La publicación de estos apuntes sobre Historia Argentina, no tienen otra pretensión que prestar ayuda, tanto a estudiantes como a profesores de la materia en cuestión.

Muchos de ellos, simplemente son los apuntes confeccionados por el suscripto, para servir como ayuda memoria en las respectivas clases de los distintos temas que expusiera durante mi práctica en el Profesorado. Me daría por muy satisfecho si sirvieran a otras personas para ese objetivo.

Al finalizar cada apunte, o en el transcurso del mismo texto se puede encontrar la bibliografía correspondiente a los diferentes aspectos mencionados.

Al margen de ello invitaremos a personas que compartan esta metodología, a sumarse con nuevos apuntes de Historia Argentina.




Profesor Roberto Antonio Lizarazu

roberto.lizarazu@hotmail.com



jueves, 26 de septiembre de 2013

PADRE GUILLERMO FURLONG


Por: Roberto Antonio Lizarazu

Primera Parte (B)

Continúa escribiendo el Padre Guillermo Furlong: Para el abambaé, escribe acertadamente Popescu, (1) valiéndose de lo que escribió el padre José Cardiel, que tantos años vivió entre los guaranies, “a cada jefe de familia se le asignaba un lote de magnitud suficiente para segurar el sustento de su familia”. La distribución de los lotes se efectuaban por cacicazgos. “Para esto cada cacique tiene un terruño señalado, del cual toma cada vasallo cuanto ha menester”. Dado que eran imprevisores y solían cultivar, cuando eran dejados a su libre iniciativa, sólo un pequeño pedazo de tierra, algunos curas hacían medir con un cordel lo que les parecía suficiente para el sustento anual de su casa. Trabajar el lote asignado, y recoger sus frutos no era empero una cosa que el indio hiciese de buena gana. Aún peor era acostumbrarse a guardar su cosecha y consumirla progresivamente. “Si Dios les dio buena cosecha, no saben guardarla en su casa. La desperdician sin mirar a lo futuro. Por eso agrega Cardiel, dejando en casa lo necesario para dos o tres meses, se los obliga a que traigan lo demás en sus sacos, a los graneros comunes; y cuando se les va acabando lo de sus casas, se les va dando lo de los graneros”.
“La dirección en el abambaé tendía a ofrecer al indio un mínimum de actividad –hasta cubrir su sustento- un minumum de previsibilidad asegurando el consumo hasta la otra cosecha-, y un minimum de racionalidad, hasta aprender a valorar, a la usanza española, los productos de sus campos. Pero una vez alcanzado el mínimum establecido, la dirección era sustituido por la libertad.

Nadie prohibía al indio trabajar más que el minimum establecido, ni cultivar mayor pedazo de tierra, mayor número de variedades agrícolas o industriales, que las recomendadas por el Cura, tampoco se le impedía vender el sobrante de su cosecha, cuando y a quien deseaba. En tal caso, la libertad de elegir su lugar de trabajo, de decidir independientemente sobre sus planes de producción, de elegir su consumo o intercambiar sus bienes, no era ni abolida, ni prohibida, ni frenada, no controlada; por el contrario era fomentada”. Son asertos de Popescu.

Lugones y otros, igualmente en ayunas de las realidades misioneras, no han dudado en considerar el sistema económico de las reducciones como un anticipo comunista, pero no han tenido en cuenta que una economía dirigida es perfectamente compatible con un régimen de propiedad individual y privada, y en las reducciones de guaranies hubo la primera , desde sus mismos orígenes, y también, desde el principio hubo la segunda. Jamás,  en forma alguna, el “común” monopolizó a las propiedades individuales, familiares y cacicales, pues las hubo de estas tres categorías, y jamás monopolizó las fuentes y medios de producción, ni los frutos de ésta.

No han faltado quienes han aseverado que fue sólo en los últimos tiempos, ya que se estaba en el “siglo de las luces”, que los Jesuítas mitigaron ese su comunismo, siendo así que ya entre 1615 y 1622, mientras fue provincial el padre Pedro de Oñate, ordenó éste que se pagara a los indios todo servicio o trabajo realizado por ellos, como se hacía con los españoles, conchavados para alguna faena, y advertía que eso era de justicia. Años más adelante, en 1647, escribía el general de los jesuitas, Vicente Caraffa, al entonces provincial del Paraguay, Francisco Lupercio de Zurbano, con fecha 3 de noviembre de ese año, y le manifestaba que le habían escrito que, “cuando están los indios en peligro de muerte, algunos (¿padres o indios?) les aconsejan que dejen su hacienda a la Cofradía, y que dirán las Misas, y luego andan solicitando de los padres que uno diga cuatro, otro seis, etc. No permito esto por ningún cabo”.

Como en tiempo de Felipe V (1700-1724) llegara a oídos de este monarca la acusación de que existía una especie de comunismo en las reducciones, dispuso Su Majestad una investigación y para ella debían examinarse todos los autos y demás documentos que, desde un siglo atrás, se habían cursado, pertenecientes al estado y progreso de esas misiones y manejo de los pueblos, que en ellas existían. Tras ocho años de indagaciones, consultas y debates, ese Rey dictó una Real Célula, que Azara, sin duda conoció, pero que, como no favorecía sus ideas preconcebidas, prescindió de ella. Véanse algunas cláusulas de este documento.

“El cuarto punto se reduce a si los indios, en sus bienes, tienen particular dominio, o si éste, o la administración de ellos, corre a cargo de los Padres.”

“Sobre cuyo asunto consta por los informes, conferencias y demás documentos de este expediente, que, por la incapacidad o desidia de estos indios, para la administración y manejo de las haciendas, se señala a cada uno una porción de tierra para labrar, a fin de que con la cosecha pueda mantener su familia, y que el resto de la sementera de comunidad, de granos, raíces, comestibles y algodón, se administra y maneja por los indios, dirigidos por los Curas de cada pueblo: como también la yerba y el ganado: y que de todo este importe se hacen tres partes, la una para pagar el tributo a mi Real Erario, de que sale el sínodo de los Curas; la otra para el adorno y manutención de las iglesias; y la tercera para el sustento y vestido de las viudas, huérfanos, enfermos e impedidos; y finalmente para socorrer a todo necesitado; pues de la porción de tierra aplicada a cada uno para su sementera, apenas hay quien tenga bastante para el año.”


(1) Se trata de Oreste Popescu. Economista e historiador de la economía. Católico Rumano que vivió en nuestro país siendo catedrático de la Universidad Católica Argentina y Director de “Revista Económica”, durante varios años. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario