Carlos Warnes |
POBRES LIBROS ¿QUE CULPA TIENEN?
Por: Roberto Antonio Lizarazu
Sabemos que uno de los mayores logros de la humanidad, es haber llegado en su proceso evolutivo a la instancia de producir el libro. No fue fácil ni rápido, ese proceso llevó varias decenas de siglos para lograrlo. Imprenta mediante.
Su éxito fue tan notable y los resultados tan evidentes, que hoy en día hasta tiene su día Internacional del Libro. En él se conmemora el trascendente cambio que se produce en la conducta de las personas el haber leído un libro o no. Por supuesto si se lee más de uno el cambio es mayor. Produce un efecto multiplicador notable y sus resultados son sorprendentes; y como veremos para algunos, altamente peligroso por que subvierte el orden instituido.
En 1995, fue promulgado por la UNESCO el 23 de abril el día internacional del libro, debido a que ese mismo día, es la fecha del fallecimiento de Miguel de Cervantes Saavedra, del Inca Garcilaso de la Vega y de William Shakespeare. Esto no es exactamente así por que en Inglaterra se utilizaba el calendario juliano y en España el gregoriano, pero se acordó de esa manera.
Como no podía ser de otra forma, nosotros los argentinos tenemos nuestro propio día del libro. El 15 de Junio. Comienza en 1908 con la celebración de la Fiesta del libro. Sigue en 1924 con el Decreto 1038 como Fiesta del Libro y en 1941 por Resolución Ministerial, como Día del Libro. Todas estas oportunidades precisan el 15 de junio.
En distintas circunstancias, los pobres libros sufrieron de todo. Al ser culpables de incentivar la evolución de la especie; y de mejorar per se el raciocinio humano, resultó peligrosísimo para los que se oponen a esa evolución. Sufrió censuras, tachaduras, prohibiciones, quemas masivas, ejecuciones de sus autores, y otras exquisiteces propias de los retrógrados de siempre, que hubo en todas las épocas y sigue habiendo.
En nuestro país, uno de los ataques más disparatados que sufrió el pobre libro fue en 1945. Nuestro populismo de entonces, entre otras proclamas “antialgo”, había entronizado la dicotomía de turno: alpargatas sí libros no.
Carlos Warnes, el genial humorista y creador de los diálogos de sus personajes literarios: César Bruto, Napoleón Verdadero, Uno cualquiera y José Spadavechia, inmediatamente respondió con su inolvidable “AGARREN LOS LIBROS QUE NO MUERDEN”.
Seguramente algún día habrá alguna biblioteca pública, que lleve el nombre de “Honorable Carlos Warnes”.
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