¿YO? ARGENTINO
Por: Roberto Antonio Lizarazu
Una de las características más relevante de nuestra deficiente idiosincrasia individual y social es, que ante cualquier error, dificultad o inconveniente en nuestro camino, nosotros no tenemos la menor responsabilidad de ello. Somos totalmente ajenos a los resultados de nuestras acciones y/o de nuestra inacción. En realidad nuestro apotegma de cabecera pareciera ser: ¿Yo? Argentino.
Hace ya unos meses en este mismo sitio, el 12 de junio del 2012, publicamos un apunte titulado “Recibí un muy buen regalo, un libro de Enrico Udenio”, referido al libro “La Hipocresía Argentina ”. Este concienzudo trabajo de Udenio, pone el dedo en la llaga y explicita, en la Tercera Parte del mismo, en el Capítulo El Pueblo no es Inocente, lo que los teóricos y demagogos que escriben sobre el tema de la decadencia argentina, tratan de explicar lo inexplicable y de justificar lo injustificable. Resumiendo Udenio sostiene argumentalmente, lo que el suscripto opina desde hace décadas. El problema de la argentina somos los argentinos.
Transcribo textualmente. “Casi todas las exposiciones y análisis que investigadores y periodistas realizan sobre el proceso de involución del desarrollo argentino, exculpa generalmente a la población, señalando que ella es una inocente víctima. Y la identidad de los culpables, varía según la ideología del que la señala: manipulación de los países poderosos, los populistas ambiciosos del poder, los perversos conservadores, liberales, fascistas, izquierdistas totalitarios, neoliberales, ingenuos progresistas, políticos corruptos, empresas expoliadoras de la riqueza, extranjeros codiciosos, la curia católica reaccionaria, los militares golpistas, la España colonizadora de los reyes, son sólo algunos de los tantos malvados que pululan y aún proliferan por el mundo, aparentemente obsesionados por someter a los argentinos. Si aceptáramos sólo una porción de todas estas maquinaciones como probable realidad, resultaría llamativa la cantidad de energía que el mundo insumió e insume en el objetivo de dominar a la Argentina.”
El señor Enrico Udenio se olvidó y se pasó de largo a uno de los clásicos culpables de nuestra decadencia: Los judíos. Este maligno culpable es infaltable en el listado del feraz imaginario colectivo autóctono, cuando llega el momento de achacarles las culpas de nuestros males a los demás. Casualmente en este momento se reflotan viejas taras al respecto.
Sobre este mismo aspecto, hace pocos días, el Rabino Sergio Bergman escribe en una nota que se reprodujo en varios medios, bajo el título “Las retenciones cívicas” –un artículo que hay que leerlo completo- algunas agudas observaciones sobre la conducta y la responsabilidad de todos los argentinos.
“Esta vez no se trata de ellos, los que gobiernan, sino de nosotros, los gobernados. No es más ellos o nosotros, sino que se trata definitivamente, en términos de nación de todos. ¿Que pueden ser ellos, sino una expresión de todos?”
“La argentina es un país lleno de bendiciones, con una sola maldición: nosotros los argentinos.”
Es para ponerse a llorar, pero por fin pareciera que algunos intelectuales argentinos han dejado la politiquería y la demagogia de lado y apuntan al centro del problema. El problema somos nosotros y nuestra deficiente conducta individual que afecta y se proyecta a la social.
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