Cuando Belgrano y Saavedra fueron carlotistas
Por: Roberto Antonio Lizarazu
La rivalidad existente entre España y Portugal por los territorios americanos es tan vieja como el Descubrimiento mismo. El Tratado de Tordesillas de 1494, precisamente pretendía ordenar esa rivalidad entre las monarquías ibéricas en lo referente a sus pretensiones territoriales en el Nuevo Mundo.
Ese enfrentamiento permanentemente expresado en mutuas invasiones y ocupaciones, mantuvo en vilo a las autoridades de las partes y se constituyó en el transcurso de los siglos en la principal Política de Estado Colonial de las monarquías involucradas.
Todo este esquema se modifica de un plumazo cuando el ejército francés ingresa en España, en abril de 1808, con permiso del Rey Carlos IV, para en teoría invadir Portugal y deponer a la Reina consorte de Portugal Carlota Joaquina Teresa de Borbón, casada con Juan VI de Portugal e hija primogénita del Rey Carlos IV de España. Por supuesto el ejército francés además de llegar a Portugal, también se queda en España como ejército de ocupación. En España luego de varias tratativas la corona pasa de Carlos IV a su hijo Fernando VII. Todo el proceso que continúa a partir de ese momento es el enfrentamiento entre los hermanos Fernando VII de España contra Carlota Joaquina de Portugal, quien pretendía por ser primogénita también la corona española. Los que apoyan las pretensiones imperiales lusitanas se denominaban Carlotistas y los que apoyaban a Fernando VII Juntistas.
Cuando Napoleón invade España, la corona portuguesa, con un pragmatismo muy particular, abandona Portugal y les cede todo el país a los ejércitos franceses y traslada la corte a Brasil. Más de 15000 personas ocupando toda la flota disponible que tuviese posibilidad de cruzar el Atlántico, parten a fundar el nuevo imperio lusitano-brasileño. El concepto era: no importa que el país se pierda mientras se salve la casa real. Pragmático criterio utilizado reiteradas veces en la Historia , con mucho éxito para las monarquías y con pésimos resultados para las naciones y sobre todo para sus súbditos, que quedaban en la más absoluta indefensión.
En el Río de la Plata , la clase dirigente política también se dividió de igual manera. Unos apoyaban a un Rey, a Fernando VII (Juntistas) y otros apoyaban a una Reina, Carlota Joaquina (Carlotistas). Ambos hermanos. No hay que asustarse ni rasgarse las vestiduras. Hasta ese momento todos eran monárquicos. ¿Y los independentistas? ¿Y los republicanos? Por ahora duermen la larga siesta de la gran aldea y la seguirán haciendo por lo menos un lustro más.
Habría que reconocer que, probablemente, la única voz en ese momento en el Río de la Plata , en 1808, que utilizaba la palabra “independencia”, era José Artigas, pero carecía de la gravitación y la infraestructura necesaria para grandes emprendimientos.
Una vez instalada la corte de los Braganza en Río de Janeiro, Carlota Joaquina organizó un eficiente sistema de representantes y embajadores que, adelantándose a su tiempo en la importancia de las comunicaciones, servían de eficiente nexo entre la Reina consorte hispano portuguesa y sus adherentes y también con los que la Reina consorte pretendía ganar para su partido. Es notable la cantidad de correspondencia de y hacia Carlota que se redactó y que, llamativamente, se conserva integra. El responsable de esta tarea fue el notable Secretario Real, el español José Presas, quien era el encargado de traducir del portugués al español y del español al portugués, todos los mensajes y la correspondencia. José Presas había organizado un cuerpo de “Mensajeros de la Infanta ” que se encargaban, con el rango de embajadores, de distribuir y retirar los despachos.
Manuel Belgrano y Cornelio Saavedra fueron algunos de los que recibieron correspondencia de la Reina Consorte. Por supuesto ambos contestaron como fieles súbditos que eran. Primero transcribiré la respuesta de Cornelio Saavedra. El hallazgo de estas copias es mérito del doctor Enrique Ruiz Guiñazú (1884-1967), jurista, diplomático y político argentino, quien las halló luego de varios años de husmear archivos en Itamaratý.
“Nada he hecho que no haya conformado a los sentimientos de amor y fidelidad que profeso a mi Augusto Soberano y Su Real Familia, y que siguiendo el ejemplo de mis mayores conservaré eternamente: por esto es que me son muy mucho más dignas de respeto y gratitud las expresiones con que V.A.R. ha querido honrarme por mis cortos servicios; ellas, Señora, serán su estímulo siempre poderoso para seguir con mis esfuerzos por la justa causa, y contribuir a que estos Dominios no reconozcan otro gobierno que el Monárquico, ni otra Dinastía que la de la Real Casa de V.A.R. cuyos derechos son para mi de la mayor veneración, y exigen que me postre con el más sumiso acatamiento ante V.A.R.
Buenos Aires, 17 de julio de 1809, Señora A.L.R.P. de V.A.R.
Firmado: Cornelio de Saavedra.”
En la misma fecha contestó su carta Manuel Belgrano. Esta correspondencia la llevó a Río de Janeiro Felipe da Silva Telles Contucci, quien era uno de los “Mensajeros de la Infanta ”, con residencia permanente en Buenos Aires. Como Belgrano era un activo Carlotista, de hecho el jefe de los Carlotistas, su misiva fue más extensa y ratifica su
absoluta dependencia de vasallaje a los humores de la Reina Consorte.
“Las expresiones con que la Real Benevolencia de V.A.R. se ha dignado distinguirme, son, seguramente, un premio que mi gratitud jamás sabrá olvidar, y que no creía haber merecido, cuando sólo, ejercía actos obligatorios de mi amor, respeto y fiel vasallaje a V.A.R. única Representante legítima que, en el día conozco de mi Nación.
Todos mis conatos, Señora, son dirigidos, a lograr que V.A.R. ocupe el Solio de sus Augustos Progenitores; dando la tranquilidad a estos sus dominios que, de otro modo, los veo precipitarse a la anarquía y males, que le son consiguientes.
Firme en obedecer a V.A.R. ejecutaré gustoso su Real Voluntad para que llegue a su Real Noticia cuanto creyera digno, muy pronto se me presentará oportunidad de dar a V.A.R., una idea cabal de nuestra simpatía; lo que ahora no ejecuto porque, puede decirse así, todo está en suspenso, y tal vez mis ideas anticipadas caerían en error; que procuro evitar para que si V.A.R. se digna oírme, sus providencias traigan el carácter de la Sabiduría que las ha distinguido.
Lo que puedo asegurar a V.A.R., desde ahora, que no hay hombre de bien que no mire en su Real Persona el sostén de la Soberanía Española , el apoyo de los derechos de la Nación y de los Vasallos, y el único refugio que le queda a este Continente para gozar tranquilidad, y llegar al grado ventajoso de que es capaz.
Nuestro Señor guarde la importante vida de V.A.R. muchos y felices años para bien de sus dominios, Buenos Aires, 17 de julio de 1809
Firmado: Manuel Belgrano”
Aclaro que las abreviaturas V.A.R. y A.L.R.P. usadas por ambos remitentes quieren decir: Vuestra Alteza Real y A Los Reales Pies.
Fuente de la documentación: Vicente D. Sierra. Historia de la Argentina , Tomo IV, 1800-1810, pag. 440 a 442.
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