RESPUESTA
DE ROSAS A SAN MARTIN POR LA CARTA DE
FELICITACIÓN CON MOTIVO DE LA BATALLA DE
LA VUELTA DE
OBLIGADO
Recopilación: Roberto Antonio Lizarazu
Segunda
parte.
“Juan Manuel de Rosas
Marzo de 1849
Mi
querido general y amigo:
Tengo
sumo placer en contestar su muy estimada carta fecha 2 de noviembre último.
Aprecio intensamente las benevolentes expresiones en cuanto a mi conducta
administrativa sobre el país en la intervención anglo-francesa, en los asuntos
de esta república. La noble franqueza con que usted me emite sus opiniones da
un gran realce a la justicia que usted hace a mis sentimientos y procederes
públicos.
Nada
he tenido más a pecho en este grave y delicado asunto de la intervención, que
salvar el honor y dignidad de las Repúblicas del Plata, y cuanto más fuertes
eran los enemigos que se presentaban a combatirlas, mayor ha sido mi decisión y
constancia para preservar ilesos aquellos ídolos queridos de todo americano.
Usted nos ha dejado el ejemplo de lo que vale esa decisión, no he hecho más que
imitarlo.
Todos
mis esfuerzos siempre serán dirigidos a sellar las diferencias existentes con
los poderes interventores de un modo tal, que nuestra honra y la independencia
de estos países, como de la
América toda, queden enteramente salvos e incólumes.
Agradezco
sobremanera las apreciables felicitaciones que me dirige por el levantamiento
del bloqueo de estos puertos, por las fuerzas de los poderes interventores.
Este hecho, que ha tenido lugar por la presencia sola de nuestra decidida constancia
y por la abnegación con que todos nos hemos consagrado en la defensa del país
tan injustamente agredido, será perpetuamente glorioso. Ha tenido lugar sin que
por nuestra parte hayamos cedido un palmo de terreno. Acepto complacido, pues,
sus felicitaciones, y al retornárselas con encarecimiento, me es satisfactorio
persuadirme que usted se regocijará de un resultado tan altamente honorífico
para la República.
Siento que los últimos acontecimientos de que ha sido teatro la Francia hayan perturbado
su sosiego doméstico y obligándolo a dejar su residencia de París por otra más
lejana, removiendo allí su apreciable familia, a esperar su desenlace. Es
verdad que éste no se presenta muy claro: tal es la magnitud de ellos y tales
las pasiones e intereses encontrados que compromete.
Difícil es lo pueda alcanzar la previsión más reflexiva. En una
revolución en que, como usted dice muy bien, la contienda que se debate es sólo
del que nada tiene contra el que posee bienes de fortuna, donde los clubs, las
logias y todo lo que ellas saben crear de pernicioso y malo, tienen todo
predominio no es posible atinar qué resultados traigan, y si la parte sensata y juiciosa triunfará al fin de sus
rapaces enemigos y cimentara el orden en medio de tanto elemento de desorden.
Quedo instruido
de su determinación de pasar a Inglaterra, si se enciende una guerra civil (muy
probable) en Francia, para desde ese punto tomar un partido definitivo, y deseo
vivamente que ella le proporcione todo bien, seguridad y tranquilidad personal.
Soy muy sensible
a los agradecimientos que usted me dirige en su carta por la memoria que he
hecho de usted en el último mensaje a la Legislatura de la Provincia ; ¿cómo quiere
usted que no lo hiciera, cuando aún viven entre nosotros sus hechos heroicos, y
cuando usted no ha cesado de engrandecerlos con sus virtudes cívicas? Este acto
de justicia ningún patriota puede negarlo (y mengua fuera hacerlo) al ínclito
vencedor de Chacabuco y Maipú. Buenos Aires y su Legislatura misma me harían
responsable de tan perjudicial olvido, si lo hubiera tenido. En esta honrosa
memoria sólo he llenado un deber que nada tiene usted que agradecerme. Mucha
pena siento al saber que la apreciable carta que contesto, será la última que
usted me escribirá, por causa de su desgraciado estado de la vista; ¡ojalá que
sus esperanzas de recuperarla por medio de la operación que se propone, tenga
por feliz resultado su entero restablecimiento! Fervientemente ruego al
Todopoderoso que así sea y que recompense sus virtudes con ese don especial. Al
menos, mi apreciable general, es consolante para mí saber que, en caso
desgraciado, no le faltará resignación. Ella y los cuidados de su digna familia
harán más soportables los desagrados de una posición mucho más penosa para
cualquier otro que no tenga la fortaleza de espíritu de usted.
Deseándole,
pues, un pronto y seguro restablecimiento y todas las felicidades posibles,
tengo el mayor gusto, suscribiéndome, como siempre su apasionado amigo y
compatriota.
Juan Manuel de Rosas”
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