La publicación de estos apuntes sobre Historia Argentina, no tienen otra pretensión que prestar ayuda, tanto a estudiantes como a profesores de la materia en cuestión.

Muchos de ellos, simplemente son los apuntes confeccionados por el suscripto, para servir como ayuda memoria en las respectivas clases de los distintos temas que expusiera durante mi práctica en el Profesorado. Me daría por muy satisfecho si sirvieran a otras personas para ese objetivo.

Al finalizar cada apunte, o en el transcurso del mismo texto se puede encontrar la bibliografía correspondiente a los diferentes aspectos mencionados.

Al margen de ello invitaremos a personas que compartan esta metodología, a sumarse con nuevos apuntes de Historia Argentina.




Profesor Roberto Antonio Lizarazu

roberto.lizarazu@hotmail.com



viernes, 15 de marzo de 2013




CARTA DE SAN MARTIN A ROSAS, POR LA  MERITORIA DEFENSA DE LA SOBERANÍA NACIONAL EN LA VUELTA DE OBLIGADO.


Recopilación: Roberto Antonio Lizarazu

Primera Parte.

Generalmente conocemos los términos del testamento del Libertador, donde en su artículo 3º   deja como herencia a Rosas  la espada que usara en sus campañas militares.

“3º El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la Independencia de la América del Sud, le será entregado al general de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla.”
   
Pero la correspondencia entre ambos, cuando Rosas era gobierno; y la mantenida luego de su derrocamiento en Monte Caseros, se la ignora deliberadamente. Es verdad existe poca  correspondencia entre ambos personajes. Y si algo llama la atención de la misma, (probablemente ese sea el motivo de su desconocimiento), es la forma amable, gentil, respetuosa, como corresponde a verdaderos amigos que mantenían en esa correspondencia.

Hoy reproduciremos una carta de San Martín a Rosas motivada por la Batalla de la Vuelta de Obligado del 20 de noviembre de 1845; y la respuesta de Rosas a esa carta. No se puede tapar con un dedo que en la primera de ellas, San Martín se dirige a Rosas como “Mi respetable general y amigo” y se despide de él con un “Que goce usted la mejor salud, que el acierto presida en todo lo que emprenda son los votos de este su apasionado amigo y compatriota”.

En la respuesta, Rosas se dirige a San Martín con un “Mi querido general y amigo”  Y se despide de él con un “Deseándole, pues, un pronto y seguro restablecimiento y todas las felicidades posibles, tengo el mayor gusto suscribiéndome como siempre su apasionado amigo y compatriota”.  Estas no son notas entre políticos que pretenden ganar adeptos o especulan con cambiar de partido, son cartas entre dos Generales de la Nación que combatieron, sumando las de ambos, en más de sesenta batallas, combates y escaramuzas, con las armas en la mano y no llevándolas de adorno precisamente. Salvemos las distancias para medir con precisión el valor de estas palabras, observando las acciones de los personajes que las pronunciaban, en este caso que las dejaron por escrito y las firmaron.

José de San Martín
Boulogne-sur- Mer, 2 de noviembre de 1848.
Excmo. Sr. Capitán general D, Juan Manuel de Rosas.

Mi respetable general y amigo:
A pesar de la distancia que me separa de nuestra patria, usted me hará la justicia de creer que sus triunfos son un gran consuelo a mi achacosa vejez.

Así es que he tenido una verdadera satisfacción al saber el levantamiento del injusto bloqueo con que nos hostilizaban las dos primeras naciones de Europa; esta satisfacción es tanto más completa cuanto el honor del país, no ha tenido nada que sufrir, y por el contrario presenta a todos los nuevos Estados Americanos, un modelo que seguir y más cuando éste está apoyado en la justicia. No vaya usted a creer por lo que dejo expuesto, el que jamás he dudado que nuestra patria tuviese que avergonzarse de ninguna concesión humillante presidiendo usted a sus destinos; por el contrario, más bien he creído no tirase usted demasiado la cuerda de las negociaciones seguidas cuando se trataba del honor nacional. Esta opinión demostrará a usted, mi apreciable general, que al escribirle, lo hago con la franqueza de mi carácter y la que merece el que yo he formado del de usted. Por tales acontecimientos reciba usted y nuestra patria mis más sinceras enhorabuenas.

Para evitar el que mi familia volviese a presenciar las trágicas escenas que desde la revolución de febrero se han sucedido en París, resolví transportarla a este punto, y esperar en él, no el término de una revolución cuyas consecuencias y duración no hay precisión humana capaz de calcular sus resultados, no sólo en Francia, sino en el resto de la Europa; en su consecuencia, mi resolución es el de ver si el gobierno que va a establecerse según la nueva constitución de este país ofrece algunas garantías de orden para regresar a mi retiro campestre, y en el caso contrario, es decir, el de una guerra civil (que es lo más probable), pasar a Inglaterra, y desde este punto tomar un partido definitivo.

En cuanto a la situación de este viejo continente, es menester no hacerse la menor ilusión: la verdadera contienda que divide a su población es puramente social; en una palabra, la del que nada tiene, tratar de despojar al que le posee; calcule lo que arroja de sí un tal principio, infiltrado en la gran masa del bajo pueblo, por las predicaciones diarias de los clubs y la lectura de miles de panfletos; si a estas ideas se agrega la miseria espantosa de millones de proletarios, agravada en el día con la paralización de la industria, el retiro de los capitales en vista de un porvenir incierto, la probabilidad de una guerra civil por el choque de las ideas y partidos, y, en conclusión, la de una bancarrota nacional visto el déficit de cerca de 400 millones en este año, y otros tantos en el entrante: éste es el verdadero estado de la Francia y casi del resto de la Europa, con la excepción de Inglaterra, Rusia y Suecia, que hasta el día siguen manteniendo su orden interior.

Un millar de agradecimientos, mi apreciable general, por la honrosa memoria que hace usted de este viejo patriota en su mensaje último a la Legislatura de la provincia; mi filosofía no llega al grado de ser indiferente a la aprobación de mi conducta por los hombres de bien.

Esta es la última carta que será escrita de mi mano; atacado después de tres años de cataratas, en el día apenas puedo ver lo que escribo, y lo hago con indecible trabajo; me resta la esperanza de recuperar mi vista en el próximo verano en que pienso hacerme hacer la operación á los ojos. Si los resultados no corresponden a mis esperanzas, aun me resta el cuerpo de reserva, la resignación y los cuidados y esmeros de mi familia.

Que goce usted la mejor salud, que el acierto presida en todo lo que emprenda, son los votos de este su apasionado amigo y compatriota.

José de San Martín”.



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