional del Chaco, con las ciudades más
importantes de la provincia de Santa Fe. Por supuesto se debe incluir en esa
motivación como factor fundamental, la
carga de durmientes de La
Forestal hasta la salida marítima de los puertos
santafesinos, que garantizaban la exportación de durmientes y de todo tipo
de madera, a los mercados ávidos de
este fundamental y básico elemento de la construcción ferroviaria. Este emprendimiento da como resultado el denominado Ferrocarril Santa Fe, que en 1947 con la nacionalización,
integra el Ferrocarril General Belgrano.
Entre otras razones geopolíticas, porque su trocha era de 1 metro .
Para mediados del año 1899 la
construcción de vías había superado el límite interprovincial de Santa Fe y el Chaco y llegado hasta La Sabana , en ese momento
punta de riel. Debido a esa circunstancia, el campamento de Vía y Obra, estaba
al mando del capataz Don Jacobo Luis Lutringer (1) quien dirigía una cuadrilla
de una veintena de hombres y un muy bien provisto almacén de comestibles con su
infaltable armería compuesta de flamantes Winchester y revólveres de alto
calibre. (2)
Antes de continuar es preciso
ubicar a todos los actores del drama. Primero los habitantes de La Sabana , que son quienes
reciben el ataque principal. Los componentes del campamento de Vía y Obras cuyo
capataz era Lutringer, que era personal ferroviario. El personal de La Forestal que trabajaba
desmontando a medida que avanzaban las vías y que tenían su propio campamento.
Un destacamento militar y policial que dependía del gobierno santafecino, que
también tenía su campamento propio porque se trasladaba a medida que progresaba
la traza de vías y finalmente los indios tobas del cacique Marenco
que ejecutan el malón.
Debo reconocer que sobre este
incidente, en la actualidad, existen dos versiones casi opuestas. Solamente
comentaré la que considero la verídica, la que estudié y leí desde siempre en
diversos autores liberales o revisionistas; pero conozco la
versión progresista o indigenista de los mismos hechos, que por supuesto, justifican el malón, y lo mechan con soldados
desertores que ayudaron a los indígenas en lugar de defender a los pobladores y
a los ferroviarios. Hay para todos los gustos. El relato modifica a la crónica
y a la historia. Cada lector puede elegir la versión que le parezca adecuada. Esta
nueva revisión de este tipo de hechos que involucra a personas de pueblos
originarios, comenzó en la década de 1980 y goza de muy buena salud y prensa
favorable.
Pero debemos regresar a nuestro malón. El domingo 26 de junio de
1899, se festejaba en La Sabana
la festividad de San Juan, pero el problema provendría de sus cercanías. En el
paraje denominado La Cueva
en el Km. 425 de la línea férrea se hallaba una toldería de indios Tobas que
tenían por cacique a un indio llamado José
Marenco, quien tenía por costumbre alcoholizar a su gente para incitarlos a
cometer toda clase de desmanes. Al amanecer de ese domingo y cuando los
habitantes de La Sabana
se encontraban aún entregados al reposo, dos empleados de La Forestal que trabajaban
en la zona apellidados Villalba y Agüero,
avistaron los movimientos de la indiada en pie de guerra, y se dirigieron
presurosos a dar la voz de alarma a la indefensa población. Tras ellos irrumpió el malón dirigido por un
cristiano renegado de nombre Juan Saavedra,
quien ebrio como sus huestes, venían armados con lanzas, hachas, boleadoras
y algunas armas cortas. Acompañaron su ataque con los toques de un clarín, que
algunos autores consultados deducen que seguramente fue sustraído a alguna
banda de músicos. (3)
El desconcierto en La Sabana fue total y nadie
atinaba a organizar una defensa, sino tan solo a encerrarse en las precarias
viviendas, donde serían pronto presa de la muerte y el pillaje. (4) La reacción
provino del campamento donde se encontraba Lutringer y sus obreros
ferroviarios. Todos se armaron con los Winchester y cada uno llevaba dos
revolver en la cintura.
El plan defensivo de Lutringer
fue sencillo y de una eficiencia notable. Dividió en dos a sus veinte operarios. Dos de ellos
quedaron cuidando el campamento con su almacén y su armería, donde
habían dejado las armas que los dieciocho restantes no alcanzaron a llevar. A
los dieciocho restantes los separó en dos columnas de nueve que entraron en La Sabana por el norte y por
el este. Se menciona en el libro de la
CEPAL que: “La certera puntería de los ferroviarios fue
produciendo una baja tras otra entre los salvajes, que no esperaban una
resistencia de esa envergadura. Con la consecuencia de que varios vecinos, que
tenían armas de fuego, se sumaron a las filas ferroviarias produciéndose un
combate encarnizado, hasta que un toque de clarín mandado ejecutar por el
renegado Juan Saavedra, advirtió a los indios que debían huir de La Sabana. A
Lutringer aún le quedó un resto de munición para organizar la persecución, cosa
que resultó infructuosa, pues los ferroviarios actuaban a pie, en tanto que los
salvajes iban montados”.
En
lo más encarnizado del combate, un poblador de apellido Quiroz, pudo escapar al cerco de los atacantes y de un galope fue en
demanda de auxilio hasta el campamento militar/policial, donde a unos seis
kilómetros de La Sabana ,
estaban acampados los batallones 8 y 11 de esta fuerza santafesina. Cuando
llegaron estas tropas, los indios ya se habían retirado dejando en La Sabana el trágico saldo de
once víctimas fatales entre los pobladores de La Sabana , en su mayoría
niños. Por su parte los autores del malón tuvieron numerosos muertos y heridos,
pero esa cifra nunca se detalló.
Don Jacobo Lutringer mereció
reconocimientos de varios sitios. Del Ferrocarril Santa Fe, un pergamino y un
ascenso. De la Presidencia
de La nación, “en reconocimiento a la
heroica acción por la que La
Sabana , la naciente localidad chaqueña, se salvó de la
destrucción y la muerte” firmó un
pergamino el General Julio Argentino Roca que ejercía su segundo mandato
(12.10.1898 al 12.10.1904). El gobierno del Territorio Nacional del Chaco, en
la persona de su gobernador, el general Enrique Miguel Luzuriaga, quien
presidiera ese territorio nacional por cuatro períodos consecutivos, desde el
18.08.1891 hasta el 28.01.1905, le otorgó a Lutringer un pergamino de
agradecimiento por “salvar la vida y los
bienes de los habitantes de La Sabana ”.
Observaciones
(1) Es llamativo observar como Don Jacobo Luis Lutringer durante
décadas, en diversas menciones de este
incidente, aparece mencionado como Luis
J. Lutringer, desapareciendo su nombre Jacobo
del texto. Nuestro antisemitismo autóctono no podía tolerar que una persona con
un nombre judío pudiese tener una acción llamativamente heroica.
(2)
Para 1899, el personal responsable de la construcción de todos los ramales
ferroviarios estaban provistos, sobre todo los campamentos de Vía y Obra, que
se encontraban aislados del resto del personal, de flamantes Winchester 44-40
(modelo 1873, calibre 10,8 x 33) y de revólveres Smith & Wesson y Colt de
diversos calibres.
En
realidad los míticos revólveres Smith & Wesson eran en su mayoría
españoles, de la fábrica Orbea Hermanos, de Eibar, País Vasco. Orbea obtiene
por un lustro entre 1878/1883 la licencia de Smith & Wesson (Springfield,
Massachusetts, E.U.) para fabricarlos en
España. Los más requeridos eran los de seis tiros, calibre 44, y fueron muy
solicitados por las empresas ferroviarias inglesas y francesas que en ese momento
se instalaban en varios continentes.
(3) José
Marenco podría
ser ebrio, pero no era zonzo. Organizó el malón y facilitó el aguardiente para
su indiada, pero lo mandó a Juan Saavedra al frente de la acción. El
se guardó para el malón siguiente. Lo que se dice todo un estratega del
combate.
(4) Se conservan algunas
fotografías de los cadáveres, de mutilados y de varios niños y niñas gravemente
afectadas. Así también de indios muertos y de algunos tomados prisioneros.
Considero que no corresponde publicarlas en este blog por razones obvias.
Bibliografía General
Historia de la Conquista del Chaco. Orlando Mario Punzi. Editorial
Vinciguerra. 1977.
Orlando Mario Punzi, es un
consagrado autor literario e historiador.
Coronel, Ingeniero Militar; y casualmente
hijo de ferroviario. Su padre era Jefe de Estación cuando en un incidente
delictivo fue muerto trágicamente.
Historia del Transporte Ferroviario en América Latina y la
integración Económica Regional, Naciones Unidas, CEPAL, Comisión Económica para
América Latina, Nueva York, mayo de 1965. 348 páginas.
Academia Nacional de la Historia. Historia de la Nación Argentina. Volumen X, Historia de las Provincias, límites interprovinciales y
Territorios Nacionales.
En la misma obra, ver Tomo 22,
página 227 y siguientes. Capítulo XVII, Historia del Chaco y de sus Pueblos, Ernesto J. Maeder, Los gobiernos de Donovan y de Luzuriaga.
Me rreintereso esto es muy informativo
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