La publicación de estos apuntes sobre Historia Argentina, no tienen otra pretensión que prestar ayuda, tanto a estudiantes como a profesores de la materia en cuestión.

Muchos de ellos, simplemente son los apuntes confeccionados por el suscripto, para servir como ayuda memoria en las respectivas clases de los distintos temas que expusiera durante mi práctica en el Profesorado. Me daría por muy satisfecho si sirvieran a otras personas para ese objetivo.

Al finalizar cada apunte, o en el transcurso del mismo texto se puede encontrar la bibliografía correspondiente a los diferentes aspectos mencionados.

Al margen de ello invitaremos a personas que compartan esta metodología, a sumarse con nuevos apuntes de Historia Argentina.




Profesor Roberto Antonio Lizarazu

roberto.lizarazu@hotmail.com



domingo, 20 de enero de 2013

UN CUENTO DE AMOR INÉDITO DE JUAN MANUEL DE ROSAS

Recopilación: Roberto Antonio Lizarazu

SEGUNDA PARTE

En la Primera Parte se detalla la introducción a este cuento que realizara oportunamente el doctor Dardo Corvalán Mendilaharzu. Tanto esa introducción como el texto de este cuento, hasta ese momento inédito, es obra de Corvalán Mendilaharzu, quien oportunamente había tenido acceso al archivo de Rosas que se encontraba  en ese momento en posesión de la familia Terrero.  Ya lo expliqué en la Primera Parte pero deseo reiterarlo. Esto no es mérito del suscripto sino de Corvalán Mendilaharzu.

No usaré comillas para reproducir el texto, porque todo es redactado de puño y letra por el General Rosas y al copiarlo se conservó la forma original y los giros idiomáticos del momento.

                                      DESESPERA, Y MUERE

En 1858, en las cercanías de Fontainebleau, entraron en una casa de huéspedes, una señora, y un caballero, que se proponían pasar en el campo una temporada.

En los primeros tiempos salían juntos todas las mañanas, y no volvían hasta la hora de comer.
La noche la pasaban leiendo  (sic) en su cuarto. Esa fue su vida durante el Estío.

Cuando llegó el tiempo de la caza, el joven salía muy temprano y volvía tarde. Ella nunca salía esos días. Parecía muy triste, Andrés, hizo conocimiento en la caza con algunos y a poco tiempo después llevó a varios a la casa. Comieron juntos y se divirtieron bebiendo y hablando muchas horas de la noche. Por la mañana, Andrés se fue con ellos y pasó algunos días sin volver. Luego estas ausencias se repitieron a menudo. María pasaba esos días cerca de la ventana o de la lumbre, trabajando o leiendo, cuando no lloraba. A fines del invierno Andrés se marchó, dejando pagado el gasto que podía hacer la joven durante su ausencia, que anunció debía ser bastante larga.

Transcurrieron dos meses después de su salida y María ninguna carta recibió. La joven estaba tan triste, que luego se enfermó.
Los primeros días de primavera la re animaron un poco. Por primera vez salió y se dirigió al bosque, sin querer que nadie la acompañara. Los hijos del posadero, que se había interesado mucho por la pobre María, la siguieron. Volvieron diciendo que había ido a una roca donde estaban escritos estos nombres: “Andrés, María”, y debajo una inscripción en una lengua extranjera. Todo el verano lo paso así, yendo todos los días a la gruta; pero andaba tan lentamente y se mostraba tan abatida, que inspiraba compasión a todos.                         

Por la noche escribía. Cuando comenzó el otoño, el estado de María se empeoró: se conocía que su fin era cercano.
Una tarde entregó al amo de la casa un pliego sellado, recomendándole que lo guardara para entregarlo a Andrés cuando volviera. Luego, dándole gracias por los cuidados que se había tomado, le dijo hiciera subir a los niños, y entre ellos repartió todo lo que poseía.

Aquella misma tarde de repente dio, un grito y murió pronunciando dos palabras en lengua extrangera  (sic).  Se enterró a María en el cementerio de Fontainebleau. Abierto el pliego escrito por María, se vio que contenía el diario siguiente:

2 de septiembre. Tengo hoy la certidumbre que la vida me abandona, como hace tiempo he abandonado yo la vida.

Andrés; no vivía yo más que para amarte, y ser amada de ti; náda me liga a este mundo desde que tu amor me abandonó. Mientras he sido dichosa, eres tú mi único confidente. Hoy mi corazón quiere saltarseme  (sic) del pecho y tengo que confiar mis penas al papel.

Además si alguna vez lees estos renglones, quiero que encuentres en ellos mi perdón que es muy facil, porque la felicidad que he experimentado en nuestro amor compensa las desgracias.

4 de septiembre. Si puede decirse “que no hay peor dolor que el pensar en las felicidades cuando se han perdido”,  (1) no comprendo esta idea. Las únicas alegrías que puede haber en mi pobre corazón son aquellas que proceden del recuerdo de las felicidad pasada.

Cada día sentada en la peña que tanto nos gustaba, (falta texto) desarrollarse a mis ojos los días del año tan feliz que ha trascurrido; repaso cada hora, cada incidente, y descubro en aquellos que entonces me parecían mas insignificantes, nuevos encantos y delicias ignorados.

Cuando me aparecen los queridos fantasmas de los días en que se quedaron fijos en mi memoria, mi corazón sumergido en tristes voluptuosidades, se complace en acariciar esas imágenes lejanas, y cuando todo ha desaparecido, paréceme que mi alma se sube a mis ojos con las lágrimas y se calma suavemente con el santo rocío.

Te veo, Andrés, rico, joven y hermoso, viniendo hacia mi, pobre huérfana extranjera que por lástima recogió tu familia en su seno, para demostrarme el primero de todos un poco de cariño, en lugar de esa compasión desdeñosa que me había infundido tanta tristeza. ¡Oh! Qué pronto se abrió mi corazón a tus dulces palabras; que pronto me abandoné a la fé que me inspirabas, sin contar los obstáculos; mas en breve tu primera palabra de amor borró la huella de las lágrimas vertidas. ¡Con que resignación te hice el sacrificio de mi honor, mi única riqueza, para que no tuvieras que luchar jamás con tu familia, que jamás habría consentido en que te hubieras casado conmigo!

¡Dios me perdone! Mi arrepentimiento implora su misericordia!

10. De Setiembre. (2)  Desde el día en que viniste aquí con amigos, conocí que se había concluido nuestra felicidad.

Las mujeres convertimos todo nuestro corazón en un sentimiento único; pero los hombres que llevan una vida mas agitada, hallan pronto el aburrimiento, allí donde nosotros mantenemos un foco un foco eterno que se alimenta consigo mismo.

20. (de septiembre) No puedes figurarte, que alegría cruel la experimento al conocer que mi fin se aproxima. Si: ¿Qué haría yo en este mundo? Arrastrar un dolor inconsolable entre una muchedumbre indiferente, porque jamás renacería otro amor sobre las ruinas del primero.

Prefiero pues marcharme hacia las playas desconocidas donde siempre he pensado que los buenos podían amar sin dolor y sin crimen. Andrés allí te espero.

25 Setiembre. ¡Ay! ¿Porqué me has abandonado? Porqué me he encontrado en tu camino, yo, pobre huérfana extrangera. Estaba escrito que debía yo morir aquí, lejos de mi patria y sola con mi desesperación.

Mil veces leo en nuestra gruta del monte nuestros dos nombres, que decías debían estar menos unidos que nuestras almas.

¿Con que mentías entonces? ¡Oh Dios mío! ¿Cómo puede ser que se mienta con miradas tan tiernas, con palabras tan dulces? No, no mentías; te engañabas, y mi desgracia quiso que yo fuese partícipe de tu amor.

1º de Octubre. Hoy es el aniversario de uno de los últimos días felices que hemos pasado juntos. ¡Cuán dichosos éramos! ¡Que encantos tenía para mí toda la naturaleza! ¡Cómo desafiábamos a la desgracia!

En ese día de júbilo de fe serena descubrimos la gruta y grabamos en ella nuestros nombres. Hoy he querido volver a verla; pero todo me ha parecido muy sombrío, y en un momento de amarga desesperación he escrito debajo de nuestros nombres, en inglés, mi lengua, esta sentencia tristísima: “Desespera y muere”. Si; ese es mi horizonte; y siento que se aproxima con rapidez el momento en que van a concluirse mis padecimientos.

5 de Octubre. Aunqué  (sic) estoy muy débil he querido ir esta mañana al monte; tenía el presentimiento que sería mi despedida a ese teatro de nuestras felicidades pasadas. He recorrido todas las cumbres, todos los céspedes, todos los lugares donde hemos estado en los días en que tu me amabas; y luego otra vez en la gruta que visitábamos juntos, estendí  (sic) mis dos manos hacia la llanura, y saludé con un adiós solemne cada punto de este horizonte, en donde nuestros ojos y nuestras almas se encontraban tan a menudo.

Pronuncié tu nombre y el mío repetidas veces; pero quebrantada por mi exaltación caí al suelo, y solo después de algunas horas recobré fuerzas para llegar al lecho de donde ya no debía salir.

12 de Octubre. Presintiendo que la muerte me sorprendería de un momento a otro, he quemado todos mis papeles a fin de que nadie más que tú sepas mi triste historia.

No podrán grabar en mi sepulcro otro nombre que el de María, nombre que no es el mío, pero que yo tengo en mucho porque tu me lo diste en uno de los primeros días de nuestra felicidad. He quemado todas tus cartas después de haberlas leído por última vez.

Amigo mío, me has amado mucho, y todavía te lo agradezco. Unos meses de tal felicidad valen mas que una vida targa atravesada siempre por sinsabores, sean cuales fueren la posición y la fortuna.

Adiós para siempre, Andrés: tengo que cerrar estas paginas antes de que la fría mano de la muerte arranque la pluma de mis manos. ¡Adiós!

La historia es cierta: los que visitaron en el bosque de Fontainebleau  podrán ver en la gruta los nombres de Andrés y de María, y debajo la sentencia inglesa: “Desespera y muere”.




(1) Corvalán Mendilaharzu no dice una sola palabra sobre el autor de la frase que Rosas pone entre comillas. Exactamente como la registra Rosas, el suscripto no la encontró nunca. En relación a su  concepto de manera genérica, varios autores expresaron similares criterios.  Desde Epicuro, pasando por Trasímaco, hasta el mismo Shakespeare y Lope de Vega como los posteriores a Rosas, Darío Nervo y nuestro Benito Lynch, usan similares expresiones, pero no textuales como lo señala el autor. 


(2) Utiliza tanto septiembre como setiembre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario