CARTA
DE SAN MARTIN A ROSAS, POR LA MERITORIA DEFENSA
DE LA SOBERANÍA NACIONAL
EN LA VUELTA DE
OBLIGADO.
Recopilación:
Roberto Antonio Lizarazu
Primera Parte.
Generalmente conocemos los
términos del testamento del Libertador, donde en su artículo 3º deja
como herencia a Rosas la espada que
usara en sus campañas militares.
“3º El sable que me ha
acompañado en toda la
Guerra de la
Independencia de la
América del Sud, le será entregado al general
de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que
como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la
República contra las injustas pretensiones de los
extranjeros que trataban de humillarla.”
Pero la correspondencia entre
ambos, cuando Rosas era gobierno; y la mantenida luego de su derrocamiento en
Monte Caseros, se la ignora deliberadamente. Es verdad existe poca correspondencia entre ambos personajes. Y si
algo llama la atención de la misma, (probablemente ese sea el motivo de su desconocimiento),
es la forma amable, gentil, respetuosa, como corresponde a verdaderos amigos
que mantenían en esa correspondencia.
Hoy reproduciremos una carta de
San Martín a Rosas motivada por la
Batalla de la
Vuelta de Obligado del 20 de noviembre de 1845; y la
respuesta de Rosas a esa carta. No se puede tapar con un dedo que en la primera
de ellas, San Martín se dirige a Rosas como “Mi
respetable general y amigo” y se despide de él con un “Que goce usted la mejor salud, que el acierto presida en todo lo que
emprenda son los votos de este su
apasionado amigo y compatriota”.
En la respuesta, Rosas se
dirige a San Martín con un “Mi querido
general y amigo” Y se despide de él con un “Deseándole, pues, un pronto y seguro restablecimiento y todas las
felicidades posibles, tengo el mayor gusto suscribiéndome como siempre su apasionado amigo y compatriota”. Estas no son notas entre políticos que
pretenden ganar adeptos o especulan con cambiar de partido, son cartas entre
dos Generales de la Nación
que combatieron, sumando las de ambos, en más de sesenta batallas, combates y
escaramuzas, con las armas en la mano y no llevándolas de adorno precisamente.
Salvemos las distancias para medir con precisión el valor de estas palabras,
observando las acciones de los personajes que las pronunciaban, en este caso
que las dejaron por escrito y las firmaron.
“José de San Martín
Boulogne-sur-
Mer, 2 de noviembre de 1848.
Excmo.
Sr. Capitán general D, Juan Manuel de Rosas.
Mi
respetable general y amigo:
A
pesar de la distancia que me separa de nuestra patria, usted me hará la
justicia de creer que sus triunfos son un gran consuelo a mi achacosa vejez.
Así
es que he tenido una verdadera satisfacción al saber el levantamiento del
injusto bloqueo con que nos hostilizaban las dos primeras naciones de Europa;
esta satisfacción es tanto más completa cuanto el honor del país, no ha tenido
nada que sufrir, y por el contrario presenta a todos los nuevos Estados
Americanos, un modelo que seguir y más cuando éste está apoyado en la justicia.
No vaya usted a creer por lo que dejo expuesto, el que jamás he dudado que
nuestra patria tuviese que avergonzarse de ninguna concesión humillante
presidiendo usted a sus destinos; por el contrario, más bien he creído no
tirase usted demasiado la cuerda de las negociaciones seguidas cuando se
trataba del honor nacional. Esta opinión demostrará a usted, mi apreciable
general, que al escribirle, lo hago con la franqueza de mi carácter y la que
merece el que yo he formado del de usted. Por tales acontecimientos reciba
usted y nuestra patria mis más sinceras enhorabuenas.
Para
evitar el que mi familia volviese a presenciar las trágicas escenas que desde
la revolución de febrero se han sucedido en París, resolví transportarla a este
punto, y esperar en él, no el término de una revolución cuyas consecuencias y
duración no hay precisión humana capaz de calcular sus resultados, no sólo en
Francia, sino en el resto de la
Europa ; en su consecuencia, mi resolución es el de ver si el
gobierno que va a establecerse según la nueva constitución de este país ofrece
algunas garantías de orden para regresar a mi retiro campestre, y en el caso
contrario, es decir, el de una guerra civil (que es lo más probable), pasar a
Inglaterra, y desde este punto tomar un partido definitivo.
En cuanto a la situación de este viejo continente, es menester no
hacerse la menor ilusión: la verdadera contienda que divide a su población es
puramente social; en una palabra, la del que nada tiene, tratar de despojar al
que le posee; calcule lo que arroja de sí un tal principio, infiltrado en la
gran masa del bajo pueblo, por las predicaciones diarias de los clubs y la
lectura de miles de panfletos; si a estas ideas se agrega la miseria espantosa
de millones de proletarios, agravada en el día con la paralización de la
industria, el retiro de los capitales en vista de un porvenir incierto, la
probabilidad de una guerra civil por el choque de las ideas y partidos, y, en
conclusión, la de una bancarrota nacional visto el déficit de cerca de 400
millones en este año, y otros tantos en el entrante: éste es el verdadero
estado de la Francia
y casi del resto de la Europa ,
con la excepción de Inglaterra, Rusia y Suecia, que hasta el día siguen
manteniendo su orden interior.
Un
millar de agradecimientos, mi apreciable general, por la honrosa memoria que
hace usted de este viejo patriota en su mensaje último a la Legislatura de la
provincia; mi filosofía no llega al grado de ser indiferente a la aprobación de
mi conducta por los hombres de bien.
Esta
es la última carta que será escrita de mi mano; atacado después de tres años de
cataratas, en el día apenas puedo ver lo que escribo, y lo hago con indecible
trabajo; me resta la esperanza de recuperar mi vista en el próximo verano en
que pienso hacerme hacer la operación á los ojos. Si los resultados no
corresponden a mis esperanzas, aun me resta el cuerpo de reserva, la
resignación y los cuidados y esmeros de mi familia.
Que
goce usted la mejor salud, que el acierto presida en todo lo que emprenda, son
los votos de este su apasionado amigo y compatriota.
José de San Martín”.
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