MANUEL BELGRANO Y LOS ESCITAS JUJEÑOS
Por: Profesora Marta Hebe
Loureiro
Introducción
Desde la prehistoria, el ser humano se
diferenció de otros seres vivos, pues supo que su supervivencia dependía de la
satisfacción de dos necesidades básicas: la obtención de alimentos y el abrigo,
hasta tal punto que debió luchar contra otros hombres por los mismos intereses.
Si pensamos en los primeros estadios
paleolíticos, en los que las actividades se centraron en la caza, la pesca y la
recolección de frutos, el hombre fue adquiriendo nuevas destrezas y aprendiendo
a vivir en un ambiente hostil, cambiante, trasladándose hacia regiones que
tuvieran los recursos necesarios para su subsistencia.
El desarrollo de la agricultura, la cría de
ganado e incluso la construcción de notables sistemas de riego artificial y el
almacenamiento de alimentos le dieron, sin lugar a dudas, una gran diferencia
con respecto a las demás especies y a sus antepasados.
La revolución del Neolítico fue la que
demostró que su inteligencia estaba a su servicio para tal fin, la producción
agraria y la domesticación de los animales fueron las que le dieron la base de
la organización social de las primeras aldeas. De esta manera, abandonó el
nomadismo y comenzó la etapa de una organización más compleja que dio origen a
las primeras civilizaciones.
Egipto, Mesopotamia asiática, China, India e
incluso América lo demostraron, con el surgimiento de grandes sociedades que
presentaban un alto grado de complejidad política, religiosa, social y económica,
demandando una organización eficiente. A través de las conquistas militares,
obtuvieron nuevos territorios convirtiéndose en fabulosos imperios.
Tras largos esfuerzos y a pesar de las
adversidades, el hombre logró dominar el planeta.
Por eso nos podemos preguntar, qué difícil
será para un pueblo que tiene todo organizado abandonar y quemar todo aquello
por lo que se esforzó y, de esa manera, evitar que otro se apodere de ello.
¿Qué habrá sentido el pueblo de Jujuy y el
mismo General Manuel Belgrano, al dar la orden de abandonar y arrasar por el
fuego lo que obtuvieron con tanto sacrificio, para provocar en el ejército
realista su derrota física y psicológica que aquel momento requería?
Para la misma época, el pueblo ruso produjo
un hecho similar: la tierra arrasada frente al ejército de La Gran Armée , un ejército
que avanzaba con una rapidez increíble frente a un pueblo que muy lejos estaba
aún de presentar batalla.
La misma estrategia para la misma época, en
diferentes ambientes, tuvo por finalidad frente a enemigos poderosos,
salvaguardar la vida de la población no
preparada para un combate inmediato, pero que le permitiría la organización de
un ejército de patriotas que le daría futuras victorias. El sacrificio fue el
mismo para ambos pueblos.
El
presente trabajo pretende reforzar la figura de Manuel Belgrano, quien nunca
pensó en ser soldado, pero siempre demostró estar a la altura de las
circunstancias, fuera donde fuese, a las órdenes del Triunvirato, siendo útil
al país y a sus conciudadanos. Un estudioso de los verdaderos problemas que
necesitaban rápida solución, desobedeciendo genialmente, bajo su propia
responsabilidad, para proteger y preservar la vida de los demás.
Un hombre con grandes dotes de estadista,
capaz de todo sacrificio. Un intelectual inquieto, un abogado brillante y un
militar que se forjó en la fragua de los genios. Una persona que dedicó su vida
al servicio de sus ideales, y con profunda vocación patriótica abrazó la
milicia como un imperativo del deber de la hora.
También,
este trabajo pretende afianzar el valor y la decisión del pueblo jujeño,
quienes acatando la orden del General Belgrano, en momentos en que la Patria les exigió un
sacrificio, lo hicieron, a pesar de las
lágrimas con profundo heroísmo, en la batalla por las provincias del Norte.
Desarrollo
La
estrategia de la tierra arrasada o quemada fue puesta en práctica en diferentes
momentos de la Historia.
Así por ejemplo Herodoto registró que los escitas la usaron
en contra del rey persa Darío I o Darío el Grande; más adelante los galos, con
Vercingetórix, la utilizaron contra Julio César.
También
fue utilizada por los musulmanes contra los cruzados a principios del siglo XI,
y durante la guerra de los Cien Años la usaron franceses e ingleses
indistintamente.
Otros
registros como la invasión turca a Valaquia en 1462, o los indígenas contra la
invasión a Quito por los españoles, o la
guerra entre Pedro el Grande de Rusia contra los suecos en la batalla de
Poltava en 1709.
Entonces,
sabiendo que Manuel Belgrano fue un gran estudioso e intelectual y adelantado
para su época, no se puede dudar que haya pensado en esta estrategia, la que se
dio en llamar en nuestra Historia Argentina, El Éxodo Jujeño.
En el
territorio argentino a inicios del siglo XVI vivieron grupos indígenas que se
encontraban en grados muy diversos de desarrollo cultural, y que generaron a
través de los siglos, formas muy variadas de adaptación a las distintas
condiciones naturales del territorio.
El
noroeste argentino estuvo habitado por pueblos sedentarios, con importantes
densidades demográficas y altos niveles de desarrollo político y cultural en el
momento de la llegada de los españoles; influidos por el imperio incaico a
principios del siglo XVI y con la adopción de muchas pautas culturales y
sociales impuestas desde el Cuzco.
Esas
regiones que conocemos genéricamente como andinas, áridas y pobres, tuvieron
habitantes que supieron adaptarse y aprovechar sus potencialidades, y sobre
todo la enorme diversidad de microclimas y recursos en espacios relativamente
cercanos.
Una
limitada agricultura, preferentemente en la ladera de las montañas, donde
gracias a la formación de terrazas artificiales para el mejor aprovechamiento
del agua escasa, se pudo cultivar ciertos vegetales como papa, quinoa, ulluco,
los que soportaban el clima y la altura. Junto a ella, el pastoreo de animales
domesticados como las llamas y vicuñas fueron los elementos fundamentales de
las culturas andinas. El clima y la disponibilidad de sal favorecieron a los
procesos de disecado y conservación de los alimentos que se aprovecharon en los
tiempos de escasez, largos viajes o las transacciones.
Próximo
a los valles calchaquíes, donde se encontraban los principales asentamientos
humanos del territorio argentino, se practicó el cultivo del maíz, zapallo y
otros vegetales en terrazas, en las laderas y valles y con alta productividad.
Es
comprensible que el hombre, a lo largo de los siglos fuese logrando modificar
su ambiente para poder vivir enfrentando las adversidades que le impuso la
naturaleza, por ello podemos imaginar lo que significó para el pueblo jujeño
ese acto de heroísmo colectivo, un gran sacrificio dejarlo todo.
Sin
ninguna duda, del mismo modo habrá sido para Belgrano muy difícil, dictar el
bando que ordenaba, bajo pena de muerte a quien desobedeciera, dejar sólo
tierra arrasada.
En
momentos de la
Revolución Francesa , Manuel Belgrano se encontraba en España,
en dónde se nutrió de las ideas de libertad, igualdad y propiedad, que lo
mostrarían como precursor de la emancipación, siguiendo con un razonamiento
impecable, advirtió que el enemigo era el régimen español, quien mantenía una
deformante estructura económica y traba para el progreso de los pueblos.
Belgrano,
con el fino sentido práctico que lo caracterizó siempre, advirtió cuán
necesario era defender a los agricultores o labradores de la época, en un medio
que veía la riqueza sólo en la ganadería. Para ello debíase tomar en cuenta el
régimen de la tierra, la política de comercialización de granos, la
diversificación de los cultivos, alentar a otros nuevos.
Desde
su cargo como Secretario del Consulado, escribió en su primera Memoria la
necesidad de fomentar la agricultura, animar a la industria y proteger el
comercio, favorecer a los abonos, semillas, escuelas de náutica y dibujo, de
matemáticas y comercio, de establecimientos para la enseñanza de las técnicas
del hilado y la creación de escuelas para los hijos de los campesinos y en
particular para las niñas.
La
introducción de nuevos cultivos, forestación, medios para tener aguadas
permanentes, exterminio de perros
cimarrones, protección de los cueros de las polillas. Tales son, harto
esquematizadas, las ideas que inspiraron la obra fecunda de Belgrano desde el
Consulado.
Producida
la Invasión Inglesa
de 1806, es sabido que Belgrano se negó a jurar fidelidad al rey británico; y
empujado por su honor, se movilizó para ocupar un puesto de defensa, apreciando
la falta de preparación militar de la ciudad y de su propia carencia.
Ejecutada
la Reconquista ,
fue designado como Sargento Mayor, por los votos de sus mismos subordinados.
Para lograr un desempeño eficiente en su nuevo cargo, recibe instrucción
militar, porque “...no era lo mismo
vestir el uniforme de tal que serlo”.
Producida
la invasión de 1807 se lo nombró ayudante del Cuartel Maestre, Coronel César
Balbiani. Debido a los sucesos de mayo, Belgrano concretó su aspiración para la
formación de un instituto cuyo objetivo fuera la capacitación de los oficiales
del nuevo ejército.
Su
paso como jefe militar y político en el Ejército Expedicionario al Paraguay
luego, de regreso a la
Mesopotamia , para continuar la campaña a la Banda Orienta , al
igual que al frente del Regimiento de Patricios, demostró ante las tropas, con
su sola presencia, sus dotes de competente autoridad militar.
Belgrano
expresó que “...llevar las armas de la Patria , obtener el título
de soldado de ella, será una distinción de las más apreciables que caracterizará
a los hombres de bien”
Por
otra parte, la firme nobleza de su perfil, se vio enaltecida por varios hechos
de desigual importancia, pero no por ello menos profundamente significativos:
fue el creador de nuestra Bandera Nacional, y hay un libro a él dedicado, que
constituye uno de los más brillantes trabajos de la historiografía continental,
nos referimos a la Historia
de Belgrano y de la
Independencia Argentina.
El
27 de febrero de 1812 es puesta al servicio de la batería Independencia, y flameó por primera vez nuestra bandera azul-
celeste y blanca en el emplazamiento de la batería Libertad.
Inmediatamente,
y cumpliendo superiores órdenes recibidas, debió ponerse en marcha para hacerse
cargo de los restos del Ejército del Norte, cuyo mando asumió el 3 de abril de
1812.
La
revolución y las guerras externas e internas que la acompañaron trajeron
cambios drásticos en las regiones agrarias del ex virreinato del Río de la Plata que los originados por
las reformas y alteraciones de fines del periodo colonial. La ruptura del
enorme espacio interior de intercambios que orientó las economías agrarias de
las diversas regiones y la destrucción de bienes y medios de producción que
generaron las guerras.
Conviene
destacar cuáles fueran las condiciones generales en que se desarrolló esta
guerra. Tanto realistas como patriotas estuvieron limitados a los recursos que
les proveyó el continente sudamericano, Los patriotas sólo contaron con el
recurso de la importación de armas en cantidades limitadas y la compra de buques
para compensar su inferioridad naval. Los realistas se vieron limitados por la
guerra en España, por la lejanía de su base de poder y su superioridad naval
fue liquidada en 1804 en Trafalgar, careciendo además del potencial necesario
para asistir oportunamente a las fuerzas de América y liberarse de las
interferencias diplomáticas inglesas. Debido a ello los auxilios metropolitanos
fueron generalmente escasos y tardíos.
La
situación de los beligerantes se complicaba con la diversidad de los teatros de
operaciones, que no sólo obligaba a la división de los escasos recursos, sino
que presentaban características geográficas y climáticas distintas, que
impusieron variadas exigencias a los hombres y al material de guerra; estas
incidían en la salud y la capacidad de marcha del soldado, en el abastecimiento
del ejército (dificultades de transportes, provisiones de caballadas,
abundancia o escasez de pastos, etc.)
Los
ríos constituyeron un obstáculo serio al movimiento de tropas, tanto por la
inexistencia de puentes como por la falta de ingenieros o pontoneros. Debían
cruzarse a nado o en balsas construidas en el lugar. Pero también la escasez de
agua fue un problema aún mayor tanto en las zonas áridas como en los períodos
de sequía en las zonas húmedas. En esos casos, la existencia de aguadas
determinaba la dirección y duración de las marchas e hizo posible la
subsistencia de las caballadas. Estos factores climáticos-geográficos limitaban
generalmente las operaciones en el lapso comprendido entre octubre y abril.
Otro
factor que perturbaba las operaciones fue la falta de cartas militares
adecuadas, por lo que los comandantes debieron valerse con gran frecuencia de
baqueanos que orientaban la marcha de las tropas, lo que muchas veces creó
serios problemas, pues las rutas no se adaptaban a las necesidades militares.
Manuel
Belgrano, ya como Jefe del Ejército del Norte, que en lo específico militar
ningún detalle se le escapaba a su control, cuidado y atención, a los efectos
de conocer los territorios donde operaría, organizó con ciertos pobladores, un
cuerpo de guías con la misión de levantar una detallada carta topográfica de la
región. Formó una Compañía de Cazadores de Infantería, organizó el parque de
artillería, armó a la caballería con lanzas, organizó la logística y el sistema
contable del Ejército.
