La publicación de estos apuntes sobre Historia Argentina, no tienen otra pretensión que prestar ayuda, tanto a estudiantes como a profesores de la materia en cuestión.

Muchos de ellos, simplemente son los apuntes confeccionados por el suscripto, para servir como ayuda memoria en las respectivas clases de los distintos temas que expusiera durante mi práctica en el Profesorado. Me daría por muy satisfecho si sirvieran a otras personas para ese objetivo.

Al finalizar cada apunte, o en el transcurso del mismo texto se puede encontrar la bibliografía correspondiente a los diferentes aspectos mencionados.

Al margen de ello invitaremos a personas que compartan esta metodología, a sumarse con nuevos apuntes de Historia Argentina.




Profesor Roberto Antonio Lizarazu

roberto.lizarazu@hotmail.com



miércoles, 16 de mayo de 2012

Doctor Ernesto Palacio


ERNESTO PALACIO, “LA HISTORIA FALSIFICADA

Por: Roberto Antonio Lizarazu

El doctor Ernesto Palacio merece un lugar más que destacado entre los historiadores del movimiento nacionalista. De hecho es uno de los talentos más brillantes del mismo, en esta materia tan controvertida como deliberadamente subvertida para mezquinos objetivos políticos.

En este breve apunte, solamente me referiré a una de sus obras, la mencionada en el título, La Historia Falsificada,  y todo lo entrecomillado corresponde a la misma.

Yo no había nacido  en 1938 cuando  Ernesto Palacio ya se consagraba con un breve y determinante ensayo titulado La Historia Falsificada que tuvo gran aceptación y el beneplácito de amplios círculos de estudiosos de la historia. Hoy en día su lectura es de una actualidad asombrosa. Las circunstancias son totalmente distintas, pero al trastrocarse los sucesos, los principios mencionados por Palacio, son de una vigencia absoluta porque vuelve a ocurrir el error exactamente igual, pero con los términos invertidos. Eso no es historia, eso es política y de la barata. Si no se debía proceder de esa manera antes, tampoco se puede proceder ahora. Ninguna ideología puede justificar insistir en un evidente error. Ni antes ni ahora.

El suscripto tuvo la suerte de haber sido alumno del doctor Palacio en el Instituto del Profesorado; y es notable como los grandes maestros que a su vez son poseedores de destacadas personalidades, marcan inconcientemente la línea de proceder de sus educandos. 

Decía Palacio en su obra “La Historia Falsificada”: “La historia  ha de ser viviente, estimulante, ejemplarizadora, o no servirá para nada… Domina en nuestro país la falsa idea de una historia dogmática y absoluta, cuyas conclusiones deben acatarse como cosa juzgada, so pena de incurrir en el delito de leso patriotismo. Aquí se ejercita un verdadero terrorismo de la ciencia oficial, por medio de la prensa, la universidad y la enseñanza media. Su consecuencia es el estancamiento de la labor  histórica, cuyo corolario es un oscurecimiento cada vez mayor del sentimiento nacional, ya que las nuevas generaciones no encuentran, en el esquema heredado de sus padres y abuelos, los estímulos y lecciones que aquellos encontraron para la realización de su destino cívico…”

La Historia convencional, escrita para servir propósitos políticos ya perimidos, huele a cosa muerta para la inteligencia de las nuevas generaciones. Ante el empeño de enseñar una historia dogmática, fundada en dogmas que ya nadie acepta, las nuevas generaciones han resuelto no estudiar historia, simplemente. Con lo que llevamos algo ganado. Nadie sabe historia, ni la verdadera, ni la oficial”.

El breve ensayo se constituyó en el más coherente y lúcido ataque a los fundamentos ideológicos y  doctrinarios de la historia oficial. “Fraguada para servir  a los intereses de un partido dentro del país, llenó la misión a que se la destinaba: fue el antecedente y la justificación de la acción política de nuestras oligarquías gobernantes, o sea el partido de la civilización. No se trataba de ser independientes, fuertes y dignos; se trataba de hacernos en cualquier forma, dueños de nuestros destinos, sino de seguir dócilmente las huellas de Europa. No de imponernos, sino de someternos. No  de ser heroicos, sino de ser ricos. No de ser una gran nación sino una colonia próspera. No de crear una cultura propìa, sino de copiar la ajena. No de poseer nuestras industrias, nuestro comercio, nuestros navíos, sino de entregarlo todo al extranjero y fundar, en cambio, muchas escuelas primarias donde se enseñara, precisamente, que había que recurrir a ese expediente para suplir nuestra propia incapacidad. Y muchas Universidades, donde se profesara como dogma que el capital es intangible y que el Estado es mal administrador”.

Deseo finalizar la recordación de La Historia Falsificada con una imperdible visión del doctor Palacio del regreso de Rivadavia de Europa, luego de sus frustrados intentos de pretender conseguirnos algún príncipe para que nos gobernara.

“Venía posesionado de su sistema, al que atribuía virtudes de panacea y que consistía en una mezcla de liberalismo monárquico-borbónico con utilitarismo benthamiano, o sea la fórmula intelectualmente más pobre del pensamiento político inglés, como que consiste en procurar la felicidad de los hombres por medio de la buena administración. El hombre de las luces, carecía en absoluto de ellas y el visionario no veía más allá de sus narices. No era más que un pobre hombre común, ambicioso por resentimiento y sin grandes resortes morales, aferrado a una cartilla dogmática que aplicaba sin tino: en suma un pobre hombre, horro de imaginación y de grandeza”.

Los principios que mencionaba en el  correcto planteo que realizaba  el doctor Ernesto Palacio ya en 1938, referido al manejo de la historia oficial en las actividades políticas de ese momento, tienen plena vigencia  en la actualidad. Ahora si observamos los términos de quien hace la historia oficial y la política actual; y la reacción de ello en la sociedad que siempre se mantiene inmutable, se observa que todo sigue igual. Dimos una vuelta completa en círculo y nos encontramos en el mismo sitio. Solo modificamos los roles de los hacedores de la historia oficial, pero el esquema es el mismo. Esa distorsión deliberada de la realidad, trae aparejado lo que el Profesor Ernesto Palacio reparaba, y dejara por escrito: “Solamente una revisión honesta de nuestra historia nos pondrá en condiciones de proclamar abiertamente ante el mundo nuestro verdadero ser y nuestro ideal. Está todo tan mezclado,  que nadie sabe historia, ni la verdadera, ni la oficial”. Escribía clarito el Hombre. No da lugar a interpretaciones a la violeta.

Fuente: Ernesto Palacio. La Historia Falsificada. Editorial Peña Lillo, Buenos Aires, 1960.


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