El MOTÍN DE LAS TRENZAS
Por: Roberto Antonio Lizarazu
Quien suponga que el denominado Motín de las trenzas, se trató de un hecho anecdótico, entre rebeldías soldadescas y motines de militares trasnochados está completamente equivocado. Cuando más adelante veamos la cantidad de bajas y luego los fusilamientos y los ahorcamientos de los amotinados, repararemos que esto formó parte de la indefinición imperante del modelo de país que era deseado por algunos y rechazado por otros. Este fue un hecho plenamente político y motivado por el manejo y acumulación del poder de las armas para poder gobernar.
Una de las pruebas de que este fue un hecho político lo da la circunstancia que un tercio de la bibliografía denomina este lamentable hecho como Sublevación de los Patricios; otro tercio como Motín de las Trenzas, y el último tercio directamente ignora el hecho como si nunca hubiese ocurrido. La diferencia semántica entre sublevación y motín, justifica las drásticas medidas adoptadas por las autoridades del momento, por un hecho de indisciplina que tomado en su momento correcto hubiese terminado con unos días de arresto a los revoltosos pelilargos.
La explicación del tercio de los autores que ignora el hecho pareciera estar fundada en Ricardo Levene, quien en la monumental obra que el dirigiera: Historia de la Nación Argentina , Tomo 5 Segundo. Capítulo XI, Formación del Triunvirato, página 369, argumenta y justifica -extrañamente para un historiador- lo siguiente: “Según los documentos, relacionados con el 18 de diciembre de 1810 y el 25 de septiembre de 1811, en Buenos Aires no se había producido nada, o sea, las convulsiones correspondientes tenían lugar en forma secreta y con la conformidad de todos. Conviene subrayar ese admirable espíritu inicial de los hombres de mayo –pronto desaparecido- que consistía en una especie de tácita transacción o acuerdo para evitar el choque violento y la guerra civil.”
Se le debería haber explicado ese acuerdo de que “no había pasado nada” a los condenados que fueron fusilados y luego sus cuerpos exhibidos colgados de las horcas en la Plaza de la Victoria como medida ejemplarizadora.
Conviene recordar que la plaza llevaba ese nombre “Victoria”, en homenaje a las heroicas acciones realizadas durante las invasiones inglesas, precisamente por los fusilados en ella. No se llamaba Victoria por los triunviros que acicateaban las ejecuciones.
Convendría precisar las vicisitudes de los gobiernos en el período mencionado por Levene. Entre el 18 de diciembre de 1810 y el 25 de septiembre de 1811. “Cuando no se había producido nada” y donde “las convulsiones correspondientes tenían lugar en forma secreta y con la conformidad de todos.” Los respectivos gobiernos fueron: la Primera Junta , la Junta Grande y el Primer Triunvirato. Pero no voy a entrar en sus detalles porqué nos distraería del tema de este comentario que es otro.
Todos los últimos cuerpos de Milicias Urbanas son organizados y proyectados por Liniers para enfrentar un hecho puntual: las invasiones inglesas. Estaban entre otros, los cuerpos de Gallegos, Andaluces, Catalanes, Vizcaínos y Montañeses, Cazadores Correntinos, Arribeños (los oriundos de las provincias de arriba), Pardos y Morenos, y los más numerosos los Patricios.
El Cuerpo de Legión de Patricios Voluntarios Urbanos de Buenos Aires, tiene su origen el 6 de septiembre de 1806, en respuesta a la proclama del Virrey Santiago de Liniers y Bremond, ante la inminencia del ataque de los invasores ingleses que ya habían tomado Montevideo. El Virrey dispuso que los voluntarios nativos de Buenos Aires se presentaran en el Fuerte el 15 de septiembre. La respuesta fue que 4.000 hombres se presentaran para ser alistados.
La principal característica de todas estas milicias urbanas constituía que la elección de sus jefes, oficiales y suboficiales, era por elección de todos sus integrantes. Un miembro un voto.
Existen varias y conocidas crónicas de oficiales ingleses que al desconocer este igualitario y democrático sistema de elección, se asombraban del trato de relación, amistad y confianza que existía entre los jefes y los subalternos de los patricios.
Primeros Jefes del Cuerpo.
De la primera elección que se realiza en las instalaciones del Consulado de Comercio de Buenos Aires, y llevada a cabo el 8 de noviembre de 1806, resultan electos como jefe del Cuerpo y Comandante del primer batallón, el Teniente Coronel Cornelio Saavedra, como Comandante del segundo batallón el Capitán Esteban Romero, como Comandante del tercer batallón el Capitán José Domingo Urien. Manuel Belgrano fue electo como Sargento Mayor. Dura en ese cargo hasta 1807 cuando ante la inminente segunda invasión inglesa es remplazada electoralmente, por Juan José Viamonte con igual grado de Sargento Mayor.
Es conveniente recordar que el electo Sargento Mayor Manuel Belgrano, goza en el momento de la elección, del cargo de Primer y Único Secretario Perpetuo del Consulado de Comercio de Buenos Aires, casualmente las instalaciones donde se realiza esta elección. En ese importantísimo y perpetuo cargo, -lo de perpetuo-, característica monárquica si las hay, había sido designado por orden del Secretario de Estado del Reino de España, Manuel de Godoy, Duque de Alcudia, con ratificación de Carlos IV en junio de 1794.
El Motín propiamente dicho.
El 16 de noviembre de 1811, el nombramiento directo del Coronel Manuel Belgrano, como Jefe sin la elección de la tropa en sustitución de Saavedra, cayó en el Cuerpo como lo que fue, un desaire a la tradición del mismo. Belgrano por su parte adoptó medidas que podríamos definir por lo menos como inoportunas e innecesarias. Que la tropa se cortara la coleta, que constituía el rasgo característico y de distinción del Cuerpo. Para comprender el simbolismo en la mentalidad de ese momento: Patricios sin coleta era lo mismo que pretender granaderos montados en petisos. Una chicana buscando la reacción de los burlados para poner ese cuerpo bajo otro mando.
José María Rosa lo explica perfectamente en su Historia Argentina, Tomo II, La Revolución , El triunvirato, página 346, que a las tradiciones de los pueblos hay que tomarlas en serio; y que están más allá de las modas o modernismos de los gobernantes de turno.
“La coleta, que venía desde los tiempos de Don Pedro de Cevallos, era mantenida en patricios como una tradición irrenunciable. Era preciado distintivo del cuerpo, porqué otros regimientos eran “pelones” según las ordenanzas militares en vigencia. Formaba un motivo de orgullo orillero: las modas tardan en llegar a los suburbios, y sus habitantes mantenían la coleta desde Carlos III, mientras los del centro se cortaban el pelo a la manera de Fernando VII o Napoleón. De la misma manera que la rústica chaqueta o saco era la casaca de otros tiempos que persistía.”
“La trenza se usaría hasta entrado el siglo 18 como distintivo varonil de las orillas; en los tiempos de Rosas sería sustituida por la porra y en los de Alsina por la melena.”
El Gobierno ante la previsible reacción que se veía venir, y por la pluma de Rivadavia, dio una proclama llamando a la “sobriedad, disciplina, orden y subordinación”, pero ya era tarde.
En la noche del 6 de diciembre se produjo el motín. Desobedecidos los jefes y oficiales, fueron arrojados del cuartel, pidiendo el relevo de los mismos y autorización para elegir a los que debían reemplazarlos, tal como se había hecho al organizarse el cuerpo en 1806, cuando los jefes y oficiales fueron elegidos por votación de la tropa.
Como vimos antes por Ricardo Levene, que todos los acontecimientos de este período son considerados como si nada hubiese ocurrido; menos mal nos queda alguna documentación no oficial, ajena a esta singular política. Entre ellas, una carta a su gobierno del agente representante de los Estados Unidos en Buenos Aires, W. G. Miller donde narra que “Los sublevados pidieron se nombrara como Jefe del Cuerpo al Capitán José Pereyra Lucena por ser amigo de Saavedra y negándose a recibir como tal a Belgrano” entre otras consideraciones que harían muy extenso este comentario, referidas a la nueva y beneficiosa política comercial vigente entre estas pampas e Inglaterra.
La intervención, primero de mediación y luego de atenuar la sentencia de muerte de los perdidosos, por parte de los obispos Lué y Orellana fracasaron estrepitosamente. Las partes del conflicto estaban más empeñadas en torcer la mano del oponente y ejecutar como ejemplo político a los adversarios que encontrar soluciones y coincidencias que las había a montones.
Finalmente el motín es aplastado con muertos y heridos por ambas partes. Rápidamente el 12 de diciembre se dictó sentencia contra los amotinados, la que se cumplió el 13 de diciembre de 1811. Cuatro sargentos, dos cabos y cuatro soldados fueron fusilados en la Plaza de la Victoria y expuestos colgados a la vista de los vecinos. Los Sargentos de Patricios Juan Ángel Colares, Domingo Acosta, Manuel Alfonso y José Enríquez. Los Cabos Manuel Pintos y Agustín Quiñones y los Soldados Agustín Castillo, Juan Herrera, Mariano Carmen y Ricardo Nonfres. A otros veinte se los condenó a presidio en la Isla Martín García con penas que oscilaban los diez años. Algunas crónicas sin documentar por supuesto, dan cuenta que en pocos meses los presidiarios, muchos de ellos buenos nadadores, prontamente encontraron conchabos en las distintas fuerzas policiales y militares de la Banda Oriental.
A partir del motín, el Cuerpo perdió no solamente las coletas de sus miembros sino también su nombre: Patricios de Buenos Aires y durante algunos años pasaron a llamarse Batallones Cívicos de Buenos Aires. Es verdad que al mando quedó Manuel Belgrano y los ex patricios participaran entre un innumerable número de hechos gloriosos, nada más ni nada menos, que en Rosario en la creación y en enarbolar por primera vez el pabellón nacional argentino.
Este hecho que comento ahora, es sistemáticamente ignorado y no se registra en los planes de estudio de la materia Historia de ningún nivel, pero en 1830, Rosas le restituye al Cuerpo su original nombre de Patricios y posteriormente ordena su participación en las campañas del desierto de los años 1833 y 1834. Cuando en 1830 se restituye el nombre original a los Patricios, también se realiza un homenaje y una misa, a la que por supuesto concurren Rosas y todo su gobierno en honor del Brigadier Cornelio de Saavedra, padre electo de los Patricios de Buenos Aires.
Fuente: Guillermo Furlong S.J. Cornelio de Saavedra, el padre de la patria. Buenos Aires, 1960.
Este artículo confunde la verdad histórica. No se menciona que el mismo cuero rechaza a Belgrano y elige a Viamonte.
ResponderEliminarJuan José Viamote no es mencionado.