Las
distancias en el teatro de operaciones entre el Alto Perú y Buenos Aires eran
enormes: de Buenos Aires a Humahuaca dos mil kilómetros, de Humahuaca a Huaqui
aproximadamente mil quinientos kilómetros, de Huaqui a Lima algo menos, pero a
través de varias cordilleras. La zona apta para operaciones militares en el
Alto Perú estaba limitada por el río Desaguadero y la cordillera oriental por
el oeste, y las cordilleras de La
Paz y Cochabamba y la sierra de Aguarape y sus prolongaciones
por el este. La altura del terreno oscilaba entre dos mil y cuatro mil metros,
siendo las cordilleras frías y los valles templados. El apunamiento era
frecuente en el soldado que provenía de las planicies.
Esta
región se comunicaba con las provincias argentinas por tres rutas: el camino
del despoblado que por la quebrada del Toro llegaba a Salta (ruta oeste), un
camino que por Tarija iba a Orán y de allí a Jujuy (ruta este) y otro que
partiendo de Anta seguía por Humahuaca hasta Jujuy (ruta central). Esta última
era la única practicable normalmente para los ejércitos, aunque muy apta para
operaciones defensivas. Más al sur, en Salta y Tucumán, el terreno lo formaban
serranías y bosques menos apropiados para la defensa pero útiles para
operaciones de guerrilla de las tropas, lo que muchas veces creó serios
problemas, pues las rutas no se adaptaban a las necesidades militares.
En poco tiempo, de aquellos andrajos conformó
un nuevo ejército, armó la caballería con lanza, dando a estas unidades una
neta superioridad sobre los realistas que fue, en definitiva una de las claves
de la victoria de Tucumán. Dentro de este vastísimo plan de mejoras orgánicas,
económicas y profesionales, redactó un proyecto de reclutamiento, con el
asesoramiento del Barón de Holmberg, que sería el primer ensayo de servicio
militar obligatorio en nuestro país, para todos lo jóvenes comprendidos entre
los dieciocho y los veinticinco años de edad, sin excepción. Las penas para los
desertores o para los que tratasen de eludir el servicio eran severísimas.
Lamentablemente, por motivos circunstanciales, su iniciativa no fue adoptada
por el gobierno.
Pero
este plan de mejoras presentaba debilidades, pues no había municiones,
pertrechos, ni sables. La infantería no tenía bayonetas, así pues fueron
provistos de cuchillos de monte hechos en las fraguas de Tucumán y atados en la
punta de los fusiles. Las lanzas de la caballería estaban formadas por una
tacuara y un cuchillo en la punta atado con cuero crudo.
Las
deserciones se multiplicaban, sumadas a las bajas causadas por los estragos del
paludismo y la malaria que redujeron por esos días al Ejército Auxiliador a
menos de mil hombres, con la mitad enfermos o imposibilitados de combatir.
Instalado para el invierno en Jujuy en
su Cuartel General en el mes de junio, un contingente de quinientos hombres, la
mitad del Ejército, a las órdenes de Díaz Vélez, marchó a Humahuaca para
establecer allí una posición defensiva, la primera línea a partir de la cual
aquellos hombres debían “verificar la retirada, ofendiendo al enemigo y
manteniendo el honor de las armas de la Patria ”
Un
vez que cayó en poder de los realistas
Cochabamba, el ejército godo reforzó la vanguardia asentada en Suipacha y
preparó el avance sobre Jujuy y Salta. El Virrey del Perú Abascal creyó llegado
el momento de liquidar el poder revolucionario de Buenos Aires. El plan fue
llevado a cabo por el general José Manuel Goyeneche.
En
junio de 1812 Goyeneche le impartió a su primo, el coronel Pío Tristán y
Moscoso una orden clara y sencilla: liquidar en el menor tiempo posible al
General del Ejército Auxiliador del Perú, Don Manuel del Corazón de Jesús
Belgrano y González y a su Ejército. Tristán conocía a Belgrano de Europa y
hubo quienes decían que eran amigos.
Belgrano
se dedicó a intercambiar correspondencia con los jefes realistas Goyeneche y
Tristán, dando a entender que existía algún tipo de trato entre los nombrados y
los patriotas. Así fue uno de los primeros que utilizaron la acción psicológica
en el suelo americano.
Pío
Tristán acató la orden y con tres mil hombres, sin agua, sin víveres y también
sin dinero, pero con un ejercito triunfador, marchó rápidamente desde Tupiza
por las soledades de Tres Cruces, Purmamarca y Volcán, en una penosa travesía
con rendimientos sorprendentes para la época; y a mediados de agosto se halló
muy próximo a Humahuaca pronto a cumplir las órdenes impartidas.
Reclamó
infructuosamente auxilios al gobierno central. Entonces, Belgrano comprendió la
necesidad de retroceder y tomar la medida extrema de abandonar Jujuy al
enemigo; fue el único medio de evitar un desastre fatal para las fuerzas de la Patria.
El
General dictó un Bando el 14 de julio de 1812, convocando a alistarse al
Ejército a “...todos los ciudadanos
amantes de la Patria ” comprendidos
entre los dieciséis y los treinta y cinco años de edad, porque era preciso
defenderla, ya que”...no hay derecho sin obligación”, no siendo causa de
excepción la buena posición económica o social.
Encontró
apoyo sobre todo entre los jujeños, y con los reclutados organizó una nueva
unidad de caballería llamada los “Decididos”
que puso a las órdenes de Eustaquio Díaz Vélez. Aceleró la fundición de
cañones, preparó vituallas, reunió la caballería y el ganado. El 29 de julio
publicó un bando en el que obligó a la población a abandonar sus hogares
dejando tierras arrasadas al enemigo. Instó a las familias a unirse
heroicamente al ejército, llevando sus armas, todo el hierro, el plomo y sus
ganados a Tucumán.
Así
fue que inició el 23 de agosto de 1812, sin la aprobación del Triunvirato quien
le dio la orden de retroceder hasta Córdoba en donde se le unirían fuerzas
procedentes del Río de la Plata ,
la retirada que él mismo dirigió con la protección de la retaguardia patriota;
al decir de un historiador jujeño: “Por
fin se encolumna la caravana. Allí van las familias de abolengo, las de noble
estirpe, los doctores, los letrados, ahí van los labradores, los artesanos, las
mujeres, los viejos y los niños; todos ellos formando un monumento viviente de
ese heroísmo sin estridencias”
De
esta forma, con su desobediencia genial, ganó doscientos kilómetros desde
Yatasto a Humahuaca, preservando la vida de muchos patriotas y con la certeza
de que retirándose hasta Córdoba hubiera favorecido a los realistas a avanzar
sobre Buenos Aires.
No
pocos sacrificios costaron a los jujeños la retirada que la crónica conoce como
Éxodo Jujeño. Cumpliendo la directiva del gobierno: “Vuestra Señoría sabe bien-
le dice Rivadavia- que en los lugares que deje a su espalda y que ha de
transitar el enemigo, deben quitarse todos cuantos recursos podían favorecer
sus marchas. La Patria
es preferible a las lágrimas de los que se queden infelices por medidas de tal
naturaleza”.
No
se equivocó el Triunvirato cuando habló de las lágrimas de los que quedaron
infelices. El bando de Belgrano ordenando la retirada que produjo el vacío
literal del área en disputa, dejó a Tristán huérfano de todo, cuando una
jornada después que el Ejército Argentino dejó aquella plaza y empujó con un soplo
a las avanzadas patriotas de Humahuaca, llegó a Jujuy.
Aquella
demostración de sus aptitudes militares, luego de atravesar casi mil
kilómetros, se vio coronada de gloria con los triunfos de Las Piedras y
Tucumán. Paralelamente, con esta victoria cayó el Primer Triunvirato, siendo
reemplazado por el Segundo, el que apoyó más decididamente al Ejército del
Norte. Fueron momentos harto difíciles, pues para la misma época se produjo la
invasión portuguesa a la
Banda Oriental.
La
victoria en la batalla de Tucumán obligó a los realistas a retroceder hacia el
norte, de modo que los patriotas recuperaron el control de la región, el cual
se hizo completo con el segundo triunfo en la batalla de Salta.
Hoy
en día el Éxodo Jujeño es recordado por los habitantes de la provincia norteña
cada 23 de agosto, pues se lo considera un acto de heroísmo colectivo. En el
año 2002, luego de ciento noventa años, una ley del Congreso Nacional (Ley
25.664) instituyó este día como fecha conmemorativa y se la consideró a la provincia
de Jujuy como “Capital Honorífica de la Nación Argentina ”.
Manuel
Belgrano, luego de los triunfos de Las Piedras, Tucumán y Salta donó la Bandera al Cabildo de
Jujuy el 25 de mayo de 1813, como homenaje al pueblo del norte que acató la
orden de dejarlo todo, a pesar de las lágrimas.
Conclusión
La
estrategia de tierra arrasada o quemada, presentó para Belgrano una acción
destructiva que no necesitó tecnología avanzada ni especialización para
aplicarla, su objetivo fue desmoralizar al enemigo y demorar su avance,
quebrándolo psicológicamente y dejándolo sin recursos para su abastecimiento.
Obviamente provocando sufrimiento en las poblaciones afectadas.
Seguramente
su objetivo no fue desde en un principio producir aquel sacrificio y el
consecuente Éxodo Jujeño, pero un enfrentamiento que expusiera a aquellos
hombres a una derrota aplastante y a la propia muerte, Belgrano jamás se lo
hubiese perdonado a sí mismo.
“La batalla por el país
Calchaquí”, al decir de
Maffey, desarrollada por las miserables reliquias del Ejército derrotado en
Huaqui, en el río Desaguadero, a orillas del Titicaca, fue un ejemplo de
ejecución de maniobra de defensa móvil,- según la actual doctrina militar- que
operó en forma retardante cambiando espacio por tiempo, a lo largo de un
extensísimo territorio y donde se aplicaron los principios más puros de
reacciones ofensivas y contra ataques, como lo permitieron las circunstancias y
que le dieron al fin la victoria.
En
una sucesión de marchas y contramarchas, de idas y venidas, de triunfos y
derrotas, todo aquel territorio fue testigo, esos años de infinidad de luchas y
combates, que reunidos dieron lugar a la gran batalla por el Norte y que, como
un gigantesco péndulo, alejaba o acercaba el límite de la revolución; péndulo
que oscilaba de Córdoba a Potosí cubriendo en cada vaivén, un territorio tan
extenso como Europa, de Calais al Rhin.
En
el campo táctico, las operaciones que ejecutó Belgrano cubrieron toda la gama
indicadas en los reglamentos de operaciones tácticas: retirada, defensa,
repliegue, contraataque, acción retardante, etc.
Todas esas opciones
abiertas a su capacidad como conductor y el pequeño ejército que trabajosamente
fue preparando le dieron a Belgrano la instancia decisiva para la lucha por las
provincias del Norte.
Para
la misma época, el General Kutúzov, luego de sufrir la derrota contra la Gran Armée en la
batalla de Borodino, también retrocedió dejando a Moscú arrasada por el fuego,
intentando proteger la vida de la población civil frente a un ejército veloz y
victorioso.
Mientras
contempló a Moscú convertida en cenizas, Napoleón Bonaparte vio que los rusos,
entre lágrimas, prefirieron “quemar sus santos que abandonarlos a sus enemigos”,
comprendiendo
así
la fuerza moral del pueblo ruso. Al decir del Emperador, “¡Qué extraordinaria resolución! ¡Qué hombres, son verdaderos escitas!”
Parafraseando
a Napoleón I podemos afirmar que los jujeños fueron verdaderos escitas,
poseedores de una moral bien alta y un espíritu de sacrificio a toda prueba.
En
cuanto a Belgrano, años más tarde, cuando el Congreso de Tucumán debió resolver
qué jefe militar designar para comandar el Ejército del Norte en reemplazo de
Rondeau como consecuencia de la derrota de Sipe Sipe y desprestigiado por sus
diferencias con Güemes, al ser consultado San Martín, éste expresó: “yo me decido por Belgrano; éste es el más
metódico de los que conozco en nuestra América, lleno de integridad y talento
natural; no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a
milicia, pero créame usted, que es lo mejor
que tenemos en América del Sur”. Este testimonio es por demás categórico.
La
personalidad de Manuel Belgrano se engrandece a medida que avanzamos en la
investigación de sus dotes naturales y se transforma en un ejemplo: su
sacrificio, su humildad sin vanidades, su compromiso con los pueblos, su
grandeza de alma para contraer grandes responsabilidades y desempeñar los
roles, sin dudar, para los que fuese
elegido.
Perseverante,
enérgico, buscó estar siempre a la altura de las circunstancias, sin
lamentaciones ni resentimientos, pero con el sublime objetivo puesto en servir
a la Patria y
a sus compatriotas.
A las órdenes del
Triunvirato o a las del zar, su desempeño como General hubiera sido destacado.
Bibliografía
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