1841-ZALAMERIAS HISTORICAS Y UN GESTO QUE ENNOBLECE A ROSAS
Por: Roberto Antonio Lizarazu
A diferencia de otros países latinoamericanos, que conservan ciertas tradiciones y modalidades de connotaciones monárquicas o imperiales, en nuestro país, nunca existió en ninguna época en las distintas ramas de nuestras fuerzas armadas, título o cargo de MARISCAL, y menos aún el de GRAN MARISCAL.
Solamente habían pasado tres décadas, pero que lejano habían quedado los conceptos republicanos del terminante decreto promovido por Mariano Moreno que determinaba la “Supresión de honores al Presidente de la Junta y otros funcionarios públicos” emitido el 6 de diciembre de 1810 con su imperdible comentario del artículo 11 “… un habitante de Buenos Ayres ni ebrio ni dormido, debe tener impresiones contra la libertad de su país”. Parecía que el tema para una naciente República había quedado aclarado para siempre, y que eso nos diferenciaba de otros criterios diferentes sobre el particular usado en otros sitios.
Por ejemplo en su momento, luego de la batalla de Ayacucho y dado que la misma se constituyera en el comienzo del final de la Guerra de la Independencia , el General Antonio José de Sucre fue designado por Bolivar con el título de: Gran Mariscal de Ayacucho. Existen otros ejemplos similares en otras circunstancias y en otros países.
Pero toda diferencia tiene su límite y apenas tres décadas después del decreto de supresión de honores, luego de la firma de la Convención Arana-Mackau , que se realizara el 28 de octubre de 1840 y que diera por finalizado el conflicto armado con Francia, las acciones del por ese entonces Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y a cargo de las relaciones exteriores y negocios de paz y guerra de la Confederación , inmediatamente suben ascendidas en la consideración de sus numerosos aláteres y comienza entre varios de ellos una competencia para ver quien propone el homenaje más grande y que se le pueda otorgar el titulo más pomposo que pueda ostentar en vida, el ya denominado desde 1830 “Restaurador de las Leyes”.
Los promotores mas destacados en esta competencia de zalamerías fueron: El diputado por la Provincia de Buenos Aires, Agustín Garrigós quien propuso que se declarase a Rosas, además de encargado de las relaciones exteriores y negocios de paz y guerra de la Confederación , que de hecho ya había sido nombrado, que una comisión de la Junta de Representantes le entregase, en nombre de la provincia, “una medalla de oro guarnecida de brillantes y costeada con fondos públicos”. Finalmente propuso que “se exonerase a Rosas mientras viviera de toda contribución forzosa” (impuestos) “que sus hijos quedasen eximidos de todo servicio militar alcanzando este privilegio a los sirvientes cercanos a su persona y a sus familiares tanto en la ciudad como en la campaña”; “que a lo largo de su existencia pudiera conservar una guardia de honor correspondiente al cargo de GRAN MARISCAL y que octubre, mes del nacimiento de Rosas, se denominase en adelante Mes de Rosas, escribiéndose en seguida, entre paréntesis, octubre, y a continuación el día de la fecha y año”.
Se debería leer completo el proyecto del diputado Garrigós para notarse que en el mismo todas las designaciones y beneficios otorgados son de por vida, y que no existe la menor mención de finalización o renovación de absolutamente nada de lo logrado.
De hecho esta propuesta convertía a la provincia de Buenos Aires en un gran mariscalato. Un dislate total que nos retrotraía a usos políticos anteriores al Virreinato.
El diputado por Buenos Aires, Manuel de Irigoyen para no quedarse rezagado propuso, ya en el terreno del pragmatismo, “levantar en el terreno de la propiedad particular de S. E. (Rosas) un suntuoso palacio por cuenta del Estado, en cuyo frontispicio debía grabarse en mármol el texto de la ley que ordenaba su construcción”. No quiero ni imaginarme el tamaño del frontispicio del palacio de Rosas, que debería llevar el texto completo de la ley, de la que casualmente fuera autor el mismo Manuel de Irigoyen. En realidad pretendía usar a Rosas para hacerse un monumento en mármol de sí mismo y a su propia ley. Eso sí, costeado por el Estado.
Y el proyecto del General Lucio N. Mansilla, cuñado de Rosas, que como era casado con su hermana menor Agustina Rosas, y calculando que todo quedaba en familia, propuso a falta de uno, dos proyectos que se complementaban mutuamente. (1)
Ambos son del mismo tenor de obsecuencias que los anteriormente mencionados; y si se debe detallar que culminan en la misma sugerencia que la de Garrigós, nombrar de manera vitalicia a Rosas GRAN MARISCAL de nuestra incipiente Nación.
Hay que reconocer que Rosas actuando con mucho más elevado criterio que sus aduladores aláteres, rechazó con fecha 12 de diciembre de 1840 la decisión legislativa sobre el particular. Esta vuelve a insistir abundando en zalamerías impropias de gente de gobierno y rosas ya evidentemente molesto, rechaza nuevamente por escrito el 27 de febrero de 1841, por medio de una nota de términos tan categóricos que acabó definitivamente con la insistencia de los obsecuentes de turno y aclarando además que le bastaba el título de Restaurador de las Leyes que le fuera otorgado oportunamente ya en 1830.
(1)Todo el material entrecomillado corresponde a Partidas de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, Período Confederación Argentina, que se hallan en el Archivo de Estanislao S. Zeballos, en el Museo Histórico de Luján.
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