La publicación de estos apuntes sobre Historia Argentina, no tienen otra pretensión que prestar ayuda, tanto a estudiantes como a profesores de la materia en cuestión.

Muchos de ellos, simplemente son los apuntes confeccionados por el suscripto, para servir como ayuda memoria en las respectivas clases de los distintos temas que expusiera durante mi práctica en el Profesorado. Me daría por muy satisfecho si sirvieran a otras personas para ese objetivo.

Al finalizar cada apunte, o en el transcurso del mismo texto se puede encontrar la bibliografía correspondiente a los diferentes aspectos mencionados.

Al margen de ello invitaremos a personas que compartan esta metodología, a sumarse con nuevos apuntes de Historia Argentina.




Profesor Roberto Antonio Lizarazu

roberto.lizarazu@hotmail.com



martes, 4 de marzo de 2014



MANUEL BELGRANO Y LOS ESCITAS JUJEÑOS


Por: Profesora Marta Hebe Loureiro

Introducción

Desde la prehistoria, el ser humano se diferenció de otros seres vivos, pues supo que su supervivencia dependía de la satisfacción de dos necesidades básicas: la obtención de alimentos y el abrigo, hasta tal punto que debió luchar contra otros hombres por los mismos intereses.

Si pensamos en los primeros estadios paleolíticos, en los que las actividades se centraron en la caza, la pesca y la recolección de frutos, el hombre fue adquiriendo nuevas destrezas y aprendiendo a vivir en un ambiente hostil, cambiante, trasladándose hacia regiones que tuvieran los recursos necesarios para su subsistencia.

El desarrollo de la agricultura, la cría de ganado e incluso la construcción de notables sistemas de riego artificial y el almacenamiento de alimentos le dieron, sin lugar a dudas, una gran diferencia con respecto a las demás especies y a sus antepasados. 

La revolución del Neolítico fue la que demostró que su inteligencia estaba a su servicio para tal fin, la producción agraria y la domesticación de los animales fueron las que le dieron la base de la organización social de las primeras aldeas. De esta manera, abandonó el nomadismo y comenzó la etapa de una organización más compleja que dio origen a las primeras civilizaciones.

Egipto, Mesopotamia asiática, China, India e incluso América lo demostraron, con el surgimiento de grandes sociedades que presentaban un alto grado de complejidad política, religiosa, social y económica, demandando una organización eficiente. A través de las conquistas militares, obtuvieron nuevos territorios convirtiéndose en fabulosos imperios.

Tras largos esfuerzos y a pesar de las adversidades, el hombre logró dominar el planeta.
Por eso nos podemos preguntar, qué difícil será para un pueblo que tiene todo organizado abandonar y quemar todo aquello por lo que se esforzó y, de esa manera, evitar que otro se apodere de ello.
¿Qué habrá sentido el pueblo de Jujuy y el mismo General Manuel Belgrano, al dar la orden de abandonar y arrasar por el fuego lo que obtuvieron con tanto sacrificio, para provocar en el ejército realista su derrota física y psicológica que aquel momento requería?

Para la misma época, el pueblo ruso produjo un hecho similar: la tierra arrasada frente al ejército de La Gran Armée, un ejército que avanzaba con una rapidez increíble frente a un pueblo que muy lejos estaba aún de presentar batalla.

La misma estrategia para la misma época, en diferentes ambientes, tuvo por finalidad frente a enemigos poderosos, salvaguardar la vida de la  población no preparada para un combate inmediato, pero que le permitiría la organización de un ejército de patriotas que le daría futuras victorias. El sacrificio fue el mismo para ambos pueblos.

El presente trabajo pretende reforzar la figura de Manuel Belgrano, quien nunca pensó en ser soldado, pero siempre demostró estar a la altura de las circunstancias, fuera donde fuese, a las órdenes del Triunvirato, siendo útil al país y a sus conciudadanos. Un estudioso de los verdaderos problemas que necesitaban rápida solución, desobedeciendo genialmente, bajo su propia responsabilidad, para proteger y preservar la vida de los demás.

Un hombre con grandes dotes de estadista, capaz de todo sacrificio. Un intelectual inquieto, un abogado brillante y un militar que se forjó en la fragua de los genios. Una persona que dedicó su vida al servicio de sus ideales, y con profunda vocación patriótica abrazó la milicia como un imperativo del deber de la hora.

También, este trabajo pretende afianzar el valor y la decisión del pueblo jujeño, quienes acatando la orden del General Belgrano, en momentos en que la Patria les exigió un sacrificio, lo hicieron, a pesar de las lágrimas con profundo heroísmo, en la batalla por las provincias del Norte.

Desarrollo

La estrategia de la tierra arrasada o quemada fue puesta en práctica en diferentes momentos de la Historia. Así por ejemplo Herodoto registró que los escitas la usaron en contra del rey persa Darío I o Darío el Grande; más adelante los galos, con Vercingetórix, la utilizaron contra Julio César.
También fue utilizada por los musulmanes contra los cruzados a principios del siglo XI, y durante la guerra de los Cien Años la usaron franceses e ingleses indistintamente.
Otros registros como la invasión turca a Valaquia en 1462, o los indígenas contra la invasión a  Quito por los españoles, o la guerra entre Pedro el Grande de Rusia contra los suecos en la batalla de Poltava en 1709.

Entonces, sabiendo que Manuel Belgrano fue un gran estudioso e intelectual y adelantado para su época, no se puede dudar que haya pensado en esta estrategia, la que se dio en llamar en nuestra Historia Argentina, El Éxodo Jujeño.      

En el territorio argentino a inicios del siglo XVI vivieron grupos indígenas que se encontraban en grados muy diversos de desarrollo cultural, y que generaron a través de los siglos, formas muy variadas de adaptación a las distintas condiciones naturales del territorio.

El noroeste argentino estuvo habitado por pueblos sedentarios, con importantes densidades demográficas y altos niveles de desarrollo político y cultural en el momento de la llegada de los españoles; influidos por el imperio incaico a principios del siglo XVI y con la adopción de muchas pautas culturales y sociales impuestas desde el Cuzco.

Esas regiones que conocemos genéricamente como andinas, áridas y pobres, tuvieron habitantes que supieron adaptarse y aprovechar sus potencialidades, y sobre todo la enorme diversidad de microclimas y recursos en espacios relativamente cercanos.      

Una limitada agricultura, preferentemente en la ladera de las montañas, donde gracias a la formación de terrazas artificiales para el mejor aprovechamiento del agua escasa, se pudo cultivar ciertos vegetales como papa, quinoa, ulluco, los que soportaban el clima y la altura. Junto a ella, el pastoreo de animales domesticados como las llamas y vicuñas fueron los elementos fundamentales de las culturas andinas. El clima y la disponibilidad de sal favorecieron a los procesos de disecado y conservación de los alimentos que se aprovecharon en los tiempos de escasez, largos viajes o las transacciones.

Próximo a los valles calchaquíes, donde se encontraban los principales asentamientos humanos del territorio argentino, se practicó el cultivo del maíz, zapallo y otros vegetales en terrazas, en las laderas y valles y  con alta productividad.

Es comprensible que el hombre, a lo largo de los siglos fuese logrando modificar su ambiente para poder vivir enfrentando las adversidades que le impuso la naturaleza, por ello podemos imaginar lo que significó para el pueblo jujeño ese acto de heroísmo colectivo, un gran sacrificio dejarlo todo.

Sin ninguna duda, del mismo modo habrá sido para Belgrano muy difícil, dictar el bando que ordenaba, bajo pena de muerte a quien desobedeciera, dejar sólo tierra arrasada.

En momentos de la Revolución Francesa, Manuel Belgrano se encontraba en España, en dónde se nutrió de las ideas de libertad, igualdad y propiedad, que lo mostrarían como precursor de la emancipación, siguiendo con un razonamiento impecable, advirtió que el enemigo era el régimen español, quien mantenía una deformante estructura económica y traba para el progreso de los pueblos.

Belgrano, con el fino sentido práctico que lo caracterizó siempre, advirtió cuán necesario era defender a los agricultores o labradores de la época, en un medio que veía la riqueza sólo en la ganadería. Para ello debíase tomar en cuenta el régimen de la tierra, la política de comercialización de granos, la diversificación de los cultivos, alentar a otros nuevos.

Desde su cargo como Secretario del Consulado, escribió en su primera Memoria la necesidad de fomentar la agricultura, animar a la industria y proteger el comercio, favorecer a los abonos, semillas, escuelas de náutica y dibujo, de matemáticas y comercio, de establecimientos para la enseñanza de las técnicas del hilado y la creación de escuelas para los hijos de los campesinos y en particular para las niñas.           

La introducción de nuevos cultivos, forestación, medios para tener aguadas permanentes,  exterminio de perros cimarrones, protección de los cueros de las polillas. Tales son, harto esquematizadas, las ideas que inspiraron la obra fecunda de Belgrano desde el Consulado.

Producida la Invasión Inglesa de 1806, es sabido que Belgrano se negó a jurar fidelidad al rey británico; y empujado por su honor, se movilizó para ocupar un puesto de defensa, apreciando la falta de preparación militar de la ciudad y de su propia carencia.

Ejecutada la Reconquista, fue designado como Sargento Mayor, por los votos de sus mismos subordinados. Para lograr un desempeño eficiente en su nuevo cargo, recibe instrucción militar, porque “...no era lo mismo vestir el uniforme de tal que serlo”.

Producida la invasión de 1807 se lo nombró ayudante del Cuartel Maestre, Coronel César Balbiani. Debido a los sucesos de mayo, Belgrano concretó su aspiración para la formación de un instituto cuyo objetivo fuera la capacitación de los oficiales del nuevo ejército.

Su paso como jefe militar y político en el Ejército Expedicionario al Paraguay luego, de regreso a la Mesopotamia, para continuar la campaña a la Banda Orienta, al igual que al frente del Regimiento de Patricios, demostró ante las tropas, con su sola presencia, sus dotes de competente autoridad militar.
Belgrano expresó que “...llevar las armas de la Patria, obtener el título de soldado de ella, será una distinción de las más apreciables que caracterizará a los hombres de bien”

Por otra parte, la firme nobleza de su perfil, se vio enaltecida por varios hechos de desigual importancia, pero no por ello menos profundamente significativos: fue el creador de nuestra Bandera Nacional, y hay un libro a él dedicado, que constituye uno de los más brillantes trabajos de la historiografía continental, nos referimos a la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina.

El 27 de febrero de 1812 es puesta al servicio de la batería Independencia, y flameó por primera vez nuestra bandera azul- celeste y blanca en el emplazamiento de la batería Libertad.
Inmediatamente, y cumpliendo superiores órdenes recibidas, debió ponerse en marcha para hacerse cargo de los restos del Ejército del Norte, cuyo mando asumió el 3 de abril de 1812.

La revolución y las guerras externas e internas que la acompañaron trajeron cambios drásticos en las regiones agrarias del ex virreinato del Río de la Plata que los originados por las reformas y alteraciones de fines del periodo colonial. La ruptura del enorme espacio interior de intercambios que orientó las economías agrarias de las diversas regiones y la destrucción de bienes y medios de producción que generaron las guerras.

Conviene destacar cuáles fueran las condiciones generales en que se desarrolló esta guerra. Tanto realistas como patriotas estuvieron limitados a los recursos que les proveyó el continente sudamericano, Los patriotas sólo contaron con el recurso de la importación de armas en cantidades limitadas y la compra de buques para compensar su inferioridad naval. Los realistas se vieron limitados por la guerra en España, por la lejanía de su base de poder y su superioridad naval fue liquidada en 1804 en Trafalgar, careciendo además del potencial necesario para asistir oportunamente a las fuerzas de América y liberarse de las interferencias diplomáticas inglesas. Debido a ello los auxilios metropolitanos fueron generalmente escasos y tardíos.

La situación de los beligerantes se complicaba con la diversidad de los teatros de operaciones, que no sólo obligaba a la división de los escasos recursos, sino que presentaban características geográficas y climáticas distintas, que impusieron variadas exigencias a los hombres y al material de guerra; estas incidían en la salud y la capacidad de marcha del soldado, en el abastecimiento del ejército (dificultades de transportes, provisiones de caballadas, abundancia o escasez de pastos, etc.)

Los ríos constituyeron un obstáculo serio al movimiento de tropas, tanto por la inexistencia de puentes como por la falta de ingenieros o pontoneros. Debían cruzarse a nado o en balsas construidas en el lugar. Pero también la escasez de agua fue un problema aún mayor tanto en las zonas áridas como en los períodos de sequía en las zonas húmedas. En esos casos, la existencia de aguadas determinaba la dirección y duración de las marchas e hizo posible la subsistencia de las caballadas. Estos factores climáticos-geográficos limitaban generalmente las operaciones en el lapso comprendido entre octubre y abril.

Otro factor que perturbaba las operaciones fue la falta de cartas militares adecuadas, por lo que los comandantes debieron valerse con gran frecuencia de baqueanos que orientaban la marcha de las tropas, lo que muchas veces creó serios problemas, pues las rutas no se adaptaban a las necesidades militares.

Manuel Belgrano, ya como Jefe del Ejército del Norte, que en lo específico militar ningún detalle se le escapaba a su control, cuidado y atención, a los efectos de conocer los territorios donde operaría, organizó con ciertos pobladores, un cuerpo de guías con la misión de levantar una detallada carta topográfica de la región. Formó una Compañía de Cazadores de Infantería, organizó el parque de artillería, armó a la caballería con lanzas, organizó la logística y el sistema contable del Ejército.

Las distancias en el teatro de operaciones entre el Alto Perú y Buenos Aires eran enormes: de Buenos Aires a Humahuaca dos mil kilómetros, de Humahuaca a Huaqui aproximadamente mil quinientos kilómetros, de Huaqui a Lima algo menos, pero a través de varias cordilleras. La zona apta para operaciones militares en el Alto Perú estaba limitada por el río Desaguadero y la cordillera oriental por el oeste, y las cordilleras de La Paz y Cochabamba y la sierra de Aguarape y sus prolongaciones por el este. La altura del terreno oscilaba entre dos mil y cuatro mil metros, siendo las cordilleras frías y los valles templados. El apunamiento era frecuente en el soldado que provenía de las planicies.

Esta región se comunicaba con las provincias argentinas por tres rutas: el camino del despoblado que por la quebrada del Toro llegaba a Salta (ruta oeste), un camino que por Tarija iba a Orán y de allí a Jujuy (ruta este) y otro que partiendo de Anta seguía por Humahuaca hasta Jujuy (ruta central). Esta última era la única practicable normalmente para los ejércitos, aunque muy apta para operaciones defensivas. Más al sur, en Salta y Tucumán, el terreno lo formaban serranías y bosques menos apropiados para la defensa pero útiles para operaciones de guerrilla de las tropas, lo que muchas veces creó serios problemas, pues las rutas no se adaptaban a las necesidades militares.

En poco tiempo, de aquellos andrajos conformó un nuevo ejército, armó la caballería con lanza, dando a estas unidades una neta superioridad sobre los realistas que fue, en definitiva una de las claves de la victoria de Tucumán. Dentro de este vastísimo plan de mejoras orgánicas, económicas y profesionales, redactó un proyecto de reclutamiento, con el asesoramiento del Barón de Holmberg, que sería el primer ensayo de servicio militar obligatorio en nuestro país, para todos lo jóvenes comprendidos entre los dieciocho y los veinticinco años de edad, sin excepción. Las penas para los desertores o para los que tratasen de eludir el servicio eran severísimas. Lamentablemente, por motivos circunstanciales, su iniciativa no fue adoptada por el gobierno.

Pero este plan de mejoras presentaba debilidades, pues no había municiones, pertrechos, ni sables. La infantería no tenía bayonetas, así pues fueron provistos de cuchillos de monte hechos en las fraguas de Tucumán y atados en la punta de los fusiles. Las lanzas de la caballería estaban formadas por una tacuara y un cuchillo en la punta atado con cuero crudo.

Las deserciones se multiplicaban, sumadas a las bajas causadas por los estragos del paludismo y la malaria que redujeron por esos días al Ejército Auxiliador a menos de mil hombres, con la mitad enfermos o imposibilitados de combatir. Instalado para el  invierno en Jujuy en su Cuartel General en el mes de junio, un contingente de quinientos hombres, la mitad del Ejército, a las órdenes de Díaz Vélez, marchó a Humahuaca para establecer allí una posición defensiva, la primera línea a partir de la cual aquellos hombres debían “verificar la retirada, ofendiendo al enemigo y manteniendo el honor de las armas de la Patria

Un vez  que cayó en poder de los realistas Cochabamba, el ejército godo reforzó la vanguardia asentada en Suipacha y preparó el avance sobre Jujuy y Salta. El Virrey del Perú Abascal creyó llegado el momento de liquidar el poder revolucionario de Buenos Aires. El plan fue llevado a cabo por el general José Manuel Goyeneche.

En junio de 1812 Goyeneche le impartió a su primo, el coronel Pío Tristán y Moscoso una orden clara y sencilla: liquidar en el menor tiempo posible al General del Ejército Auxiliador del Perú, Don Manuel del Corazón de Jesús Belgrano y González y a su Ejército. Tristán conocía a Belgrano de Europa y hubo quienes decían que eran amigos.

Belgrano se dedicó a intercambiar correspondencia con los jefes realistas Goyeneche y Tristán, dando a entender que existía algún tipo de trato entre los nombrados y los patriotas. Así fue uno de los primeros que utilizaron la acción psicológica en el suelo americano.

Pío Tristán acató la orden y con tres mil hombres, sin agua, sin víveres y también sin dinero, pero con un ejercito triunfador, marchó rápidamente desde Tupiza por las soledades de Tres Cruces, Purmamarca y Volcán, en una penosa travesía con rendimientos sorprendentes para la época; y a mediados de agosto se halló muy próximo a Humahuaca pronto a cumplir las órdenes impartidas.

Reclamó infructuosamente auxilios al gobierno central. Entonces, Belgrano comprendió la necesidad de retroceder y tomar la medida extrema de abandonar Jujuy al enemigo; fue el único medio de evitar un desastre fatal para las fuerzas de la Patria.

El General dictó un Bando el 14 de julio de 1812, convocando a alistarse al Ejército a “...todos los ciudadanos amantes de la Patria comprendidos entre los dieciséis y los treinta y cinco años de edad, porque era preciso defenderla, ya que”...no hay derecho sin obligación”, no siendo causa de excepción la buena posición económica o social.

Encontró apoyo sobre todo entre los jujeños, y con los reclutados organizó una nueva unidad de caballería llamada los “Decididos” que puso a las órdenes de Eustaquio Díaz Vélez. Aceleró la fundición de cañones, preparó vituallas, reunió la caballería y el ganado. El 29 de julio publicó un bando en el que obligó a la población a abandonar sus hogares dejando tierras arrasadas al enemigo. Instó a las familias a unirse heroicamente al ejército, llevando sus armas, todo el hierro, el plomo y sus ganados a Tucumán. 

Así fue que inició el 23 de agosto de 1812, sin la aprobación del Triunvirato quien le dio la orden de retroceder hasta Córdoba en donde se le unirían fuerzas procedentes del Río de la Plata, la retirada que él mismo dirigió con la protección de la retaguardia patriota; al decir de un historiador jujeño: “Por fin se encolumna la caravana. Allí van las familias de abolengo, las de noble estirpe, los doctores, los letrados, ahí van los labradores, los artesanos, las mujeres, los viejos y los niños; todos ellos formando un monumento viviente de ese heroísmo sin estridencias”

De esta forma, con su desobediencia genial, ganó doscientos kilómetros desde Yatasto a Humahuaca, preservando la vida de muchos patriotas y con la certeza de que retirándose hasta Córdoba hubiera favorecido a los realistas a avanzar sobre Buenos Aires.

No pocos sacrificios costaron a los jujeños la retirada que la crónica conoce como Éxodo Jujeño. Cumpliendo la directiva del gobierno: “Vuestra Señoría sabe bien- le dice Rivadavia- que en los lugares que deje a su espalda y que ha de transitar el enemigo, deben quitarse todos cuantos recursos podían favorecer sus marchas. La Patria es preferible a las lágrimas de los que se queden infelices por medidas de tal naturaleza”.

No se equivocó el Triunvirato cuando habló de las lágrimas de los que quedaron infelices. El bando de Belgrano ordenando la retirada que produjo el vacío literal del área en disputa, dejó a Tristán huérfano de todo, cuando una jornada después que el Ejército Argentino dejó aquella plaza y empujó con un soplo a las avanzadas patriotas de Humahuaca, llegó a Jujuy.

Aquella demostración de sus aptitudes militares, luego de atravesar casi mil kilómetros, se vio coronada de gloria con los triunfos de Las Piedras y Tucumán. Paralelamente, con esta victoria cayó el Primer Triunvirato, siendo reemplazado por el Segundo, el que apoyó más decididamente al Ejército del Norte. Fueron momentos harto difíciles, pues para la misma época se produjo la invasión portuguesa a la Banda Oriental.

La victoria en la batalla de Tucumán obligó a los realistas a retroceder hacia el norte, de modo que los patriotas recuperaron el control de la región, el cual se hizo completo con el segundo triunfo en la batalla de Salta.

Hoy en día el Éxodo Jujeño es recordado por los habitantes de la provincia norteña cada 23 de agosto, pues se lo considera un acto de heroísmo colectivo. En el año 2002, luego de ciento noventa años, una ley del Congreso Nacional (Ley 25.664) instituyó este día como fecha conmemorativa y se la consideró a la provincia de Jujuy como “Capital Honorífica de la Nación Argentina”.

Manuel Belgrano, luego de los triunfos de Las Piedras, Tucumán y Salta donó la Bandera al Cabildo de Jujuy el 25 de mayo de 1813, como homenaje al pueblo del norte que acató la orden de dejarlo todo, a pesar de las lágrimas.

Conclusión

La estrategia de tierra arrasada o quemada, presentó para Belgrano una acción destructiva que no necesitó tecnología avanzada ni especialización para aplicarla, su objetivo fue desmoralizar al enemigo y demorar su avance, quebrándolo psicológicamente y dejándolo sin recursos para su abastecimiento. Obviamente provocando sufrimiento en las poblaciones afectadas.

Seguramente su objetivo no fue desde en un principio producir aquel sacrificio y el consecuente Éxodo Jujeño, pero un enfrentamiento que expusiera a aquellos hombres a una derrota aplastante y a la propia muerte, Belgrano jamás se lo hubiese perdonado a sí mismo. 

“La batalla por el país Calchaquí”, al decir de Maffey, desarrollada por las miserables reliquias del Ejército derrotado en Huaqui, en el río Desaguadero, a orillas del Titicaca, fue un ejemplo de ejecución de maniobra de defensa móvil,- según la actual doctrina militar- que operó en forma retardante cambiando espacio por tiempo, a lo largo de un extensísimo territorio y donde se aplicaron los principios más puros de reacciones ofensivas y contra ataques, como lo permitieron las circunstancias y que le dieron al fin la victoria.

En una sucesión de marchas y contramarchas, de idas y venidas, de triunfos y derrotas, todo aquel territorio fue testigo, esos años de infinidad de luchas y combates, que reunidos dieron lugar a la gran batalla por el Norte y que, como un gigantesco péndulo, alejaba o acercaba el límite de la revolución; péndulo que oscilaba de Córdoba a Potosí cubriendo en cada vaivén, un territorio tan extenso como Europa, de Calais al Rhin.

En el campo táctico, las operaciones que ejecutó Belgrano cubrieron toda la gama indicadas en los reglamentos de operaciones tácticas: retirada, defensa, repliegue, contraataque, acción retardante, etc.

Todas esas opciones abiertas a su capacidad como conductor y el pequeño ejército que trabajosamente fue preparando le dieron a Belgrano la instancia decisiva para la lucha por las provincias del Norte.

Para la misma época, el General Kutúzov, luego de sufrir la derrota contra la Gran Armée en la batalla de Borodino, también retrocedió dejando a Moscú arrasada por el fuego, intentando proteger la vida de la población civil frente a un ejército veloz y victorioso.

Mientras contempló a Moscú convertida en cenizas, Napoleón Bonaparte vio que los rusos, entre lágrimas, prefirieron “quemar sus santos que abandonarlos a sus enemigos”, comprendiendo
así la fuerza moral del pueblo ruso. Al decir del Emperador, “¡Qué extraordinaria resolución! ¡Qué hombres, son verdaderos escitas!”

Parafraseando a Napoleón I podemos afirmar que los jujeños fueron verdaderos escitas, poseedores de una moral bien alta y un espíritu de sacrificio a toda prueba.

En cuanto a Belgrano, años más tarde, cuando el Congreso de Tucumán debió resolver qué jefe militar designar para comandar el Ejército del Norte en reemplazo de Rondeau como consecuencia de la derrota de Sipe Sipe y desprestigiado por sus diferencias con Güemes, al ser consultado San Martín, éste expresó: “yo me decido por Belgrano; éste es el más metódico de los que conozco en nuestra América, lleno de integridad y talento natural; no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia, pero créame usted, que es lo mejor que tenemos en América del Sur”. Este testimonio es por demás categórico.

La personalidad de Manuel Belgrano se engrandece a medida que avanzamos en la investigación de sus dotes naturales y se transforma en un ejemplo: su sacrificio, su humildad sin vanidades, su compromiso con los pueblos, su grandeza de alma para contraer grandes responsabilidades y desempeñar los roles, sin dudar,  para los que fuese elegido.

Perseverante, enérgico, buscó estar siempre a la altura de las circunstancias, sin lamentaciones ni resentimientos, pero con el sublime objetivo puesto en servir a la Patria y a sus compatriotas.

A las órdenes del Triunvirato o a las del zar, su desempeño como General hubiera sido destacado.





Bibliografía General

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Belgrano, Mario, Historia de Belgrano. Buenos Aires. Espasa- Calpe, 1944.

Floria, Carlos A., García Belsunce, César A. Historia de los Argentinos.  Buenos Aires. Larousse, 1992. Tomo I.

Epistolario Belgraniano. Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia, 1970.

General Belgrano, Apuntes biográficos.  Buenos Aires. Instituto Nacional Belgraniano, 1995.

Gral. Maffey, Alberto, Crónicas de las Grandes batallas del Ejército Argentino. Buenos Aires. Círculo Militar, 2000.

Ludwig, Emil, Napoleón. Barcelona. Editorial Juventud, 2006.

Tcnl (R) Morales, Horacio, Vida Militar de Manuel Belgrano, en Revista El Gran Americano. Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, 2011, Nº 12.
        
Weimberg, Gregorio, Manuel Belgrano (1770-1820), en Hombres de la Argentina, de mayo a la crisis del 30. Buenos Aires. Eudeba, 1983.
                                            





















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