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DE MARZO DE 1793 NACE JUAN MANUEL DE ROSAS TAN AMADO POR MUCHOS COMO ODIADO POR
MÁS
Conocido como Juan Manuel de Rosas,
fue bautizado como Juan Manuel José Domingo Ortiz
de Rozas y López de Osornio. Era hijo del militar León Ortiz de Rozas
—sobrino-nieto de Domingo Ortiz de Rozas gobernador de Buenos Aires entre 1742
y 1745— y la estanciera Agustina López de Osornio. Pertenecía al linaje de los
Ortiz de Rozas, que tiene origen en el pueblo de Rozas, Valle de Soba,
Cantabria, España.
Nació en
el solar que había habitado su abuelo materno Clemente López de Osornio,
situado en la calle que en ese entonces se denominaba Santa Lucía, actual calle
Sarmiento entre las calles Florida y San Martín, en la ciudad de Buenos Aires. Ingresó a los ocho años de edad en el
colegio privado que dirigía Francisco Javier Argerich, si bien desde joven
demostró vocación por las actividades rurales, interrumpió sus estudios para
participar, contando con trece años de edad, en la Reconquista de Buenos
Aires en 1806 y posteriormente se enroló en la compañía de niños del Regimiento
de Migueletes, combatiendo en la
Defensa de Buenos Aires en 1807, ambos hechos durante las
invasiones inglesas, donde fue distinguido por su valor.
Más tarde, retirado al campo, se convirtió en un gran estanciero de la pampa bonaerense.
Más tarde, retirado al campo, se convirtió en un gran estanciero de la pampa bonaerense.
El joven
Rosas, quien contaba con 17 años, se mantuvo al margen de los sucesos que
culminaron con la
Revolución de Mayo de 1810.
En 1813, pese a la oposición materna —que venció al hacer creer a su madre que la joven estaba embarazada— se casó con Encarnación Ezcurra, con quien tuvo tres hijos: Juan Bautista, nacido el 30 de julio de 1814, María, nacida el 26 de marzo de 1816 y fallecida al día siguiente, y Manuela, conocida como Manuelita y nacida el 24 de mayo de 1817, quien luego sería su compañera inseparable.
En 1813, pese a la oposición materna —que venció al hacer creer a su madre que la joven estaba embarazada— se casó con Encarnación Ezcurra, con quien tuvo tres hijos: Juan Bautista, nacido el 30 de julio de 1814, María, nacida el 26 de marzo de 1816 y fallecida al día siguiente, y Manuela, conocida como Manuelita y nacida el 24 de mayo de 1817, quien luego sería su compañera inseparable.
Poco después,
debido a un entredicho que tuvo con su madre, devolvió a sus padres los campos
que administraba para formar sus propios emprendimientos ganaderos y
comerciales. Además se cambió el apellido "Ortiz de Rozas" por
"Rosas", cortando simbólicamente la dependencia de su familia.
Fue administrador de los campos de sus primos Nicolás y Tomás Manuel de Anchorena; este último ocuparía cargos importantes dentro de su gobierno, ya que Rosas siempre le tuvo un especial respeto y admiración. En sociedad con Luis Dorrego —hermano del coronel Manuel Dorrego— fundó un saladero; era el negocio del momento: la carne salada y los cueros eran casi la única exportación de la joven nación. Acumuló una gran fortuna como ganadero y exportador de carne vacuna, distante de los acontecimientos emergentes que conducirían al virreinato del Río dela Plata a la emancipación del
dominio español en 1816.
Fue administrador de los campos de sus primos Nicolás y Tomás Manuel de Anchorena; este último ocuparía cargos importantes dentro de su gobierno, ya que Rosas siempre le tuvo un especial respeto y admiración. En sociedad con Luis Dorrego —hermano del coronel Manuel Dorrego— fundó un saladero; era el negocio del momento: la carne salada y los cueros eran casi la única exportación de la joven nación. Acumuló una gran fortuna como ganadero y exportador de carne vacuna, distante de los acontecimientos emergentes que conducirían al virreinato del Río de
Por esos
años conoció al doctor Manuel Vicente Maza, quien se convirtió en su
patrocinador legal, en especial en una causa que sus propios padres habían
entablado contra él. Más tarde sería un excelente consejero político.
En 1818, por presión de los abastecedores de carne de la capital, el director supremo Juan Martín de Pueyrredón tomó una serie de medidas en contra de los saladeros. Rápidamente, Rosas cambió de rubro: se dedicó a la producción agropecuaria en sociedad con Dorrego y los Anchorena, que también le encargaron la dirección de su estancia "Camarones", al sur del río Salado.
En 1818, por presión de los abastecedores de carne de la capital, el director supremo Juan Martín de Pueyrredón tomó una serie de medidas en contra de los saladeros. Rápidamente, Rosas cambió de rubro: se dedicó a la producción agropecuaria en sociedad con Dorrego y los Anchorena, que también le encargaron la dirección de su estancia "Camarones", al sur del río Salado.
Al año
siguiente compró la estancia "Los Cerrillos", en San Miguel del
Monte. En su estancia en la laguna de Monte organizó una compañía (aumentada al
poco tiempo a regimiento) de caballería, los "Colorados del Monte",
para combatir a los indígenas de la zona pampeana. Fue nombrado su comandante,
y alcanzó el grado de teniente coronel.
Por esos años escribió sus famosas "Instrucciones a los mayordomos de estancias", en la que detallaba con precisión las responsabilidades de cada uno de los administradores, capataces y peones. Allí demostraba su capacidad para administrar simultáneamente varias explotaciones, con métodos muy efectivos, en un anticipo de su futura capacidad para administrar el estado provincial.
Por esos años escribió sus famosas "Instrucciones a los mayordomos de estancias", en la que detallaba con precisión las responsabilidades de cada uno de los administradores, capataces y peones. Allí demostraba su capacidad para administrar simultáneamente varias explotaciones, con métodos muy efectivos, en un anticipo de su futura capacidad para administrar el estado provincial.
Hasta
1820 se dedicó a sus actividades privadas. Desde ese año hasta su caída
producida en la batalla de Caseros, en 1852, consagraría su vida a la actividad
política, liderando —ya en el gobierno o fuera de él— la provincia de Buenos
Aires, que contaba no sólo con el territorio productivo más rico de la naciente
Argentina, sino con la metrópolis más importante —la ciudad de Buenos Aires— y
el puerto que concentraba el comercio exterior de las restantes provincias, así
como el control de la aduana. En relación a estos recursos se desarrollaron
gran parte de los conflictos institucionales y las guerras civiles del siglo
XIX en la Argentina ,
controlados hasta la caída de Rosas por la provincia de Buenos Aires.
En 1820
concluyó la etapa del Directorio con la renuncia de José Rondeau a consecuencia
de la Batalla
de Cepeda. Fue en esa época que Rosas comenzó a involucrarse en la política, al
contribuir a rechazar la invasión del caudillo Estanislao López al frente de
sus “Colorados del Monte”. Participó en la victoria de Dorrego en Pavón, pero
junto a su amigo Martín Rodríguez se negó a continuar la invasión hacia Santa
Fe, donde Dorrego fue derrotado completamente en la Batalla de Gamonal.
Con apoyo de Rosas y otros estancieros fue electo gobernador su colega el general Martín Rodríguez. El 1.º de octubre estalló una revolución, dirigida por el coronel Manuel Pagola, que ocupó el centro de la ciudad. Rosas se puso a disposición de Rodríguez, y el día 5 inició el ataque, derrotando completamente a los rebeldes. Los cronistas de esos días recordaron la disciplina que reinaba entre los gauchos de Rosas,4 que fue ascendido al grado de coronel. Con Rodríguez, el grupo de los estancieros empezó a tener un papel público.
Con apoyo de Rosas y otros estancieros fue electo gobernador su colega el general Martín Rodríguez. El 1.º de octubre estalló una revolución, dirigida por el coronel Manuel Pagola, que ocupó el centro de la ciudad. Rosas se puso a disposición de Rodríguez, y el día 5 inició el ataque, derrotando completamente a los rebeldes. Los cronistas de esos días recordaron la disciplina que reinaba entre los gauchos de Rosas,4 que fue ascendido al grado de coronel. Con Rodríguez, el grupo de los estancieros empezó a tener un papel público.
También
fue parte de las negociaciones que concluyeron con el Tratado de Benegas, que
ponía fin al conflicto entre las provincias de Santa Fe y Buenos Aires. Fue el
responsable del cumplimiento de una de las cláusulas secretas del mismo:
entregar al gobernador Estanislao López 30.000 cabezas de ganado como
reparación de los daños causados por las tropas bonaerenses en su territorio.
La cláusula era secreta, para no "manchar el honor" de Buenos Aires.
Así se iniciaba la alianza permanente que tendría esta provincia con la de
Buenos Aires hasta 1852.
Los
primeros años después de la disolución de los poderes nacionales fueron un
período de paz y prosperidad en Buenos Aires, principalmente debido a que
Buenos Aires usufructuó en su exclusivo provecho las rentas de la Aduana , una fuente
inagotable de riqueza que la provincia decidió no compartir con sus hermanas ni
con ejércitos exteriores.
Entre 1821 y 1824 compró varios campos más, especialmente la estancia que había sido del virrey Joaquín del Pino y Rozas (conocida como Estancia del Pino, en el partido deLa Matanza ), a la que llamó
San Martín en honor del general José de San Martín.
Entre 1821 y 1824 compró varios campos más, especialmente la estancia que había sido del virrey Joaquín del Pino y Rozas (conocida como Estancia del Pino, en el partido de
También
aprovechó la ley de enfiteusis promovida por el ministro Bernardino Rivadavia
para aumentar sus campos. En lugar de ayudar a los pequeños hacendados, esta
ley terminó dejando en propiedad de unos pocos grandes terratenientes cerca de
la mitad de la superficie de la provincia.
Los desórdenes producidos porla Anarquía del Año XX
habían dejado desguarnecida la frontera sur, por lo que habían recrudecido los
malones. Martín Rodríguez dirigió entonces tres campañas al desierto, usando
una extraña mezcla de diálogos de paz y guerra con los indígenas. En 1823 fundó
Fuerte Independencia, la actual ciudad de Tandil. En casi todas estas campañas
lo acompañó Rosas, que también participó de una expedición en que el agrimensor
Felipe Senillosa delineó y estableció planos catastrales de los pueblos del sur
de la provincia. El jefe nominal de esa campaña era el coronel Juan Lavalle.
Los desórdenes producidos por
Durante
la guerra del Brasil, el presidente Rivadavia lo nombró comandante de los
ejércitos de campaña a fin de mantener pacificada la frontera con la población
indígena de la región pampeana, cargo que volvió a ejercer después, durante el
gobierno provincial del coronel Dorrego.
En 1827, en el contexto previo al inicio de la guerra civil que estallaría en 1828, Rosas era un dirigente militar, representante de los propietarios rurales, socialmente conservadores e identificados con las tradiciones coloniales de la región. Estaba alineado con la corriente federalista, proteccionista, adversa a la influencia foránea y a las iniciativas de corte librecambistas preconizadas por el partido unitario.
Terminada la guerra del Brasil, el gobernador Manuel Dorrego fue obligado —por una intensa presión diplomática y financiera— a firmar un tratado de paz que reconocía la independencia de Uruguay, y la libre navegación del Río dela
Plata y de sus afluentes solo por parte de la Argentina y del Imperio
del Brasil pero por el término acotado de quince años; lo que fue visto por los
miembros del ejército en operaciones como una traición. En respuesta, la
madrugada del 1 de diciembre de 1828, el general unitario Juan Lavalle tomó el
Fuerte de Buenos Aires y reunió a miembros del partido unitario en la iglesia
de San Francisco— nominamente como representación del pueblo— , siendo elegido
gobernador. Siguiendo la misma lógica, disolvió la legislatura.
Rosas levantó la campaña contra los sublevados y reunió un pequeño ejército de milicianos y partidas federales, mientras Dorrego se retiraba al interior de la provincia para buscar su protección. Lavalle, con sus tropas se dirigió a la campaña para enfrentar a las fuerzas federales de Rosas y Dorrego, a quienes atacó sorpresivamente en la batalla de Navarro, derrotándolos.
Debido a la disparidad existente entre las aguerridas y experimentadas fuerzas sublevadas bajo el mando de Lavalle, con respecto a las milicias que defendían al gobernador Dorrego, Rosas le aconsejó a éste retirarse a Santa Fe, para unir fuerzas con las de Estanislao López,pero el gobernador se negó. Mientras Rosas se retiró a Santa Fe con aquél propósito, Dorrego decidió refugiarse en Salto, en el regimiento del coronel Ángel Pacheco. Pero, traicionado por dos oficiales de éste —Bernardino Escribano y Mariano Acha— fue enviado prisionero a Lavalle.
Como Rosas criticara su falta de previsión ante la revolución unitaria, Dorrego respondió:
Señor don Juan Manuel: que usted me quiera dar lecciones de política, es tan avanzado como si yo me propusiera enseñar a usted cómo se gobierna una estancia.
Vencido y hecho prisionero Dorrego, Lavalle, influido por el deseo de venganza de los ideólogos unitarios, ordenó su fusilamiento y se hizo cargo de toda la responsabilidad.
En su última carta, escrita a Estanislao López, Dorrego pedía que su muerte no fuera causa de derramamiento de sangre. Pese a este pedido, su fusilamiento dio paso a una larga guerra civil, la primera en que estuvieron simultáneamente implicadas casi todas las provincias argentinas.
A principios de enero de 1829, el general José María Paz, aliado de Lavalle, iniciaba la invasión de la provincia de Córdoba, donde derrocaría al gobernador Juan Bautista Bustos. De ese modo se generalizó la guerra civil en todo el país.
En 1827, en el contexto previo al inicio de la guerra civil que estallaría en 1828, Rosas era un dirigente militar, representante de los propietarios rurales, socialmente conservadores e identificados con las tradiciones coloniales de la región. Estaba alineado con la corriente federalista, proteccionista, adversa a la influencia foránea y a las iniciativas de corte librecambistas preconizadas por el partido unitario.
Terminada la guerra del Brasil, el gobernador Manuel Dorrego fue obligado —por una intensa presión diplomática y financiera— a firmar un tratado de paz que reconocía la independencia de Uruguay, y la libre navegación del Río de
Rosas levantó la campaña contra los sublevados y reunió un pequeño ejército de milicianos y partidas federales, mientras Dorrego se retiraba al interior de la provincia para buscar su protección. Lavalle, con sus tropas se dirigió a la campaña para enfrentar a las fuerzas federales de Rosas y Dorrego, a quienes atacó sorpresivamente en la batalla de Navarro, derrotándolos.
Debido a la disparidad existente entre las aguerridas y experimentadas fuerzas sublevadas bajo el mando de Lavalle, con respecto a las milicias que defendían al gobernador Dorrego, Rosas le aconsejó a éste retirarse a Santa Fe, para unir fuerzas con las de Estanislao López,pero el gobernador se negó. Mientras Rosas se retiró a Santa Fe con aquél propósito, Dorrego decidió refugiarse en Salto, en el regimiento del coronel Ángel Pacheco. Pero, traicionado por dos oficiales de éste —Bernardino Escribano y Mariano Acha— fue enviado prisionero a Lavalle.
Como Rosas criticara su falta de previsión ante la revolución unitaria, Dorrego respondió:
Señor don Juan Manuel: que usted me quiera dar lecciones de política, es tan avanzado como si yo me propusiera enseñar a usted cómo se gobierna una estancia.
Vencido y hecho prisionero Dorrego, Lavalle, influido por el deseo de venganza de los ideólogos unitarios, ordenó su fusilamiento y se hizo cargo de toda la responsabilidad.
En su última carta, escrita a Estanislao López, Dorrego pedía que su muerte no fuera causa de derramamiento de sangre. Pese a este pedido, su fusilamiento dio paso a una larga guerra civil, la primera en que estuvieron simultáneamente implicadas casi todas las provincias argentinas.
A principios de enero de 1829, el general José María Paz, aliado de Lavalle, iniciaba la invasión de la provincia de Córdoba, donde derrocaría al gobernador Juan Bautista Bustos. De ese modo se generalizó la guerra civil en todo el país.
Lavalle
envió ejércitos en todas direcciones, pero varios pequeños caudillos aliados de
Rosas organizaron la resistencia. Los jefes unitarios recurrieron a toda clase
de crímenes para aplastarla, un hecho poco difundido por la historiografía de
las guerras civiles argentinas.
El gobernador Lavalle envió al coronel Federico Rauch hacia el sur, y una de sus columnas, al mando del coronel Isidoro Suárez, derrotó y capturó al mayor Mesa, que fue enviado a Buenos Aires y ejecutado. Al frente del grueso de su ejército, Lavalle avanzó hasta ocupar Rosario. Pero, poco después, López dejó sin caballos a Lavalle, que se vio obligado a retroceder. López y Rosas persiguieron a Lavalle hasta cerca de Buenos Aires, derrotándolo en la batalla de Puente de Márquez, librada el 26 de abril de 1829.
El gobernador Lavalle envió al coronel Federico Rauch hacia el sur, y una de sus columnas, al mando del coronel Isidoro Suárez, derrotó y capturó al mayor Mesa, que fue enviado a Buenos Aires y ejecutado. Al frente del grueso de su ejército, Lavalle avanzó hasta ocupar Rosario. Pero, poco después, López dejó sin caballos a Lavalle, que se vio obligado a retroceder. López y Rosas persiguieron a Lavalle hasta cerca de Buenos Aires, derrotándolo en la batalla de Puente de Márquez, librada el 26 de abril de 1829.
