ALBERTO GERCHUNOFF, un judio gaucho
Por: Roberto Antonio Lizarazu
Alberto Gerchunoff nace el 1 de enero de 1883 en Proskurov, localidad perteneciente al Imperio Ruso y actualmente al Estado Unitario de Ucrania con el nombre de Jmelnitsky. Fallece el 2 de marzo de 1950, en Buenos Aires.
La familia Gerchunoff, presidida por su padre Rab Gershon Ben Abraham Gerchunoff, se establece en Moisés Ville, Santa Fe en 1889 y en 1891 terminan instalándose en la Colonia Rajil en la provincia de Entre Ríos. Colonia Rajil se encuentra en las cercanías de Villaguay. En estas dos localidades Gerchunoff pasa su infancia y adolescencia. Trabaja como peón en distintas explotaciones agrícolas y como boyero.
Esa mudanza no puede comenzar más trágicamente. Su padre Rab Gershon es asesinado por un gaucho que huye y como es de rigor, jamás fue encontrado. Sobre este hecho que nunca fue aclarado por el propio Alberto Gerchunoff, algunos autores sostienen que su padre había sido asesinado antes de mudarse y que ese fue el motivo de la misma; y otros autores que después de la mudanza es asesinado en Entre Ríos.
En 1895 se traslada a Buenos Aires, donde comienza su actividad de periodista. En 1910, cuando publica Los Gauchos Judíos, precisamente en homenaje al centenario de la Revolución de Mayo, ya se encontraba trabajando en La Nación. Trabajo que mantiene hasta su fallecimiento. La Nación en las últimas décadas le había concedido un espacio en su Suplemento Literario donde escribía asiduamente y que le trajera no pocos inconvenientes con el primer gobierno peronista. Tenía dos características que lo convertían en altamente peligroso: judío y antiperonista. Gerchunoff fue desde muy joven afiliado y activista del Partido Demócrata Progresista.
Siendo periodista de La Nación varias veces fue designado como corresponsal extranjero tanto en Europa como a países vecinos. A Chile fue enviado en varias oportunidades, por supuesto, en relación a las actividades literarias de ese país, de las cuales era todo un experto.
Resumen de su obra literaria.
Ya mencionamos a “Los Gauchos Judíos” publicada en 1910. La primera edición se hace en La Plata y fue prologada por Martiniano Leguizamón, comprovinciano y amigo personal de Gerchunoff. La obra consta de 24 relatos relacionados con el tema del título. El prólogo de Martiniano Leguizamón se reitera en varias de las reediciones, como la publicada por Gleizer, en Buenos Aires en 1938, y las de Sudamericana, Buenos Aires, en 1950 y 1957.
Publica casi sin interrupción, “Cuentos de ayer” en 1919. “La jofaina maravillosa” en 1922. “Roberto J. Payró”, un ensayo biográfico sobre Payró y su obra en 1925. “Imágenes del país” en 1927.
“El hombre importante” de 1934, donde hace una crítica al personalismo de Hipólito Yrigoyen y a nuestra característica tendencia al caudillismo.
“Entre Ríos, mi país”, en 1935. “El hombre que habló en la Sorbona ” en 1936, “Los amores de Baruch Spinoza”, en 1938. “Enrique Heine, el poeta de nuestra intimidad” en 1938 “El Pino y La Palmera ”, en 1945. “La Lechuza ”, en 1947 “El nuevo régimen”, en 1947. “El cristianismo precristiano”. En 1949. “La asamblea de la buhardilla”, en 1949. “La clínica del doctor Mefistófeles”, en 1950 “La aldea embrujada”, en 1950. Y “El retorno de Don Quijote” su obra póstuma en 1951.
Como se puede observar por las fechas, entre 1938 y junio de 1945, Gerchunoff adopta una posición mucho más comprometida políticamente y deja para mejores circunstancias sus inclinaciones literarias. En ese período no edita nada, ni escribe en La Nación otro tema que no sea el relacionado a la actuación en Europa del nazismo y del fascismo y a la situación en que se encontraban sus hermanos judíos en plena guerra. En junio de 1940 se cumplían treinta años de la publicación de Los Gauchos Judíos y el Doctor Leónidas de Vedia, Director de La Nación organiza un homenaje a Gerchunoff, que era empleado del diario, y programa hacer un número especial del Suplemento Literario dedicado a ese feliz hecho, que nunca llega a publicarse.
Gerchunoff rechazará el homenaje y responde que “… las circunstancias en que vivimos veda a los hombres no destituidos de sentimientos humanos y que comprenden la magnitud de los peligros que acechan a la civilización, los halagos personales o las satisfacciones nacidas de la complacencia cordial.” Gerchunoff se disculpa sinceramente de no poder aceptar el homenaje de sus amigos demócratas “porque debemos ocuparnos de lo que interesa a la comunidad argentina, de lo que turba dolorosamente la conciencia del mundo.”
En realidad Gerchunoff, más que turbado se sentía trastornado como judío argentino por el peligro hitlerista y, como tal, escribirá solo ensayos periodísticos con un fervor militante por la causa de sus hermanos, hasta la caída de Berlín en mayo de 1945. Luego continuará con su producción literaria de manera sostenida.
Jorge Luis Borges, que trabajaba en Crítica, tenía un alto concepto sobre él y su obra. Es en Crítica precisamente donde Borges el 29 de julio de 1953 escribe: “Gerchunoff fue un indiscutible escritor, pero el estilo de su fama trasciende la de un hombre de letras. Sin proponérselo y quizá sin saberlo, encarnó un tipo más antiguo; el de aquellos maestros que veían en la palabra escrita un mero sucedáneo de la oral, no un objeto sagrado.”
Fuente: Manuel Kantor, La Obra y el Anecdotario de Alberto Gerchunoff, Buenos Aires, 1960.
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