La publicación de estos apuntes sobre Historia Argentina, no tienen otra pretensión que prestar ayuda, tanto a estudiantes como a profesores de la materia en cuestión.Muchos de ellos, simplemente son los apuntes confeccionados por el suscripto, para servir como ayuda memoria en las respectivas clases de los distintos temas que expusiera durante mi práctica en el Profesorado. Me daría por muy satisfecho si sirvieran a otras personas para ese objetivo.Al finalizar cada apunte, o en el transcurso del mismo texto se puede encontrar la bibliografía correspondiente a los diferentes aspectos mencionados.Al margen de ello invitaremos a personas que compartan esta metodología, a sumarse con nuevos apuntes de Historia Argentina.
Profesor Roberto Antonio Lizarazu
roberto.lizarazu@hotmail.com
El fruto del vacío ideológico.
Por: Alberto Medina Méndez
Alguna gente intenta convertir en virtud aquello que, en
realidad, es solo un gran problema. Cierta prédica funcional a la política
mediocre de este tiempo se ha arraigado con mucha fuerza. Demasiada gente
supone que es una ventaja no disponer de una visión ideológica propia y hasta
se ufana de esa posición, como si esta fuera inexorablemente la más acertada.
La recurrente profecía del "fin de las ideologías", es solo un ardid
diseñado por una dirigencia política mezquina que quiere tener las manos libres
para hacer y deshacer a su antojo. Si tuvieran que fijar posturas públicamente,
que brinden indicios acerca de su pensamiento, eso los obligaría a actuar en
consecuencia. Es por eso que prefieren este vacío categórico, este ámbito
completamente versátil, al que decidieron bautizar como
"pragmatismo".
Esa teoría sostiene que no es indispensable aferrarse a doctrinas y que las
decisiones políticas deben tomarse según lo que convenga en cada momento. Ese
esquema es muy cómodo para hacer lo que sea, en un sentido o en el exactamente
opuesto, siempre según los circunstanciales intereses de la casta política, con
parámetros tan volátiles como inmorales.
Para que esa perspectiva se imponga como razonable, y al mismo tiempo otorgue
cierta sensatez a su accionar, esos políticos e intelectuales, se han ocupado
de presentar a las ideologías como un dogma, como algo absolutamente cerrado,
que no puede ser debatido de modo alguno.
Si aceptaran que es solo un conjunto de visiones que se sustenta sobre ciertos
mínimos principios, su tesis difamadora, su estrategia detractora no tendría
tantos adeptos. Para convencer a todos sobre la importancia del pragmatismo
precisan oponerse a meros dogmas que no admiten discusión.
Una ideología no es más que un sistema de ideas, que con cierto orden, está
regido por profundas convicciones que conforman su columna vertebral. Esas
premisas se nutren siempre de valores elevados que son compatibles con la
visión individual. Pero su flexibilidad es un ingrediente fundamental, porque
las situaciones cotidianas ponen a prueba esa matriz de prioridades y obligan a
reordenarlas frente a cada eventualidad.
La dinámica contemporánea que plantea este vaciamiento premeditado de las
ideas, en la política y en la sociedad, ha dado nacimiento a un grupo de
partidos cuyos proyectos son una enorme incógnita. Eso explica la convivencia
en un mismo espacio partidario de personajes tan antagónicos que defienden
concepciones diametralmente opuestas. La experiencia reciente muestra a muchos
gobernantes de idéntico partido que derogan lo creado por ellos mismos hace no
tanto tiempo atrás.
Ese pretendido atributo no es más que una de las causas centrales de tanto
desvarío que llevaron al diseño de relatos retorcidos y de una propaganda que
solo aspira a engañar a la sociedad para edificar un poder eterno.
Es tiempo de que los ciudadanos se animen a cuestionar ciertas falsas consignas
y falacias establecidas. La sociedad tiene el deber de replantearse casi todo,
para verificar si no ha caído ingenuamente en la trampa que le propone la
política actual, esa a la que solo le interesa el poder y que siente una enorme
incomodidad en el mundo de las ideas porque eso la empuja a una labor integral
en armonía con un itinerario básicamente consistente.
Los ciudadanos pretenden soluciones concretas, pero al no tener un sistema de
ideas seleccionado previamente, cualquier camino les parece interesante,
simpático y tentador. Y deambula entonces la comunidad, transitando de un lado
a otro sin satisfacer sus anheladas demandas.
Como en la vida misma. Primero se deben escoger los valores que se desean
preservar, para luego recién recorrer el sendero predilecto. No se puede
avanzar, peregrinando sin trayectoria definida, como en un laberinto infinito,
sin encontrar el norte, sin un faro que muestre la luz, sin brújula.
Una ideología es como un mapa. No conduce por sí mismo a ninguna parte, pero se
constituye en una guía fundamental, en un orientador vital, en una referencia
imprescindible, para saber si lo que se viene haciendo se encuentra en sintonía
con los valores esenciales que se predican a diario.
Cuando en los asuntos personales se deben resolver dilemas, se opta de acuerdo
a los valores que han sido sostenidos en el tiempo. Y si, por alguna razón, se
toman caminos que colisionan con esos paradigmas, mas tarde o más temprano,
esas determinaciones hacen demasiado ruido. Es allí desde donde se pueden hacer
replanteos y hasta las correcciones del caso, lo que incluye muchas veces el
arrepentimiento y las inevitables disculpas.
La política no tiene porque ser diferente. Las sociedades deben primero
identificar un sistema de ideas, una escala de valores explicitada, para luego
alinearse con esa mirada, exigiendo a los políticos de turno, que solo deberían
ser meros representantes, implementadores de esas resoluciones.
Por fastidioso que le resulte a muchos, es hora de tener definiciones más
concretas. Si se espera que la política sea la proveedora de los cambios, la herramienta
primordial para lograr las transformaciones que la sociedad pretende, primero
habrá que definir rumbos y eso implica tomar decisiones.
Tal vez Séneca tenía razón cuando decía, en aquella cita que se le atribuye,
que "Ningún viento será bueno para quien no sabe a qué puerto se
encamina". Esta frase describe como un retrato cruel a esta sociedad
abúlica, intelectualmente perezosa, cívicamente apática, que no está dispuesta
a la autocrítica oportuna y adecuada sobre su proceder cotidiano, ni tampoco se
encuentra preparada para asumir su elevada cuota de responsabilidad respecto de
lo que sucede.
Lo que hoy se vive, no es más que la esperable consecuencia de una modalidad
que ha sido deliberadamente elegida por la sociedad. Desentenderse de lo que ocurre
no parece ser la mejor receta. Este presente no es más que el efecto predecible
de una actitud premeditada. Es solo el fruto del vacío ideológico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario