La publicación de estos apuntes sobre Historia Argentina, no tienen otra pretensión que prestar ayuda, tanto a estudiantes como a profesores de la materia en cuestión.

Muchos de ellos, simplemente son los apuntes confeccionados por el suscripto, para servir como ayuda memoria en las respectivas clases de los distintos temas que expusiera durante mi práctica en el Profesorado. Me daría por muy satisfecho si sirvieran a otras personas para ese objetivo.

Al finalizar cada apunte, o en el transcurso del mismo texto se puede encontrar la bibliografía correspondiente a los diferentes aspectos mencionados.

Al margen de ello invitaremos a personas que compartan esta metodología, a sumarse con nuevos apuntes de Historia Argentina.




Profesor Roberto Antonio Lizarazu

roberto.lizarazu@hotmail.com



sábado, 7 de abril de 2012


JOSÉ HERNÁNDEZ

Por: Doctor Julio R. Otaño
Los gauchos y Pavón: segun SARMIENTO:   carta del 20 de setiembre de 1861, que pasa por ser el “Evangelio partidario” le exponía a Mitre: “Necesito ir a las provincias, usted sabe mi doctrina. No trate de economizar sangre le gauchos. Éste es un abono que es preciso hacer útil al mis. La sangre es lo único que tienen de humano… … Puedo en las provincias, y deseo ser el heraldo autorizado de Buenos Aires… Ud tome la escuadra dominando la rivera ¡qué golpe de teatro, embarcarse i ir a Paraná! ¡Quién pudiera sugerirle la idea de quemar, ordenadamente, los establecimientos públicos, esos templos polutos! Un abrazo, y resolución de acabar”. A la que le añade la del 23 de octubre, perfilando más el plan: “asegurar los principales puntos de la República con batallones de línea, o lo que es lo mismo apoyar a las clases cultas contra el levantamiento del paisanaje.”

El Chacho: Sarmiento comenta: “Si Sandes mata gente, cállense la boca; son animales bípedos de tan perversa condición, que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”  Ante la muer­te bárbara por degollación del Chacho Peñaloza, expon­drá : “He aplaudido la medida precisamente por su for­ma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado picaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquie­tado en seis meses”.  Después le aonseja a Mitre “Southampton o la horca..hay que terminar con Urquiza…”

José Hernández y el chacho:  “Los salvajes unitarios están de fiesta. Celebran en estos momentos la muerte de uno de los caudillos mas prestigiosos, más generoso y valiente que ha tenido la República Argentina. El partido federal tiene un nuevo mártir. El partido unitario tiene un crimen más que escribir en la página de sus horrendos crímenes. El ge­neral Peñaloza ha sido degollado. El hombre ennoblecido por su inagotable patriotismo, fuerte por la santidad de su causa, el Viriato Argentino, ante cuyo prestigio se estre­llaban las huestes conquistadoras, acaba de ser cosido a puñaladas en su propio lecho, degollado, y su cabeza ha sido conducida como prueba del buen desempeño del asesi­no, al bárbaro Sarmiento. El .partido que invoca la ilustración, la decencia, el progreso, acaba con sus enemigos cosiéndolos a puñaladas. El partido unitario es lógico con sus antecedentes de sangre. Mata por su índole perversa, mata porque una sed de sangre lo mortifica, lo sofoca, lo embrutece; mata porque es cobarde para vencer en el com­bate y antes de mirar frente a su enemigo, desliza entre las tinieblas y el silencio de la noche, el brazo armado del asesino para que vaya a clavar el puñal en el co­razón de su enemigo dormido. Maldito sea,  mil veces maldito, sea el partido envenenado con crímenes, que hace de la República Argentina el teatro de sus san­grientos horrores! La sangre de Peñaloza clama ven­ganza…

Sarmiento y la revolución jordanista: Más adelante, cuando sea Presidente de la Re­pública, aparte de ofrecer recompensa en dinero por las cabezas de los federales de López Jordán, reiterará su doctrina: “Los rebeldes, amotinados, merodeadores y de­más que se toman con las armas en las manos, están a merced del Gobierno y pueden ser pasados por las armas, deportados o lo que se quiera con ellos, y según la conve­niencia y necesidad del caso, pues no gozan da garantía alguna...”  .

José Hernández ante el mismo motivo Y José Hernández en su carta a López Jordán del 7 de octubre de Í870 resume la posi­ción espiritual de los dirigentes federales: “Urquiza era el Gobernador Tirano de Entre Ríos, pero era más que todo, el Jefe Traidor del Gran Partido Federal, y su muerte, mil veces merecida, es una justicia tre­menda y ejemplar del partido tantas veces sacrificado y vendido por él. La Reacción del partido, debía por lo tanto iniciarse por un acto de moral política, como era el justo castigo del Jefe Traidor”,

José Hernández opina de Mitre:  Mitre “para la República Argentina, para la República Oriental, para el Paraguay, fue una especie de loteria fú­nebre, una bolilla negra, que desde el día de su aparición en la escena, ha venido presagiando desgracias… Hombre inventado por la necesidad de un partido en una época de lucha, como le ha dicho Sarmiento, se encontró un día, como vencedor de Pavón con todo el poder militar de la República Argentina en sus manos, y dispuso de sus des­tinos según su caprichoLa sangre que se ha derramado por su causa, bastaría para teñir de rojo las aguas de los caudalosos Uruguay y Paraná.  “Esta parte de la América le debe sólo mucho años de amarguras, de desgracias de miserias… no hay un solo rincón en estas tres Repúlicas donde no exista grabado con caracteres sangrientos el nombre de Bartolomé Mitre, donde no haya alcanzado su influencia de desvastación y de ruina… sus procónsu­les establecieron en el interior el nivel del sable sobre todas las cabezas…  Sus antecedentes son horri­bles.  Sus hechos actuales son ignominiosos.   Su porvenir es sombrío, y su nombre será execrado y maldecido por las generaciones venideras.  Militar mediocre, revolucionario torpe, político inhá­bil, literato ramplón, vive y ha vivido siempre rodeándose de misterios  haciendo profecías co­mo la de los tres meses en Asunción, explotando las am­biciones más ruines, las pasiones más reprobadas, e influ­yendo siempre para el mal,  .es el hombre más funesto que han producido estos países.  Mereció ser juzgado en Sierra chica; mereció ser acusado y procesado por las fechorías que el ordenó o consintió en el Interior; mereció un consejo del guerra en Curupaytí, y alguna vez ha de llegar el día en que la justicia Nacional se cumpla”

José Hernández habla de Sarmiento: publicaba en «La Libertad» su respuesta a «La Tribuna»; lo hacía bajo el título «Señor Sarmiento»: ¿por qué mataron?» y decía:
“Hace aproximadamente quince años, tuvo lugar en Santa Fe una Convención Nacional para considerar las reformas que Buenos Aires presentaba a la Constitución.  Ocupábamos en ella el puesto de taquígrafo.
En la fila derecha, en el primer asiento, se encontraba un convencional que se revolvía agitándose continuamente en su silla. Miraba a todas partes como un desaforado, manifestando en todos sus movimientos una agitación y algo de un malestar que no le permitía permanecer tranquilo. De pronto hace un movimiento rápido y se saca un botín, a pocos minutos el otro, coloca los pies cubiertos sólo con las medias sobre aquellos zapatos que tanto le habían mortificado y respirando fuertemente como quien se libra de una gran incomodidad, permanece muy tranquilo, como en el retiro de su casa, delante de la respetable Asamblea. Ese hombre era el Sr. Sarmiento y ese fue el día y las circunstancias en que lo conocí, y por quien después he sido perseguido sin tregua.      el Sr. Sarmiento me persiguió en Corrientes cometiendo una injusticia y una violación de la Constitución, por la que fue acusado ante el Congreso al principio de su presidencia y esa acusación tiene mi firma al pie. Cuando él era candidato, yo había combatido su candidatura y él se vengaba.  Más tarde, siendo él Presidente, tango noticias de cinco o seis órdenes de prisión dictadas contra mi, pero he tenido la satisfacción de verlo bajar del gobierno, sin que él tuviera la de meterme en la cárcel.

Bibliografía:
Díaz Araujo, Enrique “la política de Fierro. José Hernández ida y vuelta” Ed. La Bastilla. Buenos Aires.

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