LOS CUYANOS EN CHILE
Por: Roberto Antonio Lizarazu
Durante la larga tiranía de Rosas, a los emigrados argentinos en Chile se los denominaba genéricamente como “Los Cuyanos”. La colonia de argentinos proscriptos era numerosa. Las guerras civiles, el gobierno marcadamente autocrático y las constantes alternativas políticas que producían cada batalla o enfrentamiento armado, determinaba que para exiliarse luego de la posibilidad “Oriental”, le siguiese la posibilidad “Cuyana”. Además hubo otras igualmente numerosas.
La emigración de nuestras provincias andinas tiene gran importancia en nuestra historia política sudamericana, por la obra y la calidad intelectual desarrollada por “Los Cuyanos” mientras se encontraban exiliados en Chile.
De todos ellos, hay cinco que se destacan entre el resto por su fructífera labor realizada en Chile en diversos campos: intelectuales, culturales y comerciales. Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutierrez, Vicente Fidel López y Bartolomé Mitre. El resto no es mucho menos importante pero los obviaré por razones de espacio. En este comentario solo me referiré a las actividades desarrolladas por Sarmiento y por Alberdi. Del resto nos ocuparemos más adelante.
Sarmiento se transforma en uno de los pioneros del grupo de “Los Cuyanos”, desde principios de 1839 y su exilio dura hasta 1852. Contaba con treinta años de edad, y ese período es sin lugar a dudas su época más fecunda de su vida literaria. En Chile escribió el Facundo, los Recuerdos de Provincia, Argirópolis y el Tratado de Educación Popular.
Como periodista se destaca por sus colaboraciones en El Mercurio, en El Nacional, en El Progreso, en La Crónica , en La Tribuna , en El Sud América y en La Gaceta del Comercio, en todos ellos deja publicado una copiosa producción que llena casi sola los diez primeros tomos de sus Obras Completas y ocupa algunas páginas de los tomos siguientes. Demás está decir que de eso vive. Vive trabajando de periodista político y de autor literario.
Sarmiento antes de destacarse y de trabajar de periodista en los medios mencionados, ya había incursionado en ese campo. Había redactado El Zonda en San Juan, y al expatriarse comienza trabajando de minero y luego de maestro de escuela. Posteriormente logra la atención del lector chileno con un artículo en El Progreso, referido a la Batalla de Chacabuco, en el cual reivindicaba la gloria y el genio de San Martín en la empresa libertadora. Esa nota sobre San Martín y la batalla de Chacabuco, fue la carta de presentación de Sarmiento ante la intelectualidad chilena. La puerta ya se encontraba abierta.
Las actividades de Alberdi en el exilio chileno fueron más complejas, por que Alberdi era abogado y finalmente trabaja de abogado, de periodista, de publicista y de biógrafo. Alberdi llega a Chile en 1848 cuando ya Sarmiento hacía años que estaba y actuaba como en su casa. Fija su residencia en Valparaíso, no en Santiago donde estaba el grueso de “Los Cuyanos”, sitio donde encontró el ambiente de trabajo e independencia que necesitaba y alternó su labor entre la prensa y el foro. Procuró servir al país que lo hospedaba sin olvidar su propio país y sobre todo sin olvidar la causa por la cual se encontraba exiliado. La autocracia instalada en el gobierno argentino.
Alberdi al poco tiempo de llegar obtiene el título de abogado en La Facultad de Leyes de Chile, rindiendo equivalencias de las materias y con una tesis que denota la preocupación de siempre del tema que lo obsesionaba: “Memoria sobre la conveniencia y objeto de un Congreso General Constituyente Americano”.
Inmediatamente el diario El Mercurio lo designó abogado defensor en un juicio por calumnias, del cual salió triunfante y que consolidó su reputación en el foro.
El presidente chileno en ese momento era Manuel Bulnes, Presidente entre 1841 y 1851, que era cuñado de nuestro General Manuel G. Pinto. Pinto era amigo personal de Salvador Alberdi, el padre de Juan Bautista y había estado como exiliado en San Miguel del Tucumán viviendo en la casa de la familia Alberdi. A través de esa trama de relaciones, a Alberdi le encargan (pago por supuesto) que redacte una biografía del presidente chileno en ese momento. Así aparece la clásica obra que aún hoy es de consulta obligatoria para los que estudian historia chilena, denominada “Biografía de Don Manuel Bulnes”. La exitosa venta editorial, más los ejemplares que compra el mismo gobierno para bibliotecas y atenciones, sumado al juicio favorable de “El Mercurio”, que el mismo diario periódicamente se encarga de reiterar en sus páginas recordando el fallo para que nadie se anime a demandarlos nuevamente, en pocos meses colocan a Alberdi en lo más alto de la vida intelectual chilena y vemos como la buena fortuna guió sus pasos iniciales como exiliado.
De ese buen momento nacen publicados los opúsculos de “Veinte días en Génova y El Tobías”, “Defensa de José Pastor Peña”, que fue otro defendido por Alberdi que también gana el juicio. “La Legislación de la prensa en Chile”, “De la Magistratura y sus atribuciones en Chile”, “Índice alfabético del Boletín de las leyes, órdenes y decretos del gobierno de Chile”, “Manual de ejecuciones y quiebras”. Todas estas obras de índole jurídica merecieron el reconocimiento de sus colegas y fueron auspiciadas por el gobierno chileno como de reconocida utilidad pública y profesional.
A este mismo género pertenece su “Carta sobre los estudios convenientes para formar un abogado con arreglo a las necesidades de la sociedad actual en Sud América”. Este extraño trabajo de Alberdi, que era un encargo pagado por el padre del joven argentino estudiante de Leyes en la Universidad de Turín, de nombre Lucas González, con el objeto de guiarlo en sus estudios y que termina siendo el vademécum que usan todos los estudiantes de leyes sudamericanos con pretensiones de terminar sus estudios. Por último debemos mencionar de este período de “Los Cuyanos” de Alberdi, un “Diccionario razonado de legislación civil, penal, y comercial”. Que queda inconcluso y nunca lo completó ni publicó. Pero la vida y la historia siguen avanzando a pesar de las concepciones políticamente retrógradas de algunos gobernantes.
A partir del 1 de mayo de 1851, fecha del pronunciamiento en Concepción del Uruguay, “Los Cuyanos” se movilizan, algunos como pueden y otros como sienten que deben hacerlo. Para diciembre del 51, Sarmiento ya se encuentra en Entre Ríos junto a un numeroso grupo de exiliados de diversos países que los cobijaron durante largos años y presta su colaboración al Ejército Grande, desde las más humildes posiciones. De Boletinero. Su grado militar fue el de Sargento Mayor de Infantería. No participó en ninguna carga brillante de caballería ni en ningún hecho heroico que se deba mencionar, ni siquiera salió herido. Pero Sarmiento ese día, el 3 de febrero de 1852 estuvo ahí, donde había que estar para que sus acciones coincidieran con sus escritos y con sus palabras: en el campo de batalla. Otros exiliados más pragmáticos y probablemente más inteligentes, prefirieron estar en posiciones más cómodas, por ejemplo, en las serranías tucumanas esperando la definición de la batalla. Por si acaso había que exiliarse nuevamente en Chile, siempre quedaba más cerca El Tucumán que El Palomar de Monte Caseros.
Fuente: Pedro Pablo Figueroa, Diccionario Biográfico de Extranjeros en Chile. Imprenta Moderna, Santiago de Chile, Segunda Edición, 1939.
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