La publicación de estos apuntes sobre Historia Argentina, no tienen otra pretensión que prestar ayuda, tanto a estudiantes como a profesores de la materia en cuestión.

Muchos de ellos, simplemente son los apuntes confeccionados por el suscripto, para servir como ayuda memoria en las respectivas clases de los distintos temas que expusiera durante mi práctica en el Profesorado. Me daría por muy satisfecho si sirvieran a otras personas para ese objetivo.

Al finalizar cada apunte, o en el transcurso del mismo texto se puede encontrar la bibliografía correspondiente a los diferentes aspectos mencionados.

Al margen de ello invitaremos a personas que compartan esta metodología, a sumarse con nuevos apuntes de Historia Argentina.




Profesor Roberto Antonio Lizarazu

roberto.lizarazu@hotmail.com



lunes, 15 de abril de 2013



EL PARTIDO FEDERAL SE DIVIDE


Todos sabemos que El Brigadier Juan Manuel de Rosas fue gobernador de la Provincia de Buenos Aires, en ejercicio del Poder Ejecutivo Nacional de la Confederación Argentina en dos oportunidades.

1 Desde el 6 de diciembre de 1829 al 17 de diciembre de 1832 y
2 Desde el 7 de marzo de 1835 al 3 de febrero de 1852.

En 1833, año en que ocurre esta división partidaria, Rosas no era gobierno. El gobernador era Juan Ramón González Balcarce. Estamos tan habituados a considerar a Rosas como un hombre de férrea mano para manejar el Partido Federal y el gobierno de la Confederación, que sorprende al lector desprevenido  que el Federalismo se dividiera en dos fracciones para encarar las elecciones del 28 de abril de 1833, que renovaba los integrantes de la Sala de Representantes de Buenos Aires o también denominada en ese momento, como Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, la cual  se renovaba, de acuerdo a su propio Reglamento,  por mitades cada cuatro años. Es verdad que este detalle de las renovaciones casi nunca se pudo cumplimentar en los términos establecidos por su propio reglamento.

Por supuesto que esta duplicidad de listas contó con la aquiescencia de Rosas, puesto que él presidía ambas representaciones. Pero no todos los federales estaban de acuerdo con la medida. Veremos más adelante la opinión de la señora del propio Restaurador Doña Encarnación Ezcurra, sobre algunos de los personajes involucrados en este cisma. (1)

Estas listas, ambas federales, se denominaron en el conocimiento popular como: la número 1 la de los lomos negros o apostólicos y la número 2 como la de los cismáticos.

Las listas estaban integradas de la siguiente manera, la número 1 la de los lomos negros o apostólicos estaba presidida como era de rigor por Juan Manuel de Rosas y le seguían los siguientes aspirantes a Representantes: Mateo Vidal, Francisco Silveira, Gregorio Tagle, Francisco Ugarteche, Félix de Olazábal, Ignacio Martínez, Diego Alcorta, Epitafio del Campo, Juan José Cernadas, Vicente Arriaga y Miguel Riglos.

La número 2, los cismáticos, presidida por Juan Manuel de Rosas, y continuaban Tomás Guido, Celestino Vidal, Gregorio Tagle, Vicente López y Planes, Felipe Arana, Pedro Medrano, Manuel Insiarte, Diego Estanislao Zavaleta, Mariano Escalada, Manuel José García y José Ceferino Lagos. (2)

Oportunamente efectuado los comicios y realizado el conteo de votos, se dio por ganador a la número 1, la de los lomos negros o apostólicos. Existe tan numerosa y dispar bibliografía y tantas denuncias de fraude de unos contra otros que intentar asegurar quien ganó realmente sería una temeridad interpretativa de los sucesos comiciales. Como ejemplo solamente reproduciré parte de una carta que el doctor Felipe Arana, quien en 1835 sería Ministro Secretario de Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, y hombre de gran confianza de Rosas, informa a éste –en pleno preparativo de la campaña al desierto- sobre el desarrollo de los comicios y de algunas de las irregularidades ocurridas.

“El caso es que el día del comicio el general Martínez (Se trata del General Enrique Martínez, Jefe de Policia de la ciudad y cuñado de Balcarce) se dispuso a ganar a cualquier precio. Hizo votar a batallones enteros, (batallones de línea del ejército) se atropellaron (robaron) mesas y se tomaron mal los votos. Solo dos jueces de Paz, a saber Marín y Tocornal, han correspondido al Gobierno. Empleados de éste (del gobierno de Balcarce) componían las mesas, y éstos los más obstinados y atrevidos, en inteligencia que eran secundados por los Comisarios y Celadores de Policía que imprudentemente han traicionado a su jefe, de cuya fidelidad y activos esfuerzos todos estamos satisfechos, pero circundados de auxiliares infieles y sin la cooperación de las personas que pertenecen al gobierno, ha sido burlado: él ha quedado lleno de dudas sobre la sinceridad del Gobernador.”

El informe de Arana es mucho más extenso y fue realizado por medio de varias pormenorizadas notas, redactadas en varios días y con un común denominador, la crítica sobre la actuación de Balcarce en las diversas maniobras fraudulentas realizadas. Pero como pretendo mencionar otros informes sobre el particular por razones de espacio, solo transcribo una mínima parte del mismo.

En el mismo sentido, Tomás Guido le escribe a Rosas con similares quejas y alertándolo sobre el fraude cometido. “Querido amigo. Ruego al cielo que los resultados de este suceso sean felices para la Patria, por más que mi razón me digan lo contrario, porqué los ve como una anomalía peligrosa. Es regular que por otros conductos sea U. informado de los detalles y confío en que U. sabrá hacer superior a toda insinuación que no sea la consolidación de la empresa que ha tomado a su cargo en beneficio de nuestro pobre país. Fortuna será si los elementos de nuestra actual administración pueda preservar el orden y cortar en tiempo el progreso de la división funesta que va introduciéndose entre ciudadanos adheridos sustancialmente a un mismo sistema.”

Los lamentables sucesos del año 20 estaban aún frescos en la memoria y en realidad todos temían regresar al penoso estado de ese momento. Incluso la jerarquía eclesiástica de la Iglesia Católica, elevó al Sumo Pontífice, un informe detallado de esos comicios. Lo que prueba además la importancia que le daba la Iglesia Católica a la suerte de la Confederación y la afinidad de ella con el gobierno. Fechada en Río de Janeiro el encargado de los negocios de la Santa Sede para la América del Sud, el doctor Fabbrini, informó al Papa Gregorio XVI lo siguiente: “Los asuntos de Buenos Aires se enturbian. Hubo numerosos desórdenes en las elecciones de los nuevos representantes, que resultaron favorables al partido liberal exaltado. Todo lo cual presagia poco bien para la religión, y para este incipiente país”.

Felipe Arana en una de las diversas cartas informativas que escribe, termina la misma narrando un hecho, que en medio de la gravedad que representa la división política de la sociedad y el burdo fraude cometido, no deja de llamar la atención la manera de mofarse de los vencedores a costa de los vencidos. En carta del 9 de mayo de 1833, dice: “…pues creen que dejando fuera de acción a los amigos de Ud. conseguirán más fácilmente su objeto, ínterin han difundido noticias funestas de Ud. y del general Quiroga con que conturban a los incautos. (a ambos los daban por muertos en dos atentados). Los primeros tiros se dirigen contra Tomás y Nicolás Anchorena, protestando con la más alevosa perfidia que ellos son sus mejores amigos y los que saben valorar los servicios que tiene prestados y sus capacidades para lo futuro. Debiéndose destacar que la noche del 29 “los cismáticos” dieron varias serenatas gritando Mueran los Apostólicos Vivan los nuevos principios”. No deja de ser una variante más jocosa y civilizada, en lugar de hacerles La Refalosa a sus adversarios, ahora se dedicaban a cantarles serenatas. Honestamente no me imagino ni a Don Ciriaco Cuitiño ni a Leandro N. Alén, esgrimiendo guitarras para cantar serenatas a los opositores, pero según Arana, así había sucedido.

Ahora intentaré explicar como se llega a esta extraña división en la que el federalismo parece llegar con aparentes disidencias internas.
En 1833 el gobierno estaba ejercido por el General Juan Ramón Balcarce, lo hacía desde el 17 de diciembre de 1832, y había reemplazado a Rosas en su primer gobierno. Sintéticamente parte de los gobiernos de este período que podrían denominarse Gobernadores de Buenos Aires (Provincia y Ciudad), en ejercicio del Poder Ejecutivo Nacional fueron:

Juan Manuel de Rosas, desde el 6 de diciembre de 1829 hasta el 17 de diciembre de 1832. Este período se suele denominar como primer gobierno de Rosas.

Juan Ramón González Balcarce, desde el 17 de diciembre de 1832 hasta el 4 de noviembre de 1833.

Juan José Viamonte, desde el 4 de noviembre de 1833 hasta el 27 de junio de 1834.

Manuel Vicente Maza, desde el 27 de junio de 1834 hasta el 7 de marzo de 1835.

Y finalmente, terminando este período de Gobernadores en ejercicio del Poder Ejecutivo Nacional, nuevamente Juan Manuel de Rosas, desde el 7 de marzo de 1835 hasta el 3 de febrero de 1852.

Si observamos la duración de los períodos gubernamentales de Balcarce, Viamonte, y Maza, poco menos de tres años repartidos entre los tres, perteneciendo todos al Partido Federal, sería correcto deducir que se tratan de gobiernos provisorios y coyunturales, que representaban momentáneamente al verdadero poder que de hecho lo mantenía Rosas.

Las dificultades presentadas que comentamos con la división del partido gobernante, el Partido Federal, que se producen al cambiar los representantes ante la Legislatura en la elección del 28 de abril de 1833, dura un suspiro. En los gobiernos de Viamonte y Maza, los “apostólicos lomos negros” y los “cismáticos” vuelven a sus carriles. Para el 7 de marzo de 1835, cuando comienza el segundo gobierno de Rosas, ya constituían una anécdota más del folklore político de nuestro pasado y pareciera que efectivamente fue un proyecto apoyado por Balcarce, que sí tenía peso propio en el ámbito militar y político, y era la única figura dentro del partido federal en Buenos Aires, que hubiese podido competir con Rosas. No debemos olvidar que Juan Ramón González Balcarce, (el hermano mayor de Antonio González Balcarce) era un prestigioso militar de extensa trayectoria varias veces actuando bajo las órdenes de Belgrano, como en la Batalla de Tucumán en 1812 y en la de Salta en 1813, donde mereció ascensos y condecoraciones al valor; y en 1833 un activo componente del Partido Federal. Por otra parte era conocida la antipatía que mutuamente se profesaban con Rosas. Tanto es así que, a los años, cuando muere exiliado en Entre Ríos, donde se encontraba bajo la protección de Ramírez, el propio Rosas debe autorizar el traslado de sus restos a Buenos Aires para que pueda ser inhumado en la Recoleta, donde se encontraban los restos de sus antepasados.

Pero aún faltaba más de una década para comenzar a delinearse la definitiva división del Partido Federal, entre federales rosistas y federales urquicistas. Pero esa es otra historia, aunque no sería aventurado suponer que los orígenes de la división hayan sido aquellos apostólicos y cismáticos de 1833.


(1) “Buenos Aires, Octubre 22 de 1833, Federación o Muerte.
Si algo puede serme satisfactorio, es la nota oficial del señor Federal apostólico contra los cismáticos, mi apreciable compañero y amigo don Vicente González, en que con fecha 20 del corriente me comunica el número de las divisiones de los bravos federales restauradores y me previene también aloje en la casa de locos a Balcarce, Martínez, Ugarteche y demás comparsa de cismáticos bandidos. Pero en mi concepto esto es muy poco para lo que merecen tan furiosos decembristas y por lo mismo, no he podido cumplir sus disposiciones, pues tantos y tan criminales delitos no se purgan con ir a hospedarse en la Residencia. La patria y los restauradores que han vertido su sangre por la Santa Causa de la Federación deben hacer que no nos quede de los satélites de Lavalle, sino la persuasión de que existiendo ellos no hay orden, no hay leyes, ni federación: los esfuerzos de los porteños federales deben dirigirse a pulverizar los enemigos de una patria que no podrá ser feliz mientras viva uno solo de los decembristas.
Los sucesos presentes deben recordar a los buenos federales, la historia de lo que tuvieron que luchar para destruir el poder militar, y se empañaría la gloria de la primera restauración si ahora no lográsemos antes de concluirse el mes de octubre, que debe ser tan clásico para los federales como el de mayo para los patriotas, si no lograsen los valientes restauradores asegurar de un modo irrevocable la felicidad de la patria, la tranquilidad de las familias, y lo que es más, establecer un gobierno digno de presidir a un pueblo heroico y a los restauradores. Entre tanto no lleguen tan suspirados momentos, no cesaré de dirigir mis ruegos a mi amigo, para que interponiendo su influjo y sus relaciones, se apresure el desenlace de unos acontecimientos, que cuanto más dilata, más sufren los amigos, los fieles amigos de los federales restauradores, expuestos por otra parte a las tropelías de que son capaces estas fieras sedientas de sangre y de venganza y que en el furor de su perversidad de todo son capaces.
Desgraciadamente, sabemos lo que fueron y lo que son, y todo debe temerse de unos destinados para oprobio de la especie humana.
Ojalá que mi amigo, pueda convencerse de la necesidad de exterminarlos, para de este modo tranquilizar el país y propender sin estorbos a su prosperidad. Tales deben ser los deseos de todos los valientes restauradores a los cuales, uno los míos y dirijo mis votos por el feliz éxito de una empresa que los clasifica de héroes muy particularmente a mi apreciable compañero, de quien soy con todo afecto su amiga eterna.
Encarnación Ezcurra de Rosas”

 (2) Se puede notar que en ambas listas se registra el apellido Vidal. En la primera, Mateo Vidal y en la segunda Celestino Vidal. Ambos eran hermanos; y además tíos del doctor José Ramón Vidal, un destacado médico correntino, padre de  Juan Ramón Vidal, el caraí-guazú del Taragüí. Además para asegurarse ser electo, Gregorio Tagle, figura en ambas listas. Era imposible no ser electo.

Fuentes Bibliográficas: José Sartorio. El Plebiscito de Rosas. Instituto de Estudios Históricos de Derecho Público. Buenos Aires, 1934.
Federico Ibarguren. Rosas y la tradición hispanoamericana. Buenos Aires, l942.
Gabriel A. Puentes. El Gobierno de Balcarce y la División del Partido Federal, Editorial Huarpes, Buenos Aires, 1946.





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