Mientras
López regresaba a Santa Fe, Rosas sitió la ciudad de Buenos Aires. Allí crecía
la oposición a Lavalle (a pesar de que los aliados de Dorrego habían sido
expulsados), sobre todo por el crimen sobre el gobernador. Lavalle aumentó la
persecución sobre los críticos, lo que le llevaría mucho apoyo a Rosas, en la
ciudad que siempre fue la capital del unitarismo.
Lavalle, desesperado, se lanzó a hacer algo insólito: se dirigió, completamente solo, al cuartel general de Rosas,la Estancia del Pino. Como
éste no se encontraba, se acostó en su catre de campaña a esperarlo. Al día
siguiente, 24 de junio, Lavalle y Rosas firmaron el Pacto de Cañuelas, que
estipulaba que se llamaría a elecciones, en las que sólo se presentaría una
lista de unidad de federales y unitarios, y que el candidato a gobernador sería
Félix de Álzaga.
Lavalle, desesperado, se lanzó a hacer algo insólito: se dirigió, completamente solo, al cuartel general de Rosas,
Lavalle
presentó el tratado con un mensaje que incluía una inesperada opinión sobre su
enemigo:
“Mi honor y mi corazón me imponen remover por mi parte todos los inconvenientes para una perfecta reconciliación...Y sobre todo ha llegado el caso de que veamos, tratemos y conozcamos de cerca de Juan Manuel de Rosas como a un verdadero patriota y amante del orden.”
“Mi honor y mi corazón me imponen remover por mi parte todos los inconvenientes para una perfecta reconciliación...Y sobre todo ha llegado el caso de que veamos, tratemos y conozcamos de cerca de Juan Manuel de Rosas como a un verdadero patriota y amante del orden.”
Pero los
unitarios presentaron la candidatura de Carlos María de Alvear, y al precio de
treinta muertos ganaron las elecciones. Las relaciones quedaron rotas
nuevamente, obligando a Lavalle a un nuevo tratado, el pacto de Barracas, del
24 de agosto. Pero, ahora más que antes, la fuerza estaba del lado de Rosas. A
través de este pacto se nombró gobernador a Juan José Viamonte. Éste llamó a la
legislatura derrocada por Lavalle, allanándole a Rosas el camino al poder.
La Legislatura de Buenos Aires proclamó a Juan Manuel de Rosas como Gobernador de Buenos Aires el 6 de diciembre de 1829, honrándolo además con el título de "Restaurador de las Leyes e Instituciones dela
Provincia de Buenos Aires" y en el mismo acto le otorgó
"todas las facultades ordinarias y extraordinarias que creyera necesarias,
hasta la reunión de una nueva legislatura". No era algo excepcional: las
facultades extraordinarias ya les habían sido conferidas a Manuel de Sarratea y
a Rodríguez en 1820, y a los gobernadores de muchas otras provincias en los
últimos años; también Viamonte las había tenido.
El mismo día en que juró su cargo, declaró al diplomático uruguayo Santiago Vázquez:
Creen que soy federal; no señor, no soy de partido alguno sino dela Patria... En fin,
todo lo que yo quiero es evitar males y restablecer las instituciones, pero
siento que me hayan traído a este puesto.
La Legislatura de Buenos Aires proclamó a Juan Manuel de Rosas como Gobernador de Buenos Aires el 6 de diciembre de 1829, honrándolo además con el título de "Restaurador de las Leyes e Instituciones de
El mismo día en que juró su cargo, declaró al diplomático uruguayo Santiago Vázquez:
Creen que soy federal; no señor, no soy de partido alguno sino de
Lo
primero que hizo Rosas fue realizar un extraordinario funeral al general
Dorrego, trayendo sus restos a la capital, con lo cual logró la adhesión de los
seguidores del fallecido líder federal, sumando el apoyo del pueblo humilde de
la capital al que ya tenía de la población rural.
Respecto
a la forma de organización constitucional del estado y al federalismo, Rosas
fue un pragmático. En cartas enviadas en 1829 al general Tomás Guido, al
general Eustoquio Díaz Vélez y a Braulio Costa, el financista de Quiroga, les
escribía para informarles que
El
General Rosas es unitario por principio, pero que la experiencia le ha hecho
conocer que es imposible adoptar en el día tal sistema porque las provincias lo
contradicen, y las masas en general lo detestan, pues al fin sólo es mudar de
nombre.